Los delegados al Congreso llevan en sus hombros una tremenda responsabilidad. Su liderazgo público, su dignidad personal y su capacidad revolucionaria estarán a disposición del escrutinio del pueblo. Serán observados a diario. Estarán expuestos al exámen cotidiano del colectivo pensante que, dicho sea de paso, no es el mismo de aquellos años previos a la toma del poder, por allá en 1997 y 1998, cuando se gestaba el MVR. No ahora hay más agudeza política por parte del pueblo. La conciencia popular está más curtida de experiencia. Ha adquirido un nuevo aprendizaje teórico y su acción es marcadamente racional. Por lo tanto, en este contexto de ingenio popular y de seguimiento a las actuaciones del Congreso los delegados no pueden actuar a su libre albedrío. No pueden disponer de la autónoma discrecionalidad. Tienen que responder como voceros de un batallón, de una circunscripción y de un colectivo.
La nueva concepción de la vocería exige que su conducta se corresponda con las decisiones que en conjunto, de manera asamblearia, le encomiende su comunidad. El delegado tiene triple compromiso: (i) con su conciencia, (ii) con su comunidad y (iii) con la historia. Por lo tanto, no puede ser pusilánime sumiso que actúe de manera autómata para hacer lo que los demás le indiquen. Tiene que ser un pensador nato. Activo intelectualmente. Un estudioso de los puntos que se van a tratar. No puede ser un estéril o incapacitado para discernir y emitir sus propios juicios.
Por su parte la comunidad (batallón, circunscripción y colectivo) tiene que involucrarse de manera más decida en las deliberaciones del Congreso. Sin temor, sin complejos, sin miedos, sin vacilar por pensar que va a ser descalificada por los burócratas o políticos profesionales (valga decir contrarrevolucionarios). La comunidad tiene que exigirle a su delegado que se mantenga en comunicación permanente y le rinda cuentas periódicas y en asambleas. Oportunidad para evaluar situaciones del Congreso y encomendarle planteamientos acerca del PSUV.
Ambos componentes del Congreso (delegados y comunidad) tienen a su disposición herramientas para el cultivo de las ideas. Por mencionar las que considero están a su alcance inmediato: (i) escuelas ideológicas que sirven para detenerse a estudiar conceptos y tesis que ayuden a inventar el instrumento político del pueblo; (ii) las bibliotecas públicas y de las misiones, que pasan a ser un depósito activo de fuentes inconmensurables de conocimientos; (iii) la Internet que existe como utensilio de investigación y de información instantánea la cual se transforma en una apéndice de uso cotidiano por cualquier individuo creativo; (iv) las conferencias y eventos políticos de difusión ideológica que se convierten en estimuladores de ideas coyunturales para desarrollar estrategias de acción aplicadas a la realidad del proceso revolucionario; (v) los programas de opinión por radio y TV, así como los análisis publicados en los medios impresos y virtuales identificados con la Revolución que conforman un enjambre de juicios para respaldar creencias y afirmaciones en gestación; (vi) el conocimiento intuitivo de la comunidad derivado de las costumbres, hábitos e historia cuya vigencia incentiva el talento creador de la cultura autóctona.
Estas herramientas tienen que ser usadas tanto por el delegado como por la comunidad. El mismo Congreso tiene la obligación de fomentar el uso de ellas y crear sus propio aparato para la investigación, el estudio y la creación. La conciencia crítica se alcanza con base en el conocimiento que conduce al concepto y al juicio. El conocimiento se halla haciendo uso de las herramientas descritas. La conciencia es indispensable para que el Congreso Fundacional no pierda de vista su meta y así parir un instrumento (PSUV) cuya justificación se nutra de los siguientes objetivos: (i) estimular el rol del delegado como pensador; (ii) asumir el Bien Común como esencia del proceso revolucionario; (iii) concebir el cambio de estructura a partir de un nuevo Estado; y, (iv) sustituir la categoría partido político por una nueva que denote la ruptura de paradigma.
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