Cultus, cultura y hábitos alimenticios

Según los estudios de la pre e historia de los europeos, la mayoría de los pueblos del mundo pasaron de nómadas (vivían de la caza, pesca y recolección) a sedentarios, gracias al descubrimiento de las semillas, pues a partir de allí comenzó el cultus (latín) es decir, el cuidado del campo. Nace de allí el término cultura, de modo que las culturas de los pueblos sedentarios se desarrollaron a partir del conocimiento del cultivo del campo. El conocimiento de la semilla como generadora de comida, fue conllevando a la domesticación de diversos vegetales, lo que fue construyendo y consolidando todo el bagaje cultural de los pueblos asentados. Al sementarse, los pueblos moldearon su quehacer y sentir a la nueva realidad, surgieron nuevas formas de relacionarse, organizarse y dividirse socialmente. Había que laborar la tierra, cuidar el cultivo, cosechar, almacenar el producto; e idear múltiples formas de utilización y consumo de los productos y subproductos de la cosecha. De modo que el cultus dio origen a la cultura y en ella va implícita toda la creación social, sus relaciones, valores, conocimientos, tecnologías, creencias, sentires y quehaceres. Con el devenir, la academia del iluminismo se apropió del término cultura para denotar el cultivo del hombre individual, el hombre cultivado, ilustrado; dejando el término agri-cultura, para diferenciarse de los hombres que cultivaban o cuidaban los campos.

Las culturas desarrolladas a partir del sedentarismo estaban influenciadas por las condiciones geoambientales (latitud, altitud, topografía, clima), pues éstas determinaban qué tipo de cultivos se podían establecer. Pero de igual forma las comunidades nómadas, fueron desarrollando conocimientos, costumbres, hábitos, creencias (cultura) según los espacios geográficos que iban recorriendo. Esto implica que tanto para sedentarios como nómadas, la relación con la naturaleza ha sido muy estrecha, no sólo para originar diversas cosmogonías, si no también para sustentar y concretar sus modos de vida.

Las condiciones geoambientales tropicales (período seco y lluvioso bien delimitados, ausencia de invierno, altas temperaturas y humedad relativa, aporte constante de luminosidad y energía solar a lo largo del año, etc.) producen crecimiento vegetativo durante todo el año; así como una gran biodiversidad, siendo ésta una de las mayores potencialidades de la zona intertropical. Las comunidades originarias al conocer e interpretar la naturaleza tropical obviamente desarrollaron cultus tropicales, domesticaron especies silvestres como el emblemático maíz, aprendieron cómo seleccionarlos, cómo almacenarlos, cómo consumirlos. El aporte de energía radiante constante (sol) a lo largo del año, los llevó a utilizar más plantas permanentes y semi-permanentes, como fuentes fundamentales de su nutrición, a diferencia de los europeos en cuyas latitudes templadas se presentan inviernos y por ello utilizan más cultivos de ciclos cortos como los cereales (trigo) para su alimentación. Es por ello que nuestra alimentación se basó más en la yuca, ocumo, ñame, frutas, etc. También entendió que su ambiente le proporcionaba la posibilidad de utilizar cultivos asociados, a saber maíz, frijol, yuca, papa, ocumo, ñame, piña, aguacate, guanábana o catuche, auyama, ají, etc. sabiduría condensada en el sempiterno conuco. Nuestros ancestros desarrollaron hábitos alimenticios vegetarianos complementados con el consumo de algunos animales de caza, pesca o domesticados, en contraste con la cultura eurocéntrica que consume mucho más carnes (vaca, cochino, chivos, ovejas, pollos).

Para el caso de Venezuela, cultivos como: el maíz, frijol, auyama, ají, cacao, aguacate, piña, yuca, papa, algodón, hierba caracas definieron nuestra cultura aborigen y desarrollo endógeno. Los hábitos alimenticios respondían a lo que se daba o sembraba en los conucos, lo que se criaba, cazaba o pescaba. El ingenio popular se desplegaba a partir de sus realidades y necesidades. El cultus y la cultura eran garantía de apropiación social de los procesos alimenticios, por tanto de la vida y la libertad. El cultus y sus hábitos alimenticios eran para sustentar las comunidades con productos de alto valor biológico, nutritivos, sanos, frescos, accesibles y palatables.

El proceso de sustitución cultural y de mestizaje producto de la invasión eurocéntrica, fue penetrando el cultus y la cultura, llegando a niveles en donde la mayoría de la población mestiza desprecia o ni siquiera conoce nuestro legado ancestral culinario. Son pocos los adolescentes e infantes actuales que han degustado las arepas de maíz pelao o pilao, mazamorra, pan de horno, gofio, palo a pique, etc. Nuestros hábitos alimenticios fueron distorsionados aumentando el consumo de carnes, de trigo, comidas preservadas, enlatadas, frutas exóticas, comidas chatarras, desnutridas, contaminadas. Pero ese proceso también fue enriqueciendo nuestra diversidad gastronómica con plantas tropicales traídas de otros continentes pero de similar latitud. El arroz, las musáceas (plátano, cambures, topochos), son cultivos tropicales, que se dan bien en nuestras condiciones agroecológicas y han sido adoptados por la gastronomía popular actual.

Los procesos de alimentación-nutrición son un acto cotidiano de soberanía alimentaria. Nada se logra ampliando la frontera agrícola, aumentando la productividad, inyectando alta tecnología al campo, trasplantar cultivos exóticos, si el pueblo no retoma el camino de los principios de los quehaceres y sentires culturales indocampesinos, es decir cultura de producción; consumir lo que producimos; cultivar para el sustento y no para la generación de ganancia; alimentarnos para nutrirnos y no para intoxicarnos, producir en armonía con la Madre Tierra, producir y consumir cultivos tropicales, retoma de nuestros patrones de consumo y hábitos alimenticios. Un pueblo con hábitos alimenticios distorsionados jamás logrará su autodeterminación alimentaria y por ende estará condenado al vasallaje. De allí la importancia de retomar el riquísimo acervo culinario propio de nuestra cultura indocampesina (considerada como la conjunción de la diversidad originaria, afro e ibera) y de cultivos tropicales adoptados por nuestra gastronomía.

“No basta con aceptar ser genéticamente “la mezcla perfecta” y mantener un comportamiento meramente eurocéntrico. Aceptar ser mestizo con la diversa carga cosmogónica del indio, del negro y del ibero en igual proporción, es verdaderamente revolucionario” A. Avellaneda


Prof. Univ. Nac. Exp. Simón Rodríguez. Miembro del “COA” Colectivo de Aragua.

ndresavellaneda42@yahoo.com



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Andrés Avellaneda

Prof. IDECYT-UNESR- Miembro del C.A.R.I.A.C.O.

 andresavellaneda42@yahoo.com

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