No es necesario ir muy lejos para comprender que los excesos de la llamada modernidad han afectado severamente al equilibrio de la naturaleza; se ha venido elevando la temperatura de la atmósfera; los hielos polares se derriten; por este solo hecho el nivel del mar se eleva y los asentamientos ribereños serán inundados irremisiblemente. La brutal deforestación registrada principalmente en el mundo marginal, hace que los gases de combustión excedan en mucho a la capacidad natural de absorción de los bosques y selvas, con lo que se produce el efecto de invernadero y la elevación de la temperatura. Tampoco hay que ir lejos para encontrar que el maravilloso invento del automóvil y los motores de combustión interna, aportan el mayor impacto en esta materia. La agricultura comercial altamente tecnificada para forzar altos rendimientos, supuestamente para abatir el hambre del mundo, pero que solamente ha saciado el apetito de lucro de las transnacionales, es otra de las graves afectaciones a la naturaleza. Son muchos otros los factores de la depredación que enumeran los especialistas, pero todos ellos se refieren al modo de vida predominante de la sociedad de consumo llevada al extremo del consumismo; esto es, la supeditación de toda la actividad humana a la satisfacción de necesidades cada vez más superfluas. Para mayor complicación resulta que esta distorsión se registra en medio de la mayor de las injusticias: en tanto que una pequeña porción de la humanidad nada en la abundancia consumista, la mayor parte del mundo se debate entre la insatisfacción de la simple necesidad de comer.
Si bien le va al esfuerzo oficial de gobiernos y especialistas oficiales para resolver el problema, habrán dispuesto medidas para comprometer la disminución de la emisión de gases de combustión, pero sin afectar en lo más mínimo al estilo de vida de los poderosos; en todo caso, servirán para que la mayoría siga empantanada en la carencia de lo elemental. Por su parte, el estilo de vida de tales poderosos es el nutriente principal y a la vez sustento del despiadado modelo capitalista de producción; mientras el afán de lucro siga siendo el motor de la economía, las posibilidades de revertir el fenómeno devastador son nulas.
La explicación de la existencia del imperio no es otra que la de asegurarse que podrá seguir devastando al mundo para mantener su estilo de vida y sus comodidades. Igual fue lo que los imperios europeos hicieron en África y en América Latina, continentes arrasados para beneficio de los conquistadores. Hay una tremenda deuda impaga del primer mundo con el tercero: el hambre no es producto de la fatalidad ni designio divino: es el producto de la explotación inmisericorde de los recursos naturales de las colonias. Algún día se tendrá que pagar y todo apuesta a que no será demasiado tarde; por lo pronto la clara declinación del imperio unipolar de los gringos apunta en esa dirección.
Las revelaciones de las intimidades de la diplomacia y de los organismos de inteligencia gringos, aportadas por la página de Wikileaks, no hacen más que confirmar lo más que sabido, pero que al hacerlo en las páginas de renombrados diarios internacionales, miembros del propio clan del poder, adquieren relevancia de incontrovertibles. La Clinton reclama que las revelaciones son criminales porque ponen en riesgo las vidas de funcionarios y socios involucrados; como quien dice: no denuncien al asesino no vaya a ser que lo maten. Me resulta claro que el exceso del poder imperial embota su inteligencia; los trapos exhibidos muestran estulticia pueril en las formas de actuar de los funcionarios del imperio, lejos de ser de real inteligencia pero dan claridad sobre el cinismo con que norman su actuación. Solamente con cinismo de las contrapartes, al estilo muy calderoniano, podrá mantenerse una relación seria con la diplomacia yanqui.
Para mejor comprender el estado de cosas habrá que releer los discursos y artículos de Fidel Castro, de Hugo Chávez y de Evo Morales respecto de ambas vertientes del cambio, el climático y el político, para descifrar el sentido y la orientación de los vientos que mueven al mundo actual. La confrontación es de fondo y su causa es la defensa de la humanidad amenazada de muerte por los estertores del imperio.
También toma cuerpo de razón el giro humanista y moral del discurso de Andrés Manuel López Obrador y del Proyecto Alternativo de Nación. Se reclama una verdadera revolución de las conciencias para privilegiar los valores y la ética, entre las tareas para salvar al mundo y a la humanidad.