Las recetas neoliberales hicieron su trabajo al dejar a amplias capas de la población marginados de todo. La valoración de los excluidos como “sujetos emergentes de cambios ha tenido sus defensores en América latina. En Argentina parte de la izquierda se preocupó por montarse sobre el movimiento de desocupados mientras, al mismo tiempo, lo separaba del movimiento obrero en general y le adjudicaba, casi por decreto, su papel como "nuevo sujeto revolucionario". Cuando el Estado burgués consiguió cooptar el movimiento a través del manejo de planes sociales y contribuyó a su fragmentación, la misma izquierda eligió mirar para otro lado, ignorando ahora a su "nuevo sujeto".
A los que definen a los excluidos de los barrios marginados como la fuerza social de Chávez, tendrían que precisar mediante estudios serios quiénes conforman este conglomerado social. El hecho de vivir en barrios podría tener más una connotación habitacional como producto del déficit de vivienda que verlos como “marginados de la producción y del trabajo”.
Por otra parte, pareciera que todavía no hay conciencia profunda del ser político en las mayorías. Contribuye a ello el hecho que las tareas de “organización” popular carezcan de perfiles estratégicos y en consecuencia se van haciendo inofensivas y funcionales al sistema mismo. Sobre todo, cuando la contradicción capital-trabajo ni siquiera se menciona. Una muestra histórica del resultado de estas políticas es Argentina, donde existen múltiples organizaciones que no se han materializado en una sociedad diferente. Perón desarrolló una inmensa clase obrera, organizó gremios, desarrolló la industria, pero como intermediario entre las clases nunca dio el salto.
Otras caracterizaciones sobre las fuerzas motrices, las da Antonio Negri, quien afirma que bajo las modernas modalidades del capitalismo, su expansión agresiva, su exclusión masiva y las nuevas innovaciones tecnológicas en la producción se impone un criterio más amplio, y propone hablar de “imperio y multitudes”.
En la experiencia chiapaneca, Ana Esther Ceceña, ofrece una síntesis de su visión: "El sujeto revolucionario, el portador de la resistencia cotidiana y callada que se visibiliza en 1994, es muy distinto al de las expectativas trazadas por las teorías políticas dominantes. Su lugar no es la fábrica sino las profundidades sociales. Su nombre no es proletario sino ser humano; su carácter no es el de explotado sino el de excluido. Su lenguaje es metafórico, su condición indígena, su convicción democrática, su ser, colectivo" (1)
Sería bueno recordar los aportes que han hecho los zapatistas sobre el entramado social contemporáneo. Ubican la visión de una conflictividad ligada al hecho de que los trabajadores son desposeídos del fruto de su trabajo. Los explotados de los que hablan los zapatistas no son únicamente los obreros que trabajan en las fábricas y en zonas urbanas sino todos aquellos que dependen de su fuerza de trabajo para vivir o sobrevivir, sin importar si tienen o no la ocasión de utilizarla. Su invocación no sólo es a los excluidos, también a las estructuras organizativas gremiales, de clase, o lo que se ha entendido como tales hasta hace poco tiempo.
Se observa una amplitud de conceptos abiertos. Los explotados, en este nivel de generalidad que incluye a las llamadas minorías, abarcarían tanto al trabajo, es decir, de tipo productivo, a su familia y a todos los que, siendo prescindibles o imprescindibles para garantizar la reproducción global, no son considerados productivos; bajo esta consideración el ejército industrial de reserva marxista adquiere aquí una redimensión. Al analizar la estructura social divide de acuerdo a los privilegios que poseen los distintos tipos de persona, con lo cual engloba y pone en el tapete la condición misma de ciudadanos. Pareciera una estratificación social, no ya por clases sociales sino por categorías de ciudadanos.
Enrique Dussel plantea el significado y la potencialidad revolucionaria de la irrupción de los excluidos. Define como momento ético el tránsito del rechazo por parte de los pobres de un estatus de “cosa funcional” (dispensable) a considerarse “ser persona” como una transformación de la incomunicabilidad de los excluidos a condiciones concretas de participación como sujetos: Vale la pena citar extensamente a Dussel (1992, pp. 81-83) porque sitúa la cuestión democrática en este ámbito de transformaciones político-culturales, a la vez que la teoriza como una argumentación liberadora.
“Sólo la irrupción del Otro puede permitir proyectar (y realizar) una comunidad futura más justa, sobre otras bases, como una nueva alternativa: una “comunidad de comunicación histórico- posible” (una “utopía concreta” que no es ni la “real” ni la “ideal”); un “proyecto de liberación”, -algo más que una emancipación... Sólo por la afirmación de la exterioridad del Otro puede irrumpir en la Totalidad... la posibilidad de negar la negación; es decir, el “acuerdo” acordado en el pasado puede ser puesto en cuestión por la necesidad de un “nuevo” argumentar. El fundamento de la argumentación del Otro irrumpe como novedad, relanza el proceso vital argumentativo de la racionalidad. Desde el“no-ser” se crea la posibilidad... de nueva objetualidad, nuevos paradigmas científicos y político-económicos, nuevos argumentos y contenidos argumentativos. (2)
Podría ser que el movimiento zapatista sea la expresión moderna de la lucha de clases y con el tiempo se pueda encontrar el significado que tienen las clases en esta nueva etapa del desarrollo capitalista.
Sobre los nuevos sujetos sociales, el zapatismo ha dado pie para producir sobre las posibles emergencias sociales. Ana Esther Ceceña, realiza algunas hipótesis que parten de las nuevas condiciones entre el capital y el trabajo. En la medida en que avanza la concentración del capital y el dominio sobre espacios no capitalistas, lo hace también la desposesión o exclusión de amplias capas sociales de las decisiones del poder que, por ello, se ven compelidos a reclamar por diferentes vías sus derechos ciudadanos. “Aquello que ha sido conceptuado por muchos como los nuevos sujetos sociales, en realidad es expresión de la nueva versatilidad del sujeto que comparte con el anterior, mucho más preciso y tangible, el desposeimiento de capacidad decisoria social y la necesidad de convertirse en real sujeto de la historia para lograr su emancipación. En los últimos años observamos un desplazamiento de las bases de organización social desde la esfera de la producción hacia la de la reproducción y, por tanto, reivindicaciones de ciudadanía, de pertenencia a la nación y de igualdad de derechos más que propiamente de clase.
Renace la ciudadanía en los nuevos Estados en construcción, pero una nueva sociedad solamente puede construirse a condición de que el viejo Estado sea destruido completamente. El Estado, por naturaleza clasista e histórica, es un aparato de opresión, y resulta ingenuo creer que sus reformas o modificaciones pueden realizarse a favor de los pobres y por su emancipación total. Lenin aconsejaba, al sintetizar la experiencia de lucha por ganarse a las masas populares y trabajadoras “Vivir en lo más profundo de la masa. Conocer su estado de ánimo. Conocerlo todo. Comprender a la masa. Saber abordarla. Conquistar su confianza absoluta. No apartarse los dirigentes de la masa; la vanguardia, de todo el ejército de trabajo... No adular a la masa, no aislarse de la masa”(3). Sobrias líneas que encierran toda una enseñanza de un deber ser para corregir errores.
Referencias.
(1) Ana Esther Ceceña, "Líneas centrales del discurso zapatista", CLACSO, 2001.
(2) Dussel, Enrique, citado por Susan Street, “La palabra verdadera...” p. 89
(3) V.I. Lenin. Plan de las tesis “Sobre el papel y las tareas de los sindicatos en las condiciones de la Nueva política económicas”. O.C., t. 44, p. 497.