La situación política reclama que la Revolución se diferencie radicalmente de la oposición oligarca. Una serie de ataques del enemigo y una serie de errores y debilidades nuestras construyen las circunstancias. Veamos.
Basta revisar la programación de los medios para entender las raíces de la campaña que hoy sufrimos. La programación de los medios transmite una estructura de razonamiento basada en el chisme, en la información hiriente, en la suposición sin ningún asidero real, en desempolvar las intimidades de la farándula, desprestigiar, escandalizar. Existen programas y revistas especializadas en esta conducta.
Las novelas, su contenido y la carnicería mediática a que son sometidos sus protagonistas, son un buen ejemplo de lo que decimos. De esta manera nos adiestran en esta forma de pensamiento.
Es así que, cuando lo necesitan, sueltan por estos canales, antes tallados en el cerebro colectivo, los chismes, las bolas, los rumores que tocan a los líderes revolucionarios, y estos datos son absorbidos rápidamente, creídos, por una mente social entrenada para consumir esta “información”.
Es un fino trabajo psicológico, es un trabajo a largo plazo que tiene a su servicio redes continentales de televisión, a toda la programación de Hollywood, ese gigante de la manipulación mental.
Nosotros lo sufrimos desde hace mucho tiempo, y también muchas veces lo aupamos en la programación nuestra.
En este fino trabajo psicológico se ancla la campaña oligarca, los chismes que lanzan sobre nuestros dirigentes, las mentiras que los sustentan, las exageraciones, etc., fluyen por los surcos abiertos en la mente colectiva en años de trabajo perverso que pasó desapercibido.
Ahora decir que un ministro es corrupto fluye con la misma rapidez que decir que a una artista la vieron en una discoteca con el marido de otra protagonista. El morbo corre igual, nadie piensa, nadie pide prueba, nadie ve las incongruencias. La infamia se da por sentada automáticamente, a eso nos acondicionaron.
¿Qué hacer?
Las revoluciones, y más las pacíficas, deben cuidar diferenciarse drásticamente del campo enemigo, para eso los revolucionarios deben mantener una conducta individual y colectiva austera hasta el exceso, hasta el peligro. Y esa conducta debe ser publicitada, convertida en paradigma.
Esos núcleos de la nueva conducta deben servir de referencia a la sociedad, y también de garantía de honestidad del campo revolucionario.
Es necesaria una campaña que promueva los valores socialistas, y a los héroes de esa conducta, que los hay por montones en nuestras filas.
Muchas medidas se pueden tomar, pero sobre todo hay que dar muestras concretas de que somos diferentes. Esa es la intención de la propuesta de que nuestros diputados inicien en la próxima Asamblea un nuevo parlamentarismo que cambie la imagen heredada de la IV república.
Un corrientazo ético de esa magnitud es la única manera de contrarrestar la imagen que el enemigo nos quiere construir, además espantará a los oportunistas que ven en el Parlamento un instrumento distinto a la labor legislativa.
¡Chávez es Socialismo!
¡El Nobel para Fidel y los Cinco!
¡Irreverencia en la Discusión, Lealtad en la Acción!