Pongamos un ejemplo: la religión cristiana o católica tiene su sistema de gobierno y cuya sede principal está situada en El Vaticano. El jefe de ese gobierno es el Papa, quien resulta elegido, por todo el resto de su existencia salvo un caso excepcional que amerite desplazarlo, por el cuerpo de cardenales, es decir, por una cantidad de representantes que sólo alcanza el 0, 00002% de la población creyente más monseñores y sacerdotes. Eso, ni en la Tierra ni en el Cielo, es democracia electoral. Pero agreguemos otro elemento muy importante: en las iglesias sólo hablan los sacerdotes, los cardenales, los arzobispos pero ninguno de los asistentes a misas tiene el derecho de palabra para expresar sus puntos de vista sobre lo que los anteriores sostienen, es decir, en las iglesias no existen o no se respetan los derechos a la libertad de expresión, de pensamiento y de juicio. ¡Por favor!, que ningún representante eclesiástico o creyente religoso se ofusque por lo que manifiesto sin faltarle el respeto a nadie ni negarle sus derechos humanos o políticos democráticos y, muchísimo menos, de cultos.. Si ese es el régimen que tiene la religión cristiana o católica y sus millones y millones de creyentes lo comparten, pues, mucho lo respeto pero eso no me niega el derecho a la opinión sobre el tema, porque muchísimos representantes de la Iglesia opinan, por ejemplo, de que el comunismo es la peor dictadura que se conozca en la historia humana y llaman a combatirla y derrocarla o no dejar que triunfe. Y una democracia verdadera es aquella que sabe establecer, incentivar y respetar la libertad de crítica y la lucha de las ideas por la superación de todos los escollos que se le atraviesen en su camino.
Respetando pues a la Iglesia o la religión, ocupémonos de la cuestión política que es donde más se habla y se escribe sobre dictadura. En uno de los días pasados un político boliviano, entrevistado en CNN, le hacía un llamado al mundo a que fijara sus ojos en Bolivia, Ecuador y Venezuela –amén de Cuba-, porque eran Estados dictatoriales que no pueden ser tratados como democráticos. También respetemos el derecho que tiene ese político boliviano a manifestar su ideología y su concepción política. Sin embargo, me perdona ese político y los que no compartan las ideas que expongo, realmente su análisis sobre dictadura es realmente errado aunque parte de su conclusión sea acertada.
Para los capitalistas un gobierno se transforma en dictadura justo en el momento en que cruza la raya de no compartir los designios del capital o del modo de producción capitalista o, de otra manera, cuando entra en desgracia con la opinión pública y afecta la estabilidad del orden o status quo capitalista. Un ejemplo: los gobiernos de Videla, Pinochet, Somoza, Fujimori, Mubarak y otros muy parecidos no fueron dictaduras sino en aquel instate en que por efecto de su criminalidad cayeron en desgracia y no podían seguir siendo avalados y sostenidos por el imperialismo capitalista. Sin embargo, todo gobierno que manifieste su intención o vocación por el socialismo es dictadura de una vez para siempre. Esa forma de analizar o de interpretar las categorías históricas conduce, sin duda alguna, a la deformación de las verdades. Bueno, pedir peras al olmo es cosa del oportunista que sabe que distrayendo la opinión –deformando los hechos- termina vendiendo los olmos en el mercado como productores de peras. Y lo peor o insólito: existen quienes los compran. ¡Allí está el uso y abuso del derecho a la propiedad!
Los capitalistas niegan que sus Estados o gobiernos sean dictaduras políticas y los tienen como expresiones de democracia política. Ellos están en sus derechos que no son los derechos de los pueblos que tienen visión de emancipación social. En cambio, el marxismo es sincero aunque muy duros sean los conceptos que propaga. Engels decía que nada es más autoritario que una revolución y eso lo comprueba mucho más que una revolución proletaria las políticas que hubo de imponer la revolución burguesa francesa de 1789 para poder consolidarse y no dejarse arrebatar el poder político por los señores feudales y la alta jerarquía de la Iglesia e. incluso por los sectores políticos que representaban los intereses del pueblo francés en contra de la burguesía. No nos olvidemos que en el caso de Francia, fue la pequeña burguesía, donde destacaba el camarada Robespierre, quien hizo posible la estabilidad del triunfo del capitalismo sobre el feudalismo. Ese fue quien dijo que a los pueblos no les gustan los misioneros con bayonetas.
¿Por qué el marxismo es sincero? Marx y Engels jamás dejaron de hablar o de escribir sobre la necesidad de la dictadura del proletariado como sistema o régimen político transicional que debe garantizar democracia verdadera para el pueblo y dictadira sobre la burguesía y, especialmente, contra los sectores que traten de reconquistar o arrebarle el poder político al proletariado por medio de la violencia. ¿Acaso la burguesía y sus gobiernos no le echan plomo parejo a los que traten de despojarles del poder político? ¿Acaso el imperialismo capitalista no hace sus intervenciones militares en los asuntos internos de otras naciones a sangre y fuego? Sin embargo, tanto Marx como Engels y cuestión que jamás ha sido planteado por algún ideólogo del capitalismo, la dictadura proletaria debe extinguirse en el propio régimen socialista con la desaparición de las clases sociales. Lenin, que fue un intérprete ideal y acertado de la doctrina marxista dijo: “El proletariado necesita del Estado, todos los oportunistas lo repiten, pero olvidan añadir que el proletariado sólo necesita un Estado agonizante; es decir, que comience inmediatamente a agonizar y que no pueda dejar de agonizar”. Y esa agonía del Estado, para Lenin, empeza una vez que se expropia a los expropiadores. Y para que haya dictadura política se requiere, como condición sine quo non, que exista Estado. Ahora, lo que no puede pretender o exigirle la burguesía al proletariado para que le demuestre que su gobierno no es dictadura política es que, inmediatamente de llegar al poder político, decrete, bajo juramento religioso, que no creará fuerzas armadas y policiales para defenderse de los ataques de fuerzas políticas y sociales que busquen restaurar el régimen político capitalista. El camarada Engels lo dice en otras palabras: “Cuando desaparezcan, al mismo tiempo que el dominio de clase y la lucha por la existencia individual engendrada por la anarquía actual de la producción, los choques y los excesos que nacen de esta lucha, ya no habrá nada que reprimir, y la necesidad de una fuerza especial de represión no se hará sentir en el Estado”.
Todo político tiene conocimiento que su lucha no es la de los argumentos o de las bellas y plácidas palabras amorosas. No, sabe que la lucha política es una cuestión de intereses –especialmente económicos- y de fuerzas sociales. Las mentiras pueden ser adornadas con todos los trucos de la imaginación, pero las verdades no, porque éstas no pueden despojarse de las rudezas e incluso crueldades que son hasta inevitables en los hechos. Nada mejor que el Estado lo refleja. Una revolución es una gran devoradora de energías individuales y colectivas. Así lo dijo el camarada Trotsky, quien mucho sabía de ello.
A los que les gusta, por una u otra razón, andar criticando, rechazando condenando todo lo que huela a dictadura desconociendo que este mundo, fundamentado en lucha de clases como el motor de la historia, no puede concebirse sin Estado, éste sin gobierno y éste sin dictadura política, Eso lo dice, con la mayor sinceridad el marxismo mientras los ideólogos burgueses esconden o niegan lo que les conviene para sólo decir y condenar lo que no les conviene. ¿Saben qué dice el marxismo sobre dictadura política incluyendo la del proletariado y que a cualquier oído receptivo resulta algo terriblemente cruel? Esto: “La dictadura expresa la barbarie pasada y no la cultura futura. Impone necesariamente rudas restricciones a todas las actividades, comprendida la actividad espiritual” (Trotsky). Mejor dicho: no puede concebirse la idea de un gobierno que no sea dictadura política mientras existan las clases sociales. Entonces, de acuerdo a la ciencia y las realidades objetivas actuales y no a la voluntad de una noble imaginación, si existe dictadura en Bolivia, en Ecuador, en Venezuela y en Cuba lo cual conduce a creer que, lo lógico pensarlo, igualmente existe en el resto de naciones del planeta. Que no sean idénticas, que unas defiendan intereses por otras sostenidos, es otra cosa, pero de eso nada habló el político boliviano entrevistado en CNN. Más bien: defendió a Estados Unidos.
Bueno, para finalizar sobre dictaduras, digamos algo sobre simplemente la familia. En ésta también existe dictadura a su manera. El dictador es quien mantiene el hogar; sus condiciones son las que se imponen sea alguien que dependa de la riqueza que obtenga explotando obreros o sea un proletario que devenga un mísero salario por su trabajo explotado. El rico tiene todo un personal que le trabaja en su casa y ninguno de sus integrantes opina de lo qué debe hacer el rico con su dinero ni tampoco cómo o en qué gastarlo o distribuirlo. Eso una dictadura, porque incluso tampoco lo consulta con su mujer y sus hijos. Por lo general es así y no de otra manera. Lo mismo hace el obrero con su salario sin que tenga empleados en su hogar. Eso es dictadura. Por eso el socialismo tiene un concepto distinto de familia al que tiene el capitalismo. Ahora bien: si un padre es quien trabaja y mantiene a su mujer y sus hijos y siempre hace reuniones con ellos para estudiar la situación que viven, cuáles son sus principales necesidades, de qué forma deben distrubiur su suelo o en qué gastarlo, entonces, tenemos allí una dictadura que funciona al servicio del bienestar de toda la familia y ejerce la mayor democracia política posible en su hogar. Incluso, aunque nos asombre, un niño o una en un hogar ¡cosa maravillosa y digna de todos los amores y todas las solidaridades!, en el capitalismo, ejerce una dictadura hasta cruel contra sus padres y, fundamentalmente, contra la madre, precisamente, porque no se crean instituciones verdaderas y sociales para fomentar la liberación del sexo femenino. El socialismo sí lo hace.
El socialismo, lo dice Trotsky y tiene razón, “… significa relaciones desinteresadas entre los hombres (agreguemos y mujeres), una amistad sin envidia ni intriga, el amor sin cálculos envilecedores”. Y en la fase que Marx llama comunista estará caracterizada por la desaparición del último espectro de la necesidad y de la desigualdad material. ¿A quién se le ocurriría, en ese género de vida, hablar de política y, especialmente, de dictadura? A nadie.