Asidero

Elías Jaua Milano, el recurso del alacrán y sus hijos

Ojalá, la ingratitud de quienes se dicen chavistas bordeen el alma del único hombre de izquierda en hechos y palabras que tiene el presidente, Nicolás Maduro Moros, cual Don Quijote, viene luchando desde muy joven por la libertad de nuestra patria, primeramente, llamada Estados Unidos de América y, luego Bolivariana. Sus luchas siempre fueron populares, cual Víctor Jara con su poesía en Chile. Cualquier hombre de izquierda debe transitar la libertad por senderos entre tierra y mar, porque la corrupción y la mentira han librado una batalla contra hombres que levantan sin descanso una bandera en la batalla por la emancipación y, es grave, como se despierta la traición en nuestro partido, Psuv, para quebrantar bajo falsedades el perfil político de quienes, todavía despiertan el fervor por el comandante, Hugo Chávez Frías.

Le recuerdo, transitando los pasillos de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela, sus textos de estudios y algunos folletos revolucionarios, sus declaraciones aguerridas en la prensa. Hemos llegado al extremismo político que nos ha llevado a una crisis financiera local y global, porque unos pseudo dirigentes desde la Península Ibérica junto a Zapatero, decidieron expresar que el socialismo refleja un carácter globalizado y en una sola plantilla determinaron las causalidades a seguir. Dañando a los verdaderos hombres revolucionarios.

Venezuela, viene siendo afectada por una mala política a nivel territorial y no hay distinción en el manejo del discurso político. Hay, una diversidad de desigualdades que nos lleva a legitimar las diversidades del capitalismo de izquierda o derecha. Hoy, los grandes hombres comunistas son burgueses y oligarcas, manejan grandes cifras en dólares y son dueños de Corporaciones que reflejan convenios con los Estados Unidos de Norteamérica.

El capitalismo, va más allá de una cartografia de un sistema económico y político, se ayuda del estructuralismo y funcionalismo para fundamentar su realidad y mecanizar el mercado, bajo una realidad de lo político que limita sus acciones. Carlos Marx, fue un amante de las riquezas, de allí sus teorías económicas no reveladas, más allá de su obra, El Capital. Nuestro marco socialista- fase transitoria al comunismo- contribuye a legitimar al gran capital, que se constituye en una acción política para contextualizar la problematización social, llegando a una legitimación de la democracia liberal. De allí, el origen de los discursos de cada presidente progresista de la Región y que en sus discursos ante la Organización de Naciones Unidas, (ONU), jamás nombraron a Lula Da Silva y a Cristina. Porque ya no les interesa en su distinción local- global. Mensajes leídos sin buena oralidad y con la vista hacia abajo en pleno, parecían más bien ventrílocuos.

Obvian, que existe una mercadotecnia y fundamentalismo de mercado que los arropa, bajo un conjunto de premisas que definen la democracia liberal y una legislación que la determina como soporte las diferencias de poder, idealizado por una doctrina de soporte es en efecto, la idealización de la globalización capitalista.

Hoy, se ataca a Elías Jaua Milano, en el pasado, otros hombres de izquierda fueron apartados de la dirección del poder y liderazgo. Ahora bien, los residentes de la América profunda se han movilizado de un lugar a otro, sin encontrar el verdadero rumbo del camino trazado por Néstor, Lula, Dilma, Cristina y nuestro comandante, Hugo Chávez Frías, verdadero gestor del gran movimiento socialista del Siglo XXI, porque en el pasado, José Vicente Rangel en su lógica multicultural y multilateralidad, abandono el programa comunista ante los favores de la derecha.

Los factores dominantes del capitalismo, sigue gobernando en nuestra República Bolivariana de Venezuela. Las categorías sociales están allí presentes. Colombia, siempre esta presente en nuestra economía local, desde constructoras para la Misión Vivienda hasta el suministro de electricidad a Cúcuta y el Estado de Roraima, lo demás es demagogia y falsedad.

Sea de ello lo que fuere, es cierto que los demócratas no han entendido en toda su amplitud el fenómeno de la diversidad cultural, que incluye también aspectos conflictivos de difícil gestión. El discurso de las élites ante la diversidad cultural carece de realismo y sinceridad; ambas cosas resultan hirientes para quienes conviven habitualmente con esa diversidad en sus aspectos menos idílicos. Existe un tipo de persona progresista que se siente cosmopolita y moralmente superior porque se eleva por encima de sus intereses cuando en realidad sus intereses no están en juego y los que son sacrificados son los intereses de otros, más vulnerables, más en contacto con las zonas de conflicto.

Hay una forma de arrogancia e hipocresía en las élites multiculturales porque su experiencia de la alteridad se reduce a encuentros agradables en el bazar de la diversidad (en el consumo, la diversión o como mano de obra barata). Son élites que no sienten la inseguridad física en sus barrios ni la inseguridad laboral en sus puestos de trabajo. Si la izquierda, los liberales o las élites no terminan de entender esto (salvo en cierto modo Sanders y Trump a su manera) es porque no tienen contacto ni con el mundo industrial ni con "los otros" y solo ven las ventajas de la globalización o los encantos de la diversidad.

¿Cómo debemos entender entonces los nuevos conflictos? ¿Podemos asegurar que vuelven los conflictos de clase, después de décadas de confrontación cultural e identitaria? ¿Cómo determinar quién está realmente excluido y por qué (si por ser mujer o pertenecer a determinada raza o simplemente por ser pobre)? Desde luego que no están hablando desde la lógica de clases quienes plantean reivindicaciones del estilo "Somos el 99%". Muchas de las protestas que han tenido lugar en los últimos años no han sido en absoluto movilizaciones de clase, sino que han formulado la oposición radical a un sistema del que se beneficiaría una ínfima minoría y que padecería una gran mayoría.

La derecha e izquierda latina y venezolana ya no representan al pueblo, fuimos engañados por una minoría clasista que ha tomado Naciones Unidas para engañar a un gran conglomerado universal, llamado pueblo.

No creo que las cuestiones relativas al sexo, la raza o la identidad vayan a desaparecer de la escena política norteamericana ni de nuestras democracias en general. Del mismo modo que pudo ser un error suponer que las reivindicaciones de las minorías iban a disolver la cuestión social, se equivocaría igualmente quien tratara de volver a una lógica de clase que no tuviera en cuenta las discriminaciones específicas de las que son objeto todavía, por ejemplo, los afroamericanos, como pone de manifiesto el reciente movimiento de protesta Black Lives Matter. El paradigma del reconocimiento no invalida los problemas de redistribución. De hecho, todos los ejes de opresión en la vida real son mixtos; suele ocurrir que quien es excluido culturalmente sea desfavorecido económicamente. Es probable que lo más adecuado sea afirmar que la justicia requiere hoy ser pensada a la vez como redistribución y como reconocimiento.

Nadie ha extraído una conclusión más acertada, aunque modesta, de esta nueva constelación que el filósofo americano Michael Walzer: "De momento, los combates que necesitamos no han emergido todavía". Ni sindicatos ni partidos están en ello. Hay intereses que no están suficientemente representados o del modo que les es debido. Emigrantes, jóvenes, generaciones futuras, trabajadores especialmente vulnerables no pueden ser representados como la vieja lucha sindical representó a los asalariados, pero tampoco los partidos políticos vehiculan adecuadamente el compromiso político de la ciudadanía.

Bien Sancho, dejemos tranquilo a Jaua y otros hombres de izquierda. Me crie en frontera, estudie en el liceo de San Juan de Colón, Táchira y mi familia tenia fincas y tiene cuadras de plátanos en Santa Barbara y, hay que sentarse para ver como pasan las gandolas de comida a Colombia y de allá regresan esos camiones llenos de cuadernos, material de higiene y utilería para ser distribuidos en los comercios venezolanos con sello chino, porque los chinos poco son amigos de las distensiones sociales, ellos levantan la bandera de Mao Zedong, pero en la otra mano, otra bandera, el comercio globalizado en la ruta nueva de a seda que llegara a Bolivia, donde un sindicalista llamado Evo Morales los espera para venderle como buen marchante hojas de coca para las fábricas de refrescos y medicina biomecanizada.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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