“En el análisis psicológico de las grandes traiciones, encontraréis siempre la trágica mentecatez del Iscariote” Antonio Machado
El mundo anda revuelto en términos políticos, y aquí y acullá, los pueblos se rebelan y se levantan con la dignidad lastimada durante años y con la existencia y la supervivencia en riesgo. No son sólo razones políticas las que levantan las olas de protestas y los actos de insubordinación o insurrección frente a los poderes tradicionalmente constituidos. Están también presentes razones más profundas de carácter económico y social que los impele, aún a costa de vidas valiosas, a expresarse de mil formas para terminar con el vasallaje. Si a todo esto le añadimos las guerras actualmente presentes en Irak, Afganistán y otros conflictos armados internos en otros países, el cuadro es más desalentador.
Las protestas masivas ocurridas en Europa en varios países de esa región privilegiada por su riqueza, a causa de los reajustes financieros y otras medidas impopulares, y los acontecimientos más recientes en Túnez y Egipto, apuntan hacia un hecho cierto, que como dice una frase famosa “algo está podrido en Dinamarca” o algo también parecido que “todo parece estar amarrado con cabuya (cordel) podrida”. En fin, en muchas partes del mundo no se logra un consenso social aceptable y justo, y la tirantez y desencuentro entre gobiernos y gobernados se desatan con fuerza incontenible. Se rompe el compromiso y el orden social, y estalla lo predecible y hasta la insospechado e imprevisible.
Por otra parte, cuando los pueblos se liberan y comienzan un proceso renovador guiados por gobiernos con sentido del porvenir, deben vigilar, y dormir con un ojo cerrado y el otro abierto, si no quieren que sucumban sus sueños ante la puñalada traicionera de las fuerzas internas y externas coligadas por ancestrales designios de dominación y explotación, de las grandes potencias y en especial de los Estados Unidos.
Ejemplos de ambas situaciones están presentes en épocas pasadas y recientes. Pero sólo son legítimas, como sentido esencial de la historia, las acciones y actitudes de los gobiernos que ponen sus esfuerzos, sus fuerzas y recursos a la disposición de los pueblos, el verdadero soberano cuando se trata de la verdadera política democrática y popular.
Muchos pueblos de América Latina, pertenecientes o no al ALBA, se han empeñado en desarrollar una nueva política que implique cambios profundos o trascendentes para los pueblos, y sus gobiernos han descubierto y han puesto en práctica un enfoque nuevo de gobernar para satisfacer necesidades inveteradas y aspiraciones legítimas que han sido parte consustancial a los sueños de dignidad, liberación y felicidad. Por eso, las fuerzas burguesas reaccionarias maniobran de mil formas para revertir los menores y los mayores intentos de independencia y soberanía a la hora de gobernar, y miran hacia el imperio, y no sólo miran bucólicamente, sino que procuran agenciarse el favor y la complicidad y la injerencia en los asuntos nacionales de sus países respectivos y de los bloques nacionales que tienden a garantizar la unidad y la autodeterminación del sur del continente y del Caribe.
Por eso en una ocasión como ésta me vienen a la memoria unas palabras certeras del poeta español Antonio Machado, en ocasión en que la República Española, fuera sometida a la agresión por fuerzas internas y externas, que costó vidas y sufrimientos que nadie podrá nunca contabilizar ni medir en su justa magnitud, no importa el bando en que contendieron.
He aquí las palabras esenciales de Antonio Machado, que bien pueden servir para este hoy convulso de muchos pueblos del mundo.
“Toda vendida a la codicia extranjera: el suelo y el cielo y el subsuelo. Vendida toda por lo que pudiéramos llamar –perdonadme lo paradójico de la expresión- la trágica frivolidad de nuestros reaccionarios. Y es que, en verdad, el precio de las grandes traiciones suele ser insignificante en proporción a cuanto se arriesga para realizarlas, y a los terribles males que se siguen de ellas, y sus motivos no son menos insignificantes y mezquinos, aunque siempre turbios e inconfesables. Si os preguntáis, ¿aparte de los treinta dineros, por qué vendió Judas a Cristo?, os veríais en grave aprieto para responderos. Yo no he encontrado la respuesta en los cuatro evangelios canónicos. Pero la hipótesis más plausible sería ésta: entre los doce apóstoles que acompañaban a Jesús, era Judas el único mentecato. En el análisis psicológico de las grandes traiciones, encontraréis siempre la trágica mentecatez del Iscariote. Si preguntáis ahora, ¿por qué esos militares rebeldes volvieron contra el pueblo las mismas armas que el pueblo había puesto en sus manos para la defensa de la nación? ¿Por qué, no contentos con esto, abrieron las fronteras y los puertos de España a los anhelos imperialistas de las potencias extranjeras? Yo os contestaría: en primer lugar, por los treinta dineros de Judas, quiero decir por las míseras ventajas que obtendrían ellos, los pobres traidores de España, en el caso de una plena victoria de las armas de Italia y Alemania en nuestro suelo. En segundo lugar, por la rencorosa frivolidad, no menos judaica, que no mide las consecuencias de sus actos. Ellos se rebelaron contra el gobierno de los hombres honrados, atentos a las aspiraciones más justas del pueblo, cuya voluntad legítimamente representaban. ¿Cuál era el gran delito de este gobierno lleno de respeto, de mesura y de tolerancia? Gobernar en un sentido del porvenir, que es el sentido esencial de la historia. Para derribar a este Gobierno, que ni había atropellado ningún derecho ni olvidado ninguno de sus deberes, decidieron vender a España entera a la reacción europea. Por fortuna, la venta se ha realizado en falso, como siempre que el vendedor no dispone de la mercadería que ofrece. Porque España, hoy como ayer, la defiende el pueblo, es el pueblo mismo algo muy difícil de enajenar. Porque por encima y por debajo y a través de la truhanería inagotable de la política internacional burguesa, vigila la conciencia universal de los trabajadores.” Sabemos lo que luego ocurrió en España, pero hechos semejantes continuaron y continúan ocurriendo.
Sólo queda concluir con unas ideas. Gobernar no es cualquier cosa, y para hacerlo en forma digna y justa, hay que gobernar con sentido de porvenir, pues ahí radica la esencia de la historia verdadera de los pueblos.
wilkie.delgado@sierra.scu.sld.cu