Manuela la mujer XX

6 de agosto, golpe de medio día, las tropas revolucionarias almuerzan y de inmediato prosiguen la marcha. Cerca de las dos de la tarde, la vanguardia patriota descubre al enemigo, están solo a diez kilómetros de distancia. Bolívar y su estado mayor, se colocan al borde de una colina y observan los pasos enemigos. Canterac no se detiene, continua su marcha, no percibía lo que se le venia encima. Bolívar ordena atacar: la caballería al trote, Manuela recibe la orden de pasar a la infantería. Los realistas son más numerosos, su caballería cuenta con mil trescientos jinetes. Pero la batalla va, la orden ya la ha impartió el jefe.

 

Canterac advierte el ataque y ordena a su infantería y artillería marchar a paso lento, despliega la caballería en líneas de combate. La acción va a ser infernal y Canterac esta seguro de la victoria.

 

Los realistas entran en ataque, lanza en ristre, cargan al galope por el frente y por el franco izquierdo; el choque es terrible; aballoneta calada se acuchillan unos a otros. Canterac ahora esta mas seguro de la victoria. Llegan las cinco de la tarde, los patriotas ceden por el centro. Al ver esto Bolívar, ordena que el ala derecha rompa sus filas y cargue por el centro con refuerzo, esto no lo esperaban los españoles, la fuerza del ataque es un huracán que los va destruyendo, solo bastaran cuarenta y cinco minutos para que la caballería realista corra en desbandada desordenadamente por todas partes en derrota, Bolívar ordena acosarlos, en ese momento cae gravemente herido el General Necochea.

 

Canterac no lo puede creer, tanto así, que en el informe al virrey como parte de guerra le dice: “sin poder imaginarme cual fue la causa, volvió grupas nuestra caballería la que se dio a la fuga vergonzosamente, dando al enemigo una victoria que era nuestra y decidía en nuestro favor la campaña”.

 

Fue imposible para este aguerrido General que con tanta vergüenza hubiese tenido que huir de un enemigo sumamente inferior bajo todos los aspectos y que ya casi tenia derrotada, perdía allí su reputación y ponía en compromiso a todo el Perú.

 

Manuela se batió allí como cualquier revolucionario que luchaba por su libertad y recibió la orden de contar las bajas y ayudar a los heridos. Los revolucionarios tuvieron 45 bajas y cien heridos, mientras que el enemigo tuvo 340 bajas, cien prisioneros y numerosos heridos, totalmente aniquilados desde el punto de vista moral. Canterac perdió casi dos mil hombres que espantados le desertaron. La victoria revolucionaria fue brillante, en la noche, a orillas del lago Junín, se atendían a muertos y heridos y se vigilaban a los prisioneros. Manuela corría entre esos ayes lastimeros, el abatimiento profundo de los vencidos y el alborozo que hervía en el alma de los vencedores. Bolívar ordeno el toque de silencio más temprano.

 

Al día siguiente muy de mañana salieron a prisa para alcanzar a los realistas con el objetivo de presentarles ataques. Junín había sido solo la base para la acción que venia posteriormente. Para Manuela Junín fue su alimento definitivo y aún mas su preparación para lo que la historia le tenia preparado.

 

Canterac y su ejército espantados, tras dura y precipitada marcha, llegan a la ciudad de Cuzco, donde lo espera el virrey La Serna, desde aquel trágico seis de agosto hasta mediados de septiembre. El General Canterac insiste ante el virrey la presencia de refuerzos de unos seis mil hombres, sobre todo para motivar a su caballería. Por su parte los revolucionarios avanzan con seguridad y serenidad ya saben donde esta el enemigo y la disposición es de sorprenderlos nuevamente. Pero ocurren cosas que los historiadores callan, el 24 de septiembre las tropas libertadoras llegan a Huamanga, y se les da un descanso de 30 días, establecen el cuartel general de Chalhuanca, al terminar septiembre se aproximan las lluvias y eso pertuvo las operaciones que se habían preparado.

 

Los campesinos peruanos persisten en hostilizar a las tropas, las cuales responden con agresividad  y entran en el abuso de violar a las mujeres de la región las cuales se encuentran impotentes. Manuela informa de esto a Bolívar quien le responde que nada puede hacer, pues eso es parte del premio a que tienen derecho los guerreros en todas partes y además que lo mismo hacían los españoles con las mujeres nuestras. Manuela calla y comprende la crueldad de la guerra, no se ruboriza ella esta con ellos y los campesinos peruanos se declaran enemigos de la causa.

 

En los primeros días de octubre se presento una desavenencia entre el Libertador y Sucre, al recibir este ultimo la orden de recoger en retaguardia los elementos dispersos, lo que a Sucre le pareció una degradación, pero Bolívar le explica los nuevos planes y le aclara que es la única forma que el General La Mar partiese para Lima para que solucionara el problema urgentísimo de los refuerzos militares, ya que los españoles habían concentrado todas sus tropas y se disponían a batirlos, además tenían que atender ciertos problemas políticos. La resistencia de Sucre y La Mar a este viaje fue completa. En consecuencia y una vez restablecida la armonía, es el Libertador el que toma el camino y encarga del mando general de los ejércitos a Sucre, quien deberá proceder según las instrucciones que reciba desde Lima. Manuela se queda con el ejército. 

(Continuará…) 


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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