En estos días, recorriendo comunidades, cuánto hemos aprendido en las discusiones con las comunidades. Y en el clamor latente en todas partes se dirige de manera frontal contra alcaldes y gobernadores, contra ese rancio poder constituido que ni lava ni presta la batea. Hasta ahora, resulta casi milagroso si vemos a un gobernador o alcalde en los consejos comunales, en las discusiones de los batallones y sobre la reforma constitucional. Es allí donde se aprende, donde se palpan los problemas del pueblo y se descubre quién es cada cual. ¿Será que la mayoría de gobernadores y alcaldes no quieren que el pueblo sepa realmente quiénes son y qué hacen a espalda de las comunidades? Entonces se está emprendiendo una sorda lucha para sabotear las actividades de los batallones, y la gente se está cansando, se está frustrando porque al principio se habían creado muchas expectativas, muchas ilusiones. Es horrible cómo se está batallando precisamente para que los batallones se disuelvan, abandonen sus discusiones sus propios derechos y valores. En la capacidad para la crítica de los demás y de las ideas propias surge la fuerza para corregir problemas y errores. Un verdadero revolucionario debe saber admitir la derrota y las posibles culpas y averiguar por qué se ha fracasado en relación con alguna lucha, con algún proyecto. Esa es la gran diferencia entre aprender y adoctrinar. El poder constituido persigue el adoctrinamiento, no el aprendizaje. Y se indignan horriblemente cuando el pueblo les critica.
- Hay que luchar encarnizadamente con esos centros saboteadores de poder popular y que demos pasos hacia la toma de decisiones sobre lo que se produce, sobre lo que se invierte.
- La lucha que reclama nuestro Presidente Chávez nos exige que nunca más dejemos las funciones básicas del poder en manos de los politiqueros que andan con franelitas y gorras rojas. El compromiso real radica en una actividad sostenida que se construya desde el activismo más radical y profundo. Las instituciones deben nacer desde el poder constituyente, populares y estables. No más frustraciones como las que padecimos durante la IV que hacían que la gente dejar la lucha Hay que tener mucho cuidado con las ilusiones que conducen al fracaso. Hay que superar las ilusiones creando nuestras propias instituciones, donde podamos aprender de las experiencias. Bolívar decía que vale mil veces un desengaño que mil ilusiones.
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