“Burguesía revolucionaria”: Jesucristo catire y de ojos azules

Cuando Occidente, poderoso y dueño del mundo, dio cuenta de la historia del gran hombre nacido en Judea, cuyos mensajes iban en contracultura desorganizando la paz conocida y deshaciendo el avance sobre los restos de los oprimidos, tuvo que ejercer el duro y paulatino cambio hasta lograr la semejanza con el mundo que siempre hemos conocido. Lo de menos fue el cambio de imagen: a veces Jesucristo aparecía pintado como gallego, y luego, más recientemente, como escandinavo; ningún parecido con el pueblo de origen. La dulce y clara mirada al cielo, dejaba atrás al hombre de carácter decidido que azotó a los bachaqueros de insumos para las ofrendas en el Templo; el respectivo revisionismo lo dejó inútil de propósitos: no de otra forma se entiende que de aquel hombre firme y de templada virtud, que llamó a mantener la seguridad del criterio y la firmeza de palabra y de acciones, junto a la templanza de arrostrar los reveses, aún a cuenta de recibir golpes en la cara, sólo quedó aquel sumiso que llama a ofrecer la otra mejilla, sin más pretensión que salvar el alma.

La herencia que ha dejado Europa en América desde la conquista, ha sido un conjunto de valores deslucidos por la sumisión. Tocó a los poderosos que se erigieron en América tras el genocidio, seguir administrando la frase de "A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César": encauzaron hacia Dios las ofrendas, el boato de las formalidades, los simbolismos, y la consagración de las funciones sociales más importantes, incluyendo la administración del poder; al César dejaron las molestias de las elecciones, el ejercicio efectivo del gobierno y las grandes decisiones económicas, repartidas, por supuesto, entre las clases dominantes. El Pueblo, abandonado en el más antinguo de los Testamentos, sólo quedó para administrar las frases correspondientes al sudor de la frente que trabajaría las tierras, el dolor de parir los hijos, y otras que lo mantendrían incapacitado para discutir sobre los efectos de los golpes en la otra mejilla, y con el temor siempre presente del infierno.

A Bolívar lo devolvieron a su tierra natal convertido en huesos, 12 años después de haber quedado proscrito de la historia por los desleales. La gloria visual de las fragatas que escoltaron al féretro en su vuelta a la Patria, no venía impregnada sino del silencio, deslastrada del legado integracionista y americanista de Bolívar, quien no pudo develar el rostro de los traidores que vestían para su recibida, el boato de las formalidades eclesiásticas y la belleza de los uniformes militares que ahogaban el recuerdo del unionismo.

Ahora pareciera que, según algunos, Chávez no necesariamente habló del empoderamiento del pueblo, de su organización, de su independencia, de su soberanía, sino que buscaba formar mejor una clase económicamente fuerte, única garante para que no nos ataquen las potencias extranjeras. Para algunos, Chávez debe ser convertido en "aquel alegre muchacho mestizo que jugaba béisbol en la Academia", con un verbo capaz de mover los cimientos de Pueblo, pero que había que "encauzar". No son ruidos de sables lo que se oye, sino ruidos de acomodo de imágenes, palabras y mensajes de Chávez a gusto y conveniencia de un gatopardismo retozante y conformista. ¿A quién conviene la muerte del mensaje de Chávez? ¿Acaso Chávez deseaba un pueblo organizado para lo que la "Burguesía revolucionaria" dispusiera como mejor? ¿Quién quiere un Chávez en silencio, masticado por los poderosos y devuelto en huesos y en silencio?

Chávez llamó a tener Patria, no a la administración de sus frases. Chávez llamó a formarnos como Pueblo reflexivo, poderoso, independiente y soberano; Chávez rescató a Bolívar del silencio del sepulcro; Chávez rescató a Jesucristo de los boatos de la Iglesia; Chávez llamó a ser nosotros mismos... Y ahora buscan los administradores sin título, asignar las valoraciones revolucionarias de Chávez: lo que va para la burguesía, lo que toca a los que no lo son pero se parecen, lo que corresponde al Pueblo...

Gatopardos... revisionistas... reformistas... ¡¡No volverán!!

 



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Carolina Villegas

Investigadora. Especialista en educación universitaria

 saracolinavilleg@gmail.com

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