Los cambios sociales y políticos que se vienen dando en América Latina, aunado a la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo económico, obligan a una reorientación de la sociedad y el Estado. Como vemos, no sólo es suficiente el cambio de proyecto o modelo establecido como paradigma determinante, sino que también tiene que haber un cambio de actitud y aptitud, como condiciones necesarias. La primera tiene que ver –perdóneseme la redundancia- con el modo, la manera, la forma y la condición de la sociedad y el Estado para asumir ese abrir de ojos que conlleva inevitablemente hacia el valle fértil de la transformación real.
De allí que no hay que pestañar cuando se asumen esos cambios; por ello la segunda condición también es importante considerarla porque se refiere –perdóneseme nuevamente la redundancia- a la capacidad, competitividad, la habilidad y disposición del Estado y la sociedad para empezar a caminar con los ojos abiertos y la mirada fija en la raya de sentencia de las metas establecidas. Por supuesto, siempre habrá fuerzas contrarias que empujan hacia atrás, pero en las dinámicas sociales la voluntad del pueblo es esa fuerza oculta que empuja siempre hacia adelante.
Y yo he querido insistir en la sinonimia para resaltar esa relación supra semántica que nace en la pupila inquietante de los ojos del cambio y del proyecto ideológico que visualizan las sociedades para refundar el Estado. No tiene sentido si el cambio y el proyecto son sólo una mudanza de piel. De allí la necesidad que el mismo sea radical y profundo en el tiempo y la historia inmediata, que no se detenga en la epidermis sino que vaya hasta la dermis para jurungar y desde allí hacer las transfusiones de sangre necesarias que permitan el funcionamiento pleno del cuerpo institucional.
Como ejemplo de historia inmediata podemos referirnos al caso de Egipto, donde ahora mismo, al parecer el pueblo despertó en conciencia revolucionaria para exigir respuestas acumuladas durante décadas. Es cambio lo que exigen en el marco de un nuevo proyecto político y económico. Importante y pertinente es el caso que hemos asomado como referencia porque se relaciona con todas esas manifestaciones que vienen ocurriendo en países de América Latina, fundamentalmente en Venezuela, donde a finales del Siglo XX se dieron todas esas condiciones para avanzar hacia la configuración de un nuevo sistema político y un modelo de desarrollo económico reorientado hacia otros referentes, que están al lado contrario de la teoría del capitalismo. Por supuesto, no referimos al socialismo como esa alternativa valida, donde se puede poner a prueba el arranque de esa nueva visión de Estado.
En el marco de esa historia inmediata, eso es lo que también ha venido ocurriendo en Venezuela, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Nicaragua, donde sus pueblos se han abrazado con mucha esperanza a proyectos liberadores, para marcar el camino del tipo de gobierno y sociedad que se quiere. Manifestaciones que tarde o temprano tienen que darse en el resto de los pueblos del mundo, porque las sociedades no pueden sostenerse en escenarios de ingobernabilidad democrática, generados por el proyecto capitalista.
(*)Politólogo
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