“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Francamente no me puedo explicar cómo puede celebrarse el segundo centenario de la independencia de México y, al mismo tiempo, propiciar su dependencia.
Calderón se inflama de sentimiento patrio para conmemorar a los héroes que dieron su vida para lograr una nación digna y soberana, pero no se detiene en su afán de entregar el país al extranjero: ante un grupo de inversionistas alemanes se explayó , con absoluta confianza, en asegurar que “su gobierno” hace su mayor esfuerzo para hacer de México el mejor lugar para invertir; dijo aspirar a que sea el mejor lugar del mundo para el capital internacional y, para ello, ofrece a los inversionistas el oro y el moro, la mayor seguridad para su dinero, la mano de obra más barata, las mejores condiciones fiscales y, ante todo, un gobierno dispuesto para servirles.
Calderón y sus compinches del PAN, del PRI y del sector “motherno” del PRD (“motherno” porque vale para pura madre) aspiran a un modelo de país absolutamente dependiente (para nada interdependiente). Están tan absortos en la ya fracasada globalización que no les cabe en la cabeza (o lo que tengan arriba de los hombros) un proyecto de país en el que prevalezcan la identidad, la dignidad y la soberanía, que se inserte en el mundo para beneficio de los nacionales. Son los que, fatalmente convencidos del poderío del imperio, se conforman con ser la colonia favorita, la consentida del emperador. ¿Qué diferencia existe entre el imperio español de 1810 y el yanqui de 2010? Me pregunto y me contesto:
1.- Entonces el gobierno y los empleos públicos eran exclusividad de los españoles peninsulares. Hoy lo son para los mexicanos. Sí, pero los mexicanos que nos dicen gobernar fueron educados en las escuelas gringas y piensan y actúan como gringos.
2.- Entonces la Santa Inquisición sometía las conciencias al pensamiento único: el católico, apostólico y romano; el que pensara diferente era reo de herejía y quemado en la hoguera (¡Anatema!) Hoy son acusados de comunistas, terroristas o narcotraficantes; se les reduce a prisión o al ostracismo. La televisión privada hace las veces del tribunal del Santo Oficio.
3.- Entonces nuestros recursos naturales eran explotados en beneficio exclusivo de la metrópoli. Hoy, con las pocas excepciones de reductos nacionalistas, pasa exactamente lo mismo.
4.- Entonces existía un reducido grupo de beneficiarios del sistema, en tanto que el resto de la población padecía de hambre y miseria. Ninguna diferencia con la realidad actual. En realidad nunca hemos sido cabalmente independientes, aunque los movimientos cuyos centenarios celebramos este año, junto con la epopeya juarista de hace 150 años, fueron momentos históricos de emancipación afirmativa.
El agotamiento del impulso de la Revolución Mexicana, registrado a partir de los años 70 del pasado siglo, devino en un severo recrudecimiento de la dependencia respecto de los Estados Unidos, particularmente a partir de la ignominiosa administración de Salinas de Gortari, cuya política de apertura a una supuesta modernidad sólo significó entrega al exterior, con las consecuencias que hoy padecemos. En el centro del discurso de los políticos adictos al régimen se destaca la competitividad.
En entrevista que hicieron los malandrines Aguilar Camín y Castañeda Gutman, el precandidato priísta Manlio Fabio Beltrones respondió que el principal problema de México es la competitividad, sin lugar a dudas ni a ponderación alguna, para beneplácito de los entrevistadores. Indudablemente que de igual forma han contestado o declarado otros aspirantes a la silla presidencial, incluido, por su propio dicho, Carlos Navarrete, el perredista de la modernidad. En todos los casos, la facultad para competir se finca en el sacrificio del bienestar de los mexicanos, cuya única expectativa se reduce a trabajar como esclavos para que los inversionistas vengan a entregarnos sus generosos beneficios. Celebrar la Independencia tiene que pagar el costo de la congruencia, en términos de luchar por hacerla efectiva.
No en un ánimo de autarquía o de cerrazón al mundo, sino en uno que dé lugar a una sana interdependencia con el exterior; que no implique abyección indigna ni cancelación de expectativas de bienestar. Incluso reconociendo la prioridad que para nuestra relación con el mundo significan los Estados Unidos: la vecindad obliga. Pero, para mejor relacionarnos con ellos, hace falta fortalecer nuestra relación con la América Nuestra y con sus afanes de integración; no como esquiroles al servicio del imperio, sino como miembros de la heredad común. No se necesita ser otra cosa más que mexicanos dignos. Lo demás vendrá por añadidura.
P. D. Poco más de 2000 mexicanos opinaron que Calderón debe acudir al partido inaugural de la Copa del Mundo a Sudáfrica y, por tanto, acudirá. Al 25 de mayo serán más de un millón de mexicanos que le piden a Calderón que renuncie y, en consecuencia, deberá renunciar. gerdez999@yahoo.com.mx