Comienzo por decir que estoy totalmente de acuerdo con la constitución de un partido que una a todas las fuerzas políticas revolucionarias. Y aclaro que este convencimiento no viene de que fue Chávez quien lo propuso, explicación que me veo obligada a dar debido a que algunos, manipuladoramente, pretenden insinuar que los que apoyamos a Chávez lo hacemos de manera irreflexiva y que decimos amén a cualquier cosa que él propone.
Mucho antes de que Chávez planteara la constitución de este partido, yo había considerado la necesidad de que algo así sucediera. Quienes hemos activado en este proceso desde el principio, hemos presenciado cómo se han hecho intentos por integrar a los distintos factores que lo respaldan, con resultados poco afortunados.
El Polo Patriótico fue el ejemplo más complicado de estos esfuerzos. Era una especie de federación de partidos bolivarianos, que derivó en que cualquiera que registraba un partidito, de cuatro o cinco militantes, se sentía con el derecho de exigir cuotas de poder y participación en cuanto evento importante se registrara. En fin, un ensalada de protagonismo y vanidades que en nada ayudaba a construir una revolución.
EL PARTIDO: ¿UN INSTRUMENTO O UN FIN?
Creo que los problemas que se han presentado últimamente son porque, en el fondo, muchos confunden el fin con los medios. Un partido político tiene sentido en la medida en que se convierte en un instrumento eficiente para el logro del proyecto de país que la militancia considera es el más adecuado. En otras palabras, un partido no puede ser un fin en sí mismo.
No se es buen político porque se pertenece a una organización o a otra. Y un partido no es bueno porque se llame de una determinada manera. La organización política tiene que servir para el logro del proyecto político y no al revés.
El problema es que algunos, hoy en día, ponen la carreta delante de los burros. Es decir, piensan que el proyecto político debe estar al servicio de su partido. Craso error.
NADA MÁS PELIGROSO QUE UN APLAUSO
Siempre lo digo y lo seguiré repitiendo. La vanidad es uno de los pecados más difíciles de vencer, porque se disfraza siempre de otra cosa.
Lo sucedido el viernes pasado con Podemos es una muestra de ello. El problema no es que los compatriotas de Podemos no quieran participar en el Partido Socialista Unido de Venezuela (si es que este termina siendo el nombre definitivo). El pelón de los podemistas es que, en su afán porque les respeten el derecho de permanecer independientes, irrespetaron ellos el derecho de quienes sí consideramos que es necesario la estructuración de un partido que integre a todos los bolivarianos.
No acepto que ofendan al Presidente de la República, no acepto que menosprecien a los que han dicho desde el principio que sí quieren integrarse, ni tampoco acepto la pataleta que armaron simplemente porque no los convocaron para ser miembros de la comisión promotora del partido.
Cuando Ismael García fue nombrado por el Presidente para dirigir el Comando Ayacucho nadie cuestionó su autoridad. Valdría la pena preguntarse por qué ahora no son capaces de aceptar que también existen otros compatriotas valiosos que pueden ser llamados a ejecutar esta nueva misión.
Cuado la Canalla te aplaude, algo malo estás haciendo. Reflexión para los amigos de Podemos, después de la fiesta que montaron los medios opositores a raíz de su evento.
Tampoco puede ser aceptable la descalificación inmediata e incluso los insultos que han surgido por parte de algunas individualidades revolucionarias. La gente de Podemos nos ha acompañado en este proceso en momentos muy difíciles y han demostrado compromiso. Debatamos respetuosamente, es hora de demostrar madurez política. El país lo reclama.
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