El Estado chino es quien mejor aprovecha las contradicciones y realidades del capitalismo para su beneficio capitalista y eso nada, por ahora, tiene que ver con socialismo. Luego de los experimentos fracasados, muerto Mao y aniquilada la conocida “banda de los cuatro” (encabezada por la esposa del gran timonel), Hua Guofeng y, especialmente, Deng Xiao-ping encontraron tiempo y espacio para aplicar reformas económicas para abrirse camino en el mercado mundial y revisar lo que los chinos y el mundo denominaban “maoísmo”. Fundamentalmente, Deng Xioa-ping, se había convencido que el capitalismo desarrollado estaba intacto y con amplio dominio en la economía de mercado, que no existían condiciones objetivas internas para desarrollar el socialismo y que escaseaban las condiciones subjetivas –especialmente en las naciones imperialistas- para el triunfo de la revolución proletaria en las mismas, lo cual hacía imposible la construcción socialista dentro de las fronteras geográficas chinas.
Nadie como Lenin, en 1918, se había dado cuenta que si no triunfaba la revolución proletaria en un país tan desarrollado –para ese entonces- como Alemania, era como imposible que la revolución rusa se mantuviera en el poder. De allí que el gobierno bolchevique concentrara sus mayores esfuerzos y sacrificios en alentar la posibilidad real de la revolución proletaria en Alemania y que, lamentablemente, no se logró. Eso de creer que no debe mezclarse el factor internacional para la construcción del socialismo es, según connotados marxistas como buenos entendedores del marxismo y del comunismo, una expresión enfermiza infantil del izquierdismo. Absolutamente nadie pone a disposición de un Estado revolucionario lo infinito del tiempo para que lo utilice a su gusto y placer. Trotsky nos dice que la “… dinámica de la lucha, en la cual el enemigo se aprovecha de cada error, de cada falta, y ocupa cada pulgada de terreno no defendido, resuelve la cuestión”.
Lenin fue un político visionario de esos que jamás le esconden la verdad, por muy dura que sea, a su pueblo. No habiendo triunfado la revolución en Alemania, habiendo fracasado el intento de llevar la revolución a Polonia, el camarada Lenin reconocía en 1921 que Rusia, en el dominio de la economía, seguía retrocediendo pero que era fundamental continuar manteniendo la línea de conducta de conjunto. Para Lenin, si la revolución no se producía en otros países la Rusia revolucionaria no podría resistir victoriosa ante una Europa capitalista conservadora y si le agregamos el imperialismo estadounidense, peor aún. Lenin decía el 7 de marzo de 1918, lo siguiente: “Es una lección, pues no cabe duda alguna de que sin la revolución alemana pereceremos”. Una semana luego, decía: “El imperialismo universal y la marcha triunfal de la revolución social no pueden coexistir”. Unos pocos meses después, sostenía: “El hecho de estar atrasados nos ha empujado hacia adelante, y pereceremos si no sabemos resistir hasta el momento en que encontremos el poderoso apoyo de los obreros insurrectos de los otros países”. En 1919, decía Lenin: “Vivimos no en un Estado, sino en un sistema de Estados; no se puede concebir que una república soviética exista durante largo tiempo al lado de los Estados imperialistas. En fin de cuentas, una u otros vecerán”. Lenin subrayó, para darle importancia capital, los términos: “pereceremos”, “insurrectos”, “concebir” y “largo tiempo”. La república soviética pereció, no se produjeron insurreciones de obreros, los dirigentes soviéticos al mando del Estado (luego de muerto Lenin) no concibieron esa posibilidad y la república soviética no se sostuvo largo tiempo, porque seis o siete décadas para un modo de producción (aunque la marcha de la historia a veces se puede medir en pocas décadas) es mucho menos que un mes para un feto en el vientre de su progenitora.
Lenin el 7 de abril de 1920, y tal vez los dirigentes chinos actuales se han guíado por ello aunque no lo hayan leído, hizo una alerta como recomendación para los revolucionarios: “El capitalismo, considerado en su conjunto mundial, continúa siendo más fuerte que el poder de los soviets, no sólo militarmente, sino también desde el punto de vista económico. Es preciso partir de esa consideración fundamental y no olvidarla jamás”. Fijémonos bien en lo que subrayó Lenin.
Tomando en cosideración lo anterior, se sabe que el Estado chino abrió sus piernas y sus brazos al mercado mudial, al capitalismo mejor dicho. Actualmente ha ganado espacios en la economía de mercado que ni se imaginó Deng Xiao-ping como, igualmente, en el campo del capitalismo hasta el punto que es el comprador de las deudas del Estado estadounidense y posee recursos para comprar deudas de otros países como ya lo han manifestado las autoridades chinas. Bueno, eso ni siquiera podía ser pensado por el camarada Mao quien, por el contrario, hubiera estimulado el hundimiento definitivo de los imperialistas. El Estado chino hace lo que nunca se han atrevido hacer los Estados imperialistas: realizar obras –con capital chino- en muchas naciones a cambio de riqueza natural y, especialmente, por petróleo que luego comercializa a precio muy superior a los de la OPEP. ¡Allí está el gran negocio y la gran ganancia!
China se ha convertido en el primer productor mundial de mercancias que no sirven para ayudar a idustrializar o desarrollar otras naciones pero que sí son utilizables por millones y millones de personas. Y los precios de venta son mucho más baratos que las producidas en naciones de capitalismo altamente desarrollados, aunque no son comparables en la calidad. Eso permite una entrada de cuantioso recurso monetario como para que el Estado chino imponga condiciones favorables a él en tratados comerciales con otros países, incluidos los imperialistas.
Nadie tiene derecho de criticar o de arrecharse porque en China no se haya construido el socialismo. Esto es lo más imposible o es lo más utópico de realizar en el contexto interior de las fronteras de un solo país. El capitalismo en su conjunto mundial sigue siendo no sólo dominante sino mucho más poderoso que todos los Estados que actualmente tienen como meta el socialismo y, especialmente, cuando éstos no deben aislarse del mercado mundial. Lo que podrían criticar, aquellos que se sientan con autoridad para ello, es que se siga diciendo que China es socialista o comunista cuando en verdad es capitalista de pies a cabeza, por los cuatro costados y en todo su contenido interior. Y no puede ser de otra manera mientras el proletariado –fundamentalmente- no se decida a concebir su revolución como algo internacional, sin fronteras como realmente lo exige el socialismo, aunque ello no es una negación que donde haya condiciones (objetivas y subjetivas) para arrancarle el poder político a la burguesía deje de hacerse como paso para entrar en el período de transición del capitalismo al socialismo.
La fracasada “revolución cultural” en la China del camarada Mao Tse Tung, dejó secuelas muy dolorosas y traumáticas para el pueblo chino. Toda revolución proletaria que aplique una política irracional de cacería de brujas, confundiendo la leche con la manteca exprimiendo demasiado la teta, prepara su propia sepultura como toda revolución proletaria que le de la espalda, actualmente, a las reglas del mercado mundial, pone a su pueblo a merced de la miseria, porque el socialismo se construye es sobre el nejor legado del capitalismo de carne y hueso y no vivimos en un reino donde sólo conviven las almas que ya han abandonado el cuerpo material para ser felices al lado de un Dios que nunca nadie ha podido mostrar una sola prueba de su existencia mientras que de su no existencia están llenas y bien explicado las páginas de las ciencias naturales y sociales. Asesinar a un camarada o una camarada porque se enamore de una mujer o de un hombre que no comulgue con las ideas de Marx, es un crimen de lesa humanidad. Y eso hacía la “revolución cultural”. Prohibir la música clásica, acusándola de arte burgués, es como prohibir a los marxistas la lectura “Don Quijote de La Mancha”, alegando que ese loco corrompió tanto a Sancho Panza que de materialista lo transformó en idealista. Eso hacía la “revolución cultural”. Eso es un crimen ideológico.
Si alguien en este planeta ha llegado a tener la mayor claridad de entendimiento de la realidad internacional y nacional ha sido la dirigencia del Estado cubano. Presionado por los factores del capitalismo mundial, el derrumbe de lo que se conocía como campo socialista, el nacionalismo y pragmatismo extremos del proletariado de las naciones imperialistas y de capitalismo desarrollado, el bloqueo económico aplicado por el Estado estadounidense, no producción de revolución proletaria en naciones desarrolladas, han obligado al gobierno cubano a establecer políticas económicas de carácter de capitalismo (y no precisamente avanzado) que se creyeron fueron superadas para siempre. Quienes critican a la revoluciñón cubana y, especialmente, a Fidel por no haberse alcanzado la construcción del socialismo en Cuba, están totalmente errados. Lo que está haciendo el gobierno cubano, en este difícil momento de su historia, es lo correcto. De lo contrario, todos los logros obtenidos por la revolución se vendrían abajo. La línea de conjunto se mantiene pero nada que se producen revoluciones proletarias en el capitalismo desarrollado. De esto no hay que olvidarse ni un solo segundo para juzgar a la revolución cubana y sus fundamentales líderes.
Bueno, todo lo anterior para llegar a lo exquisito del “socialismo” chino. Un alto empresario chino, dueño de importantes negocios privados y actualmete legitimado en la Constitución de China, nada más y nada menos como para indicarnos que lo más sabroso del mundo se encuentra para siempre en el capitalismo, compró una botella de whisky por la pequeñísima suma de 150 mil dólares que en bolívares fuertes serían 675 mil y en el mercado negro 1 millón 350 mil. Sesenta y dos años tenía añejada la botella de whisky escocés de la empresa Dalmore. Consumir –que es un lujo y no una necesidad del organismo humano- ese whisky, sólo se lo puede dar un super millonario que no tiene sentimientos humanitarios y le importa un pito el hambre de miles de miles de niños en este mundo o, más concreto, de las apremiantes necesidades de gente del pueblo chino. Y como para corroborar ese “socialismo” chino por lo exquisito para los ricos también se dio un caso de una persona herida en una de sus manos y le fueron cogidos unos puntos para cerrarle la herida, pero cuando le cobraron, el paciente no tenía con qué cancelar la cuenta, por lo cual el médico, muy disgustado, le tomó la mano y le retiró los puntos dejándole nuevamente la herida abierta. ¿Es eso socialismo o capitalismo perverso? El pueblo chino y su gobierno tienen la respuesta.