Generalmente la actividad ideológica es concebida vacía de sustancia práctica. Se le da el mismo enfoque que durante mucho tiempo se le dio a la filosofía: la contemplación. De allí que se ha creído que la labor ideológica consiste en la discusión permanente al margen de la acción práctica y que su producto es la reflexión. Los tiempos actuales de la revolución bolivariana y la permanente acción de la burguesía imperial nos recuerdan lo que señalara Carlos Marx en otro tiempo cuando expresó que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
El imperialismo, ese momento histórico de dominio de la burguesía, ha transformado el mundo. Esto es innegable. Pero lo que también es innegable es que los pueblos, particularmente los del llamado tercer mundo, están insurgiendo con fuerza para darle un sentido humano a las transformaciones que deben hacerse. La filosofía y su consecuencia más terrenal, la ideología son, en consecuencia, algunos de los terrenos del combate que esas dos fuerzas transformadoras libran en el planeta.
Entonces la contemplación y la retórica permanente tienen un espacio interrelacionado con la acción permanente. Nuestro Partido debe tener esto en cuenta para poder darle una salida constructiva a esa aparente contradicción que nos asalta entre la teoría y la práctica. Es cierto que no puede haber acción revolucionaria sin teoría pero también lo es que la teoría revolucionaria debe estar permanentemente vinculada a la acción social. Los revolucionarios y revolucionarias debemos recordar que es en la acción social donde se erige el criterio de la verdad, es allí donde se demuestra la certeza de la teoría.
La revolución bolivariana ha estado impregnada de mucho pragmatismo. Es verdad. Los tiempos políticos a veces no han dado para más. A través de ese pragmatismo se han colado distorsiones que más temprano que tarde se deben pagar. Ya algunas facturas ha recibido el proceso. Pero es hora de darle un “parao” a ambas desviaciones: a aquellas que nos dicen que no hay tiempo para la discusión y a las otras que desvinculan ésta de la acción práctica. Por supuesto que este no puede ser el “parao” de los tanques de la primavera de Praga que termine en algo peor: el autoritarismo. La única manera revolucionaria de detener el pragmatismo y la retórica dogmática, inmovilizante y demagógica, desviaciones ambas alejadas del interés del pueblo, es con la acción organizada y consciente de ese pueblo.
Es ese uno de los papeles más importantes del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Pero la movilización, organización y consciencia revolucionaria del pueblo para su creciente conversión en el sujeto revolucionario que requiere el proceso necesita a su vez de base material. Recordemos a ese otro Comandante de la historia, Fidel, cuando nos indica: “Batalla de Ideas no significa solo principios, teoría, conocimientos, cultura, argumentos, réplica y contrarréplica, destruir mentiras y sembrar verdades; significa hechos y realizaciones concretas”. Esta cita nos ubica en la importancia de darle sustancia e integralidad a toda nuestra acción ideológica.
El imperialismo dedica a su acción depredadora toda una industria y una investigación que encubran y justifiquen la agresión a los pueblos y a la madre tierra. El objetivo es que la voracidad del imperialismo sea tomado como lo más natural del mundo. Todas las formas, de agresión, opresión y explotación imperial cuentan con el diseño de la labor ideológica que pasa por la desvinculación de los pueblos de su historia y de la negación de su identidad nacional, la construcción de falsas realidades y la conversión de pueblos enteros en seres mutantes sujetos a los arbitrios de la maquinaria de la manipulación ideológica. Esa es una práctica cotidianadísima de la acción imperialista. Tan cotidiana que se infiltra entre nosotros y a veces ni lo notamos. A veces nos convierte en agentes de su acción ideológica.
Frente a esa gigantesca maquinaria tramposa, a los revolucionarios y revolucionarias no nos queda otra alternativa que hacer uso del clásico trabajo de la agitación, la movilización y la formación teórica revolucionaria. Pero, contrario a lo que también puede ser creído, ese triángulo integralmente dispuesto es un arma basado en la realidad de la acción del proceso. Debe estar basado en esa realidad.
En consecuencia, el estudio de la realidad multifacética, sobre todo de la realidad social, del impacto del proceso en el seno del pueblo, del desarrollo de las organizaciones populares y sus grados de politización revolucionaria, de los planes en desarrollo del imperio y de todo aquellos elementos constituyentes de la existencia material y espiritual del pueblo son un deber de todas las organizaciones y dirigentes del Partido.
Seguiremos con el tema.