Los de Europa no habían
parado. La situación, lejos de mejorar, era más crítica. Ante el
estancamiento y los problemas financieros, la OTAN había suspendido
los bombardeos a Libia. Suficientes problemas tenían con sus indignados.
Israel, Japón, Rusia, Brasil y China, tenían también sus indignados.
El tercer mundo había
tomado la delantera. En Suramérica las revoluciones habían permitido
a sus pueblos aminorar los efectos de la crisis. En África los pueblos
se levantaban.
El golpe final fue la
caída del dólar. Instancias bilaterales de todo el mundo se desligaron
de esa moneda: trueque directo y nuevos mecanismos los sustituyeron.
China dio el paso, exigió convertibilidad de su deuda, y cayó con
ella. El Presidente norteamericano dimite. Un intento de golpe es frustrado
por el Pueblo.
Una inmensa crisis sacude
al mundo. Las finanzas se desploman y una nueva economía debe surgir
como parto. Hambre y revoluciones por doquier. Los pueblos arropan a
sus dirigentes, naciendo nuevas instituciones. Las ciudades se autogobiernan
y establecen lazos. La represión se desmonta por innumerables masas,
aún alienadas, pero que intuyen ya el nuevo futuro. Los soldados desertan.
En pocas semanas todo cambia.
La puerta del socialismo mundial, de nuevo cuño, se abre. Nadie lo esperaba de esa manera. 2013 amaneció con una nueva civilización. En las miradas de la gente se ve futuro.