La idea de Comunismo
es difícil de rastrear. Sin embargo, las investigaciones hablan de
dos fuentes posibles: El cristianismo primitivo y otro punto de partida
no menos cristiano, las misiones jesuitas de 1.600, asentadas en lo
que hoy es la frontera entre Uruguay, Brasil y Paraguay. Se trata de
un término que ha corrido la suerte de ser una expresión recurrente
en las luchas de los oprimidos de todos los tiempos. Pensemos por ejemplo,
en las kooinónias (o colonias) espartaquistas surgidas de los pueblos
bárbaros al margen del gobierno de Roma; o las koimas y communitas
organizadas en la baja Edad Media, por los socii, para la explotación
común de la tierra. En el s. XVIII, el término aparece en el
libro, Las Formas de Gobierno, de Victor d`Hupay de Fuveaur, escrito
en 1785, 4 años antes de La Revolución Francesa. El texto influirá
años más tarde, a Gracchus Babeuf, quien fuera uno de los líderes
de la insurrección de La Comuna de París. En su autobiografía afirma,
que “esta forma de gobierno ha sido efectiva en distintos pueblos
de Sudamérica. Allí trabajan juntos en la mañana y juegan por la
tarde”.
Esta frase es casi idéntica a una utilizada por Marx en La
Ideología Alemana. Babeuf es quien plantea rasgar la bandera francesa
y quedarse solo con la franja roja que representaría la sangre del
pueblo llano. Asímismo, empleó varias veces la palabra “comunión”,
“común”, “comunidad” y “comunismo de los iguales”, para
definir el gobierno democrático, ejercido directamente por la gente,
recogido en “La proclama de los iguales de La Comuna de París”.
Se trata de una palabra compuesta: Es como decir, uno con el otro. “Con
y unión”. Es un asunto de etimología pero también de ontología,
refiere a una paridad. Un estar con otro, lado a lado. Afirma Jean Luc
Nancy, historiador de etimología de términos antiguos, que se trata
de una multiplicidad: “Es un uno y otro uno, sin lados y sin partes.
Es como decir “conmigo, contigo”. Una juntura, una unidad, salto
hacia otra cosa. Dicho en términos de Heidegger, un “mit, co” existencial.
Kantienamente hablando, es un estar aquí al lado, con y en términos
de iguales en un “ser de nosotros”, colectivo”, y en ese sentido,
un ser con otro común”. Marx tomó la idea, para postular un
modo de producción de la vida colectiva más allá de la posesión
y de la propiedad individual; como una vivienda, por ejemplo. Separando
lo que de suyo es necesariamente individual de lo que debe ser colectivo,
“allí donde la propiedad sobre la producción aísla y restringe
al interés egoísta”. Marx hablará de la posesión que es propia
del individuo “que podemos llamar persona”, enfrentada a aquel modo
que se “a-propia” del trabajo ajeno por medio del salario, exprimiendo
la fuerza existencial transformada en mercancía; “lo que separa nuestra
condición individual de nuestra condición común, al enajenar ambas
al interés privado de otro”. Se refiere así, a la singularidad de
lo privado, que niega la dialéctica privado-común. Ahora bien, no
se trata meramente de una cuestión de significante y significado.
El
significante generalmente es vacío y flotante. Se va llenando de contenido
en el aquí y ahora. El signo es un paquete abierto al intercambio en
el devenir-acontecimiento de su transcurrir mundano. Va y viene de reenvío.
Por eso, se trata de asumir el compromiso: ¿Qué hacer del comunismo
en adelante? ¿Cómo recuperar positivamente y en términos libertarios,
la carga histórica de errores, aplastamientos, maravillosos aciertos,
de las distintas luchas heroicas, de al menos 300 años de historia
del proletariado? Entonces, el comunismo es Significación ante todo.
Es historia abierta, hacia adelante. Mira hacia atrás para contemplar
aquello que fue, lo que debe ser superado. Recupera la libertad.
juanbarretoc@gmail.com