Permítasenos un introito. La Revolución Bolchevique alcanzó el poder gracias a las debilidades de Aleksandr Kerenski. Su desarrollo se vio alterado por la muerte prematura de Vladimir Ilich Lenin. Ese desarrollo posterior está explicado en los texto de Edward H. Carr sobre la Revolución Rusa editados por Alianza Editorial. Pero nos queremos referir a las decisiones de Estado de Joseph Stalin en un ejemplo concreto. El sucesor de Lenin consideró que era importante influir en las bases fundacionales y políticas del Partido Comunista Chino (1920-1927) por intermedio del judío bolchevique Mihail Borodin. Stalin le impuso, a través de decisiones políticas del Komentern, las políticas que sustentaban al Frente Único Democrático (1924-julio de 1927) forzándole a la dirigencia del PCCh a aceptar políticas que entraban en contradicción con las realidades de la política cotidiana china. Joseph Stalin decidió mirando las tradicionales decisiones de la política de Estado de los Romanov. El resultado, conocido por cualquier sinólogo, fue la casi total desaparición del PCCh. Tuvo Mao Zedong que “echar mano” a la Historia tradicional china para rescatar el movimiento revolucionario, diferente y moderno, extraño a los diferentes movimientos campesinos derrocadores de dinastías, para lograr la conquista del Poder revolucionario.
Mao Zedong fue un gran revolucionario y un gobernante con serias deficiencias. Se dice que Mao vivió en permanente revolución, buscando la rápida transformación económica de las anquilosadas estructuras de China, buscando lograr el cambio de las mentalidades bien fuera la confuciana bien la legalista, alcanzar preeminencia mundial y doblegar al “tigre de papel”. Fue con Deng Xiaoping, comisario político del ELP, quien con sus políticas de “inversión extranjera y transferencia de tecnologías”, ha logrado China desarrollar (no desarrollismo) las estructuras del Estado chino, modernizar las mentalidades y consolidar un puesto en el “concierto de naciones” transformándose en un “Poder mundial”.
En ese marco histórico, tanto Stalin como Mao, en reconociendo sus capacidades revolucionarias, independiente de cada criterio, lograron pasar a la Historia con algunas deficiencias. Cabe la pregunta ¿Por qué hombres de tal capacidad revolucionaria cometieron errores que afectaron el desarrollo de la revolución socialista en cada uno de sus países? ¿Serian las debilidades humanas expresadas en la vanidad, la soberbia y la impaciencia? ¡Misterios de la Ciencia! diría el Profe.
Más cerca, en nuestro continente americano, podríamos referirnos a las decisiones de la Organización de Estados Americanos, -OEA-, de expulsar a la República de Cuba del seno de la organización. Tomando en cuenta las diferencias históricas en aquellos tiempos históricos a los vientos que cruzan el continente americano en nuestros días, es necesario precisar algunos detalles importantes. Las negociaciones que llevaron a la decisión final de expulsión, fue un proceso político por demás interesante. No había consenso entre los países miembros pero las políticas de “unidad de criterios” impuesta desde Washington, obligaron, en la práctica, a los países soberanos, a decidir aceptar lo evidente: la expulsión de Cuba de su seno.
Las excusas que se arguyeron fueron: comunismo, gobierno de facto, decisiones soberanas del Gobierno cubano dando “mal ejemplo” a los factores políticos continentales, la “guerra fría”. Pero la lección más importante fue la debilidad en la unidad mostrada por aquellos factores políticos gubernamentales de aquellos países que, oponiéndose a la medida de expulsión, no lograron alcanzar acuerdos precisos que les permitieran consolidar un “bloque de poder” para, por lo menos, lograr una seria y fuerte discusión, a lo interno de la OEA, que permitiera exponer el carácter violatorio de la decisión ya tomada en y por Washington con su política de “guerra fría” diseñada por “Mister X”, según texto publicado por Foreign Affairs.
¿Han desaparecido las bases fundamentales de las políticas que sustentaron a la “guerra fría” en las actualidades presentes? ¿Las decisiones de mantener un equilibrio entre países asistentes a la Cumbre frente a la propuesta de “engagement” de Barack Obama en Trinidad lograran impulsar nuevas ideas, nuevas políticas, nuevas formas de relacionarse? Las realidades de la Cumbre mostraron que la “unidad de criterios” de los Gobiernos de los países miembros impuso una decisión política sobre Cuba que debería llevarse a efecto sobre la base de las decisiones de política interna de los Estados Unidos de América. Es el momento que el Gobierno huésped en la People`s House, como Obama denominó a la Casa Blanca, demuestre que los paradigmas impuestos desde el siglo XIX (1823) de “América para los americanos” que llevó a las costumbres gubernamentales norteamericanos a imponer las tesis de “patio trasero” se transformen en las supuestas nuevas políticas sustentadas en las tesis del “engagement” y nos lleve a esa “casa de vecindad”.
Para que esas supuestas nuevas intenciones del Gobierno de Obama encuentren interlocutores en los países al sur del rio Bravo, es necesario aceptar nuestras propias nuevas realidades que, actualmente, surcan el continente americano. Esas nuevas realidades, en su análisis objetivo, obligarán a los gobiernos continentales a alcanzar acuerdos para lograr que su implementación resulte en beneficios globales continentales. Aislarse es de estúpidos.
Las referidas realidades que se están desarrollando a lo largo y ancho del continente americano han sido catalizadas por los comienzos de la “crisis financiera” seguidas por las decisiones políticas de los países desarrollados de buscar soluciones para el rescate del sistema capitalista en su etapa de “imperialismo globalizado” como ello se observó en el desarrollo de la Cumbre de Londres con el G-20 y sus decisiones objetivas como, por ejemplo, la de rescatar, solventar, consolidar y renovarle el Poder decisorio tanto al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los organismos financieros internacionales regionales contentando a los futuros “nuevos socios” y alegrando a países en desarrollo con los excedentes de las “migajas” del rescate del Poder (Mûller Rojas dixit) que sustentará a la economía capitalista globalizada.
Frente a ese escenario, objetivamente, se deberán tomar en consideración las realidades nacionales que, a futuro, significan las Políticas de Estado de cada país miembro del continente americano. En ese contexto, cabría la pregunta: En esa relación dialéctica ¿cómo deberán actuar los países miembros del ALBA? ¿Cómo deberá evolucionar la Revolución Bolivariana en el marco de las nuevas realidades? ¿Cómo debería consolidarse la unidad de criterios transformados en políticas unitarias concretas frente a las lógicas presiones que significan los desarrollos de los nuevos paradigmas post-G-20? ¿Actuaremos como lo hizo Stalin, imponiendo sus criterios, y/o como lo practicó Mao Zedong, aislándose? ¿Cómo deberemos reaccionar frente a las nuevas realidades históricas tanto en el fondo como en la forma y de carácter globalizado del “nuevo capitalismo”?
Es evidente que el Brasil está caminando por los caminos de transformarse en una “potencia mundial”; su participación en el G-20 y sus decisiones a lo interno del significado global de las decisiones del G-20 así lo demuestran. Pero ¿Cuáles son las debilidades de ese inmenso país en permanente desarrollo? ¿Cuáles sus fortalezas? ¿Cuáles son sus competidores continentales? ¿Cuáles serán sus actuaciones en el Mercosur, UNASUR, acuerdos militares y las consecuencias de sus relaciones con Washington?
China y su gobierno han
desarrollado una política tanto a lo interno como en sus relaciones
internacionales que les ha permitido, paulatinamente, ir ocupando espacios
que le habían sido negados por razones ideológico-políticas. Actualmente,
no solamente ha logrado la modernización de su Estado sino que ha logrado
alcanzar una economía nacional consolidada que le ha permitido a su
población, en un alto porcentaje, elevar su nivel de vida cotidiana.
En su “política de puertos” ha logrado beneficios que se manifestaron
previo, durante y post-Cumbre de Londres; su política hacia América
Latina se ha ido consolidando con políticas de “mutuo beneficio”
y su praxis política internacional está sustentada en los “Diez
Principio de Bandung”. Un desarrollo que nos permite equilibrar actitudes
a futuro.