Negacionismo en época de pandemia

Se suele hablar de negacionismo cuando se adopta una postura de oposición abierta ante lo evidente, cercana a la irracionalidad, probablemente con la pretensión de hacerse notar. A veces, tras la etiqueta, hay algo más sutil que suele escapar a la percepción del auditorio fiel al sistema. Para tomar contacto con esa posición, que cabría entender como la otra cara del negacionismo, habría que despojar del ropaje de creencias con el que se viste la verdad autorizada y dejar a un lado la apariencia. Solo así se podría llegar a esa otra versión que hay que ver en las manifestaciones ciudadanas etiquetadas como negacionismo de la pandemia.

Cuando se da la circunstancia de que alguien que no necesita promocionarse personalmente y, sobre todo, miles de personas se manifiestan discrepando de la verdad oficial, es que algo más se mueve en el ambiente. Este es el caso, al margen de las teorías de la conspiración, de las manifestaciones en diversos lugares de la sociedad global con ocasión de la pandemia. A tenor de algunas exigencias de pancarta y posicionamientos personales para la ocasión, se ha aprovechado para hablar de negacionismo, asociándolo a la conspiranoia, cuando lo sustancial en estos movimientos es mostrar las discrepancias con la verdad del que manda. Sobre este punto para desautorizar estas manifestaciones ciudadanas, se airean convenientemente las insensateces que a tal fin rondan por ahí. Tan faltas de sentido común que provocan hilaridad, aunque sea respetando hasta las ocurrencias más peregrinas. De ahí que a la opinión pública solo se le sirva la anécdota. Por citar algún ejemplo, lo de negar la pandemia, no tendría ningún sentido. Lo de no usar mascarillas, no parece recomendable, al menos en ciertos casos. Lo de la obligatoriedad de ponerse guantes ya es más discutible, cuando basta con tomar otras medidas profilácticas elementales. Lo de los microchips de las vacunas o el 5G, apenas tendrían consistencia, porque casi son innecesarios, teniendo en cuenta el arsenal de que se dispone y utiliza a través de las TICs para controlar a las masas, con lo que lo de la privacidad y la intimidad ya es una leyenda en el presente, puesto que el que más o el que menos es un libro abierto para los que manejan las claves del negocio. En cuanto a la manipulación del pensamiento, los medios al efecto, en especial usando de la propaganda y la publicidad, ya cuentan con material suficiente y saludable para llevarlo en la dirección que interesa a los que manejan los hilos. Pese a todo, se impone al público quedarse con los detalles, para obviar lo sustancial del tema.

De lo que se trata con las llamadas manifestaciones negacionistas, primero, es decir basta ya a los distintos grupos de intereses que manejan el mundo y, segundo, a los gobernantes, que aprovechan la situación y barrenan los derechos y libertades alcanzados, para que retomen la racionalidad, aflojen en el vértigo de mandar y escuchen a la ciudadanía. Todo un toque de atención, del que deberían acusar recibo. No obstante, en el aspecto económico, cuando se han dado cuenta de que el consumo se quedaba por los suelos, han levantado la presión. Ahora, hay que acondicionar aquellos estados de alarma impuestos, preocupados por la salud del sistema sanitario, al igual que la duración de las cuarentenas, porque han llegado a la conclusión de que tiraban piedras contra su propio tejado, ya que el negocio se resentía, al punto de que muchas empresas iban a la quiebra y el empresariado se les subía a las barbas. Medidas que ha venido demasiado tarde para algunos, aunque el nuevo negocio continuará para otros. En todo caso los efectos directos del mandar y la factura correspondiente siempre afectan a los mismos, aunque se les trate de sobornarles con subvenciones, ertes, teletrabajos o simplemente cobrar sin trabajar. El hecho es que las personas, de ser medianamente libres económicamente, han pasado a ser claramente dependientes del Estado.

En realidad, detrás de las imágenes y las opiniones autorizadas, hay que observar la otra cara de la cuestión, ante la que los dirigentes políticos tratan de cerrar los ojos y, en algunos casos, reprimir a mamporros por motivos de desobediencia y orden público. Aunque haya que acudir al ridículo aparente para hacer reivindicaciones razonables, parece que no se puede excluir el recurso del negacionismo como estrategia para dejarse ver y oír. Ese otro negacionismo estratégico, más allá de lo anecdótico, es el intento de las gentes de ser oídas, ya sin intermediarios democráticos, fundamentalmente para decir que están hartas de tanto mangoneo. En definitiva, reclaman presencia política.

Evidente que se han reconocido derechos y algunas libertades patrocinadas por los intereses del capitalismo global, pero resulta que, aprovechando cualquier situación que brinde la oportunidad a los que cortan el bacalao, se aparcan los derechos individuales, la democracia y el llamado Estado de Derecho, para hacer de los ciudadanos súbditos. Un claro retroceso que, además del agobiante ordeno y mando político sobre la ciudadanía, que se extiende a todos los ámbitos de la existencia con ocasión de la pandemia, es aprovechado, del otro lado, por el capitalismo para dar un paso más hacia la consolidación de su nuevo modelo de totalitarismo.

*Jurista y escritor

anmalosi@hotmail.es



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Antonio Lorca Siero

Escritor y ensayista. Jurista de profesión. Doctor en Derecho y Licenciado en Filosofía. Articulista crítico sobre temas políticos, económicos y sociales. Autor de más de una veintena de libros, entre los que pueden citarse: Aspectos de la crisis del Estado de Derecho (1994), Las Cortes Constituyentes y la Constitución de 1869 (1995), El capitalismo como ideología (2016) o El totalitarismo capitalista (2019).

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