Congreso Fundacional (II)

Del 2 de noviembre al 4 de febrero. Son 3 meses. 90 días. Tiempo para
arrancar de cero. Crear el instrumento político de los próximos 100 años.
Estructura de participación que debe ser inédita, fresca, completamente
original. Todo va a depender de lo que salga del Congreso Fundacional.

Los delegados al Congreso llevan en sus hombros una tremenda
responsabilidad. Su liderazgo público, su dignidad personal y su capacidad
revolucionaria estarán a disposición del escrutinio del pueblo. Serán
observados a diario. Estarán expuestos al exámen cotidiano del colectivo
pensante que, dicho sea de paso, no es el mismo de aquellos años previos a
la toma del poder, por allá en 1997 y 1998, cuando se gestaba el MVR. No
ahora hay más agudeza política por parte del pueblo. La conciencia popular
está más curtida de experiencia. Ha adquirido un nuevo aprendizaje teórico y
su acción es marcadamente racional. Por lo tanto, en este contexto de
ingenio popular y de seguimiento a las actuaciones del Congreso los
delegados no pueden actuar a su libre albedrío. No pueden disponer de la
autónoma discrecionalidad. Tienen que responder como voceros de un batallón,
de una circunscripción y de un colectivo.

El delegado es un vocero. La nueva concepción de la vocería exige que su
conducta se corresponda con las decisiones que en conjunto, de manera
asamblearia, le encomiende su comunidad. El delegado tiene triple
compromiso: (i) con su conciencia, (ii) con su comunidad y (iii) con la
historia. Por lo tanto, no puede ser pusilánime sumiso que actúe de manera
autómata para hacer lo que los demás le indiquen. Tiene que ser un pensador
nato. Activo intelectualmente. Un estudioso de los puntos que se van a
tratar. No puede ser un estéril o incapacitado para discernir y emitir sus
propios juicios.

Por su parte la comunidad (batallón, circunscripción y colectivo) tiene que
involucrarse de manera más decida en las deliberaciones del Congreso. Sin
temor, sin complejos, sin miedos, sin vacilar por pensar que va a ser
descalificada por los burócratas o políticos profesionales (valga decir
contrarrevolucionarios). La comunidad tiene que exigirle a su delegado que
se mantenga en comunicación permanente y le rinda cuentas periódicas y en
asambleas. Oportunidad para evaluar situaciones del Congreso y encomendarle
planteamientos acerca del PSUV.

Ambos componentes del Congreso (delegados y comunidad) tienen a su
disposición herramientas para el cultivo de las ideas. Por mencionar las que
considero están a su alcance inmediato: (i) escuelas ideológicas que sirven
para detenerse a estudiar conceptos y tesis que ayuden a inventar el
instrumento político del pueblo; (ii) las bibliotecas públicas y de las
misiones, que pasan a ser un depósito activo de fuentes inconmensurables de
conocimientos; (iii) la Internet que existe como utensilio de investigación
y de información instantánea la cual se transforma en una apéndice de uso
cotidiano por cualquier individuo creativo; (iv) las conferencias y eventos
políticos de difusión ideológica que se convierten en estimuladores de ideas
coyunturales para desarrollar estrategias de acción aplicadas a la realidad
del proceso revolucionario; (v) los programas de opinión por radio y TV, así
como los análisis publicados en los medios impresos y virtuales
identificados con la Revolución que conforman un enjambre de juicios para
respaldar creencias y afirmaciones en gestación; (vi) el conocimiento
intuitivo de la comunidad derivado de las costumbres, hábitos e historia
cuya vigencia incentiva el talento creador de la cultura autóctona.

Estas herramientas tienen que ser usadas tanto por el delegado como por la
comunidad. El mismo Congreso tiene la obligación de fomentar el uso de ellas
y crear sus propio aparato para la investigación, el estudio y la creación.
La conciencia crítica se alcanza con base en el conocimiento que conduce al
concepto y al juicio. El conocimiento se halla haciendo uso de las
herramientas descritas. La conciencia es indispensable para que el Congreso
Fundacional no pierda de vista su meta y así parir un instrumento (PSUV)
cuya justificación se nutra de los siguientes objetivos: (i) estimular el
rol del delegado como pensador; (ii) asumir el Bien Común como esencia del
proceso revolucionario; (iii) concebir el cambio de estructura a partir de
un nuevo Estado; y, (iv) sustituir la categoría partido político por una
nueva que denote la ruptura de paradigma.

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William E. Izarra

Oficial de las FANB, retirado como Comandante (Teniente Coronel) de la Aviación Militar. Siendo oficial activo logró realizar estudios en todos los niveles académicos del saber universitario obteniendo su título como Licenciado en Educación (UCV); Maestría en Planificación (Harvard University) y Doctorado en Ciencias del Desarrollo (Cendes, UCV). Ha sido miembro del MBR-200, MVR, PSUV, Director Nacional de Ideología del Comando Maisanta, Colectivo Democracia Directa y creador del Centro de Formación Ideológica (CFI). Ha ocupado algunos cargos dentro del Gobierno Bolivariano Revolucionario bajo el mandato de Hugo Chávez Frías, siendo unos de los más relevantes el de Vice-Ministro de Relaciones Exteriores para Asia, Oceanía y Medio Oriente. Ha escrito una serie de folletos y libros para la compresión de los valores y principios socialistas.

 izarra1947@gmail.com      @williameizarra

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