Sin optimismos necios que apenas sirven para engañarnos a nosotros mismos, el día de ayer el PSUV dio un paso adelante en la conformación de un partido (masas-cuadros) capaz de conservar el poder y transformarlo. La experiencia arrojó muchas más luces que sombras. Luces, porque el pueblo pesuvista demostró su alegría, su entusiasmo y su decisión de protagonizar su propia salvación. Luces, porque se abrió un modo de hacer política protagónica que será de gran importancia a futuro. Luces, porque es sumamente alentador que en un acto de partido se hayan movilizado más de dos millones y medio de compatriotas militantes y eso no es poca cosa. Sombras, todas las esperables.No podía ser para menos, a pesar de la condición inédita de postularse como candidato única y exclusivamente por su trayectoria de vida, su ejemplo revolucionario y como reflejo de un acto personalísimo de conciencia. En consecuencia, sabiendo de que nadie lo haría mejor que su persona ni nadie sería mejor alcalde o gobernador de acuerdo con su propio concepto. Los actos vividos en días anteriores a las elecciones del domingo nos dijeron que no, que algunos aún no se deslastran de aquella práctica adeco-copeyana de ventajismo, trampas, engaños, manipulaciones, etc.
De modo que estamos ante un logro que ni debe negarse ni debemos permitir que nos obnubile. El Libertador, al día siguiente del Congreso de Angostura, el 16 de febrero de 1819, rechazaba el ofrecimiento de ser investido como Presidente de Colombia porque dadas sus ocupaciones militares otro lo podría hacer mejor que él y primero estaba la patria y la revolución que sus posibles logros personales. A esta actitud del Libertador hay que llamarla CONCIENCIA REVOLUCIONARIA. Esa conciencia revolucionaria ha debido dejar casi desierto el número de autopostulaciones. Sin embargo no ha sido así, no sólo muchos se han considerado los mejores y más capaces para llevar adelante la tarea sino que han jugado poco limpio para garantizar que se concretaba la autopostulación. No pasa nada, el cambio más difícil es aquel que toca la conciencia. Somos lo que somos y somos el producto de todo lo que hemos sido, esperar otra cosa es, además de ingenuo, revolucionariamente ineficaz y por tanto intolerable.
La Revolución es un proceso continuo, desde ese punto de vista hemos dado un buen paso. El hecho mismo de que los hoy candidatos deben someterse al cumplimiento de un programa previamente elaborado por el pueblo es ya en sí un paso inmenso. Ahora corresponde dar sentido vital a la razón de ser del partido:
a) La conservación de todas las parcelas de poder en disputa y la conquista para el pueblo de aquellas que hoy nos son esquivas.
b) La difusión y contagio de los grandes valores socialistas a partir de la inserción en el corazón del pueblo, en otras palabras, la construcción de la sociedad socialista objeto de la Revolución.
Se plantean entonces dos de los grandes frentes de batalla que debe enfrentar con éxito el partido. El uno coyuntural y de lejos el menos esencial no obstante su importancia: el electoral. El otro frente es con mucho el más importante para la revolución así como el de más difícil consecución: sin conciencia de clase no habrá revolución socialista. Eso que podríamos con razón llamar la Espiritualidad Socialista no se comunica si no se tiene. Si como decía Albert Camus "los valores socialistas se contagian como la gripe, hay que respirarlos en las narices de la gente", no es menos cierto que sólo podemos contagiar lo que tenemos. Un cuadro pesuvista sin claridad ni conciencia, sin aquella coherencia natural que mana de la razón profunda, no podrá comunicar o contagiar La "enfermedad" que no tiene.
¿Qué significa conciencia de clase o conciencia socialista? Veamos: Significa que se ha experimentado la conversión radical a los valores de vida humanistas encarnados en esa transición al comunismo que llamamos socialismo. Significa que de ninguna manera renunciaremos a unos valores de vida que hemos asumido libremente. Significa que se es inmune a cualquier forma que adquiera la propaganda capitalista. Significa que no se es socialista porque no se ha tenido la oportunidad de ser burgués sino porque radical y terminantemente se ha elegido libremente ese modo de concebir la vida.
Si el partido, ahora mismo, ya, no es capaz de aglutinarse detrás del gran objetivo indiferentemente de las personas que circunstancialmente lo encarnen en este momento consecuencia del acto comicial del pasado domingo, la revolución será letalmente vulnerable a las campañas de propaganda capitalistas. Si cada revolucionario no es capaz de dar la vida por conquistar la victoria haciendo caso omiso del carisma o la falta de él, de la capacidad y trayectoria de los elegidos o de su evidente ausencia, la batalla de noviembre será un angustioso enigma.
Se ha superado una prueba interesante, la conformación novedosa de un partido como el PSUV es sin duda un gran paso. Sin embargo, sería imprudente quedarnos allí contemplando embobados la victoria alcanzada sin sopesar las limitaciones de tal victoria. Ahora se requiere afrontar con conciencia la batalla de noviembre, alcanzar los objetivos y luego, de inmediato, hacer que los candidatos convertidos en funcionarios sean sometidos al más inclemente profetismo. Estos funcionarios tienen que ser los últimos de este tiempo con espacio para el burocratismo irresponsable. Esa conquista –cuya puerta se ha abierto- tiene que consolidarla un pueblo consciente. Esa es la inmediata tarea. Unidad, disciplina revolucionaria y conciencia...esos los atributos y haremos la Revolución necesaria.
¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades.
¡VENCEREMOS!
martinguedez@gmail.com