Creo, si mal no lo recuerde, fue a comienzo de la década de los años noventa del siglo pasado en que fue escrito el libro del comandante Tomás Borge, cuyo título, por lo demás muy simpático y llamativo, es conocido como “Un grano de maíz”. No sé si ese libro tuvo realmente un impacto en la conciencia de los movimientos revolucionarios, en los líderes progresistas y democráticos de América Latina y en los dirigentes proletarios de entonces. No lo sé. Sólo sé que en la actualidad cobra una enorme vigencia no su lectura sino su estudio, su análisis, para recopilar conocimientos y experiencias descritas que pueden servir de guía para la elaboración política en el momento presente. Gracias a la editorial “El perro y la rana”, de manera gratuita, tenemos acceso a esa obra que se fundamenta en una larga entrevista al comandante en jefe, Fidel Castro. Gracias al camarada Ocumare que en una reciente visita que me hizo, me lo regaló con otras dos obras interesantísimas de estudiar en este tiempo: “Venezuela violenta” de Orlando Araujo y “La guerra del pueblo” de Fabricio Ojeda, ambos textos escritos y publicados en la década de los años sesenta del siglo pasado.
Del libro “Un grano de maíz”, podemos decir que todo su contenido, las preguntas y las respuestas, son de un inmenso valor para el conocimiento humano y, especialmente, político. Sin embargo, por lo menos en esta oportunidad, sólo me referiré a un tema de vital importancia que nos ilustra en la precisión de las grandes contradicciones que se mueven y se desplazan en este mundo definiendo líneas políticas estratégicas y tácticas tanto de carácter nacional como internacional
En el libro encontramos, igualmente, conceptos o juicios que –sólo supongo- ya no tienen el mismo valor o la misma vigencia de pronunciación en este 2010 como sí la tuvo en 1990 o cuando se produjo la entrevista. Sin embargo, eso en nada desmerita la riqueza del contenido, pero de ello nada vamos a decir, por ahora, en esta opinión articulista. Pero permítaseme, salvando la distancia y sin ningún interés de polemizar o de contradecir al comandante en jefe (Fidel Castro) que –en mi caso- me lleva más de mil años luz en conocimientos y experiencias y no tengo absolutamente nada que enseñarle, sería interesantísimo que volviese a tocar el tema de la democracia, porque él le responde a Tomás Borges diciéndole: “Creo que para que exista una verdadera democracia tiene que desaparecer la explotación del hombre por el hombre”. Muchos o pocos tenemos entendido que, precisamente, en el socialismo, luego de agotado todo el régimen de la democracia proletaria o socialista en el sentido más amplio y próspero del concepto contribuyendo –entre otras cosas- a la desaparición de las clase y no lo contrario, en la fase comunista no existe ninguna necesidad de régimen político democrático ya que la humanidad ha aprendido, cabal y magistralmente, a administrarse por sí misma sin la existencia de clases sociales, Estado o alguna institución gubernamental clasista. En fin, algunos creemos que la democracia, como régimen político de gobierno, se define desde el punto de vista de clase, donde la más avanzada y liberadora del ser humano es la socialista. La cultura y el arte serán universales y todos los hombres y mujeres, respetando las diferencias de niveles en el conocimiento, serán cultos y cultas. Pero bueno, no es de eso la intención del artículo.
Luego del derrumbe de la Unión Soviética y de la caída estrepitosa del campo socialista del Este, el mundo sintió el vibrar de nuevos cambios que, a la primera percepción de un análisis, venteaban a favor del capitalismo y no del socialismo. El primero encontró despejado caminos que creía tortuosos y que le entorpecían sus políticas perversas y atroces para imponerlas en el mundo entero sin mayores obstáculos.
En ese mundo, distinto a cuando existieron la Unión Soviética y el campo socialista del Este, cobró un valor inmenso el saber ubicar o determinar las más importantes contradicciones que lo distinguían o distinguen del sustituido. Ninguna lucha política se orienta correctamente si no posee la guía que le determinan las contradicciones esenciales del momento histórico, tanto en el plano nacional como en el internacional. La lucha por el socialismo es la cohesión acertada de una línea política que se fundamente en los factores internos como en los externos. Y éstos son, en definitiva, quienes deciden el destino de cualquier proceso histórico en su desarrollo. El socialismo no es simplemente arrancarle el poder a la burguesía. No, eso sería lo más fácil. Lo difícil, mientras perdure el dominio y la hegemonía imperialista del capitalismo en el mundo, es construir el socialismo en países aislados de la economía de mercado; es decir, es imposible construir el socialismo en un solo país sin que ello implique que se deje de luchar por derrocar a la burguesía y asirse los revolucionarios del poder político y ejecutar planes que garanticen el triunfo de los elementos socializantes en la transición del capitalismo al socialismo.
Vamos a la esencia: nadie como Fidel predijo o señaló, con exactitud asombrosa, las nuevas contradicciones fundamentales en el mundo luego del derrumbe del socialismo en la Unión Soviética y en el Este de Europa. Fidel dice: “En la situación del mundo de hoy, la primera y la principal contradicción va a serla contradicción entre los intereses de los países del Tercer Mundo y los intereses de los países capitalistas desarrollados, que se puede definir como la contradicción entre los países del Tercer Mundo y el imperialismo, la contradicción en el terreno económico, pero también en el terreno político; la contradicción entre los países del Tercer Mundo y el hegemonismo de Estados Unidos, aunque esa contradicción va a ser más amplia, esa contradicción va a abarcar a muchos países que no son países del Tercer Mundo”. ¿Acaso esa no es la realidad del mundo actual cuando se nos habla de globalización capitalista salvaje?
Fiel agrega otro elemento importantísimo. Dice: “En este caso, si nos referimos al terreno político, va a surgir una fuerte contradicción entre los intereses del mundo y los intereses hegemónicos de Estados Unidos. Son dos tipos de contradicciones similares y, en parte, comunes, pero diferentes: la contradicción entre los intereses de los países del Tercer Mundo y los intereses de los países capitalistas desarrollados, y la contradicción entre los intereses de los países del Tercer Mundo y del mundo en general, y los intereses hegemónicos de Estados Unidos. Esa es otra contradicción fundamental.”. ¿Acaso eso no es lo que estamos apreciando en la actualidad del mundo?
Después Fidel acota: “Otra importante contradicción que a mi juicio va a surgir, es la contradicción entre las grandes potencias económicas capitalistas, las contradicciones entre los intereses de Estados Unidos, los intereses de Japón y el sudeste asiático y los intereses de la Comunidad Económica Europea. Esas van a ser contradicciones fuertes que van a surgir y se van a desarrollar inevitablemente en el futuro; en condiciones nuevas, porque ahora a los países del Tercer Mundo se suman prácticamente, en la realidad de los hechos, los países de la antigua Unión Soviética y los antiguos países socialistas europeos en la competencia por los escasos recursos financieros del mundo, pues, sin duda, a la competencia entre los países subdesarrollados por los escasos recursos del mundo, se añade ahora la competencia por esos recursos de los antiguos países socialistas de Europa y de los países que integraban la Unión Soviética”. Aunque Fidel no nombró a China, gran potencia capitalista en este tiempo, ¿quién puede demostrar que no sea eso una realidad inobjetable en este mundo actual?
Ahora, no sé si el camarada comandante en jefe, Fidel Castro, esté de acuerdo o no con que existen otras dos contradicciones esenciales de este tiempo y que sirven para caracterizar la lucha de clases en los países del capitalismo desarrollado (principalmente imperialista), de los países del Tercer Mundo como entre los de éste y los primeros. Se trata de la contradicción, elevada a la enésima potencia, entre el pensamiento revolucionario que persiste en la necesidad de la lucha por nuevas y más victorias revolucionarias para desplazar del poder político a la burguesía donde quiera que esta domine, teniendo como bandera el socialismo y el pensamiento reformista que se vanagloria rico en conocimientos y experiencias y que trata de ilustrar al mundo en que el socialismo fracasó, el comunismo es una monstruosidad y el marxismo perdió toda vigencia y, en consecuencia, hay que desistir de las luchas por sustituir al capitalismo, porque lo ideal es perfeccionarlo para toda la eternidad de la vida humana.
Y la otra contradicción, creo decisiva en este tiempo, es la que existe entre la ausencia de verdadera dirección o vanguardia revolucionaria en el proletariado –fundamentalmente- de los países del capitalismo altamente desarrollado y la necesidad de la revolución proletaria existiendo las indispensables condiciones objetivas para la misma y hacer fácil la construcción del socialismo como la primera fase de la sociedad comunista.
El mundo que se vive actualmente llevará las contradicciones de clases y entre naciones a un nivel tan elevado y tan dramático que se manifestarán, con ahínco y con vehemencia, en los conflictos de toda naturaleza entre continentes.