El espíritu
y alma del pueblo venezolano no requiere de muchas explicaciones para
descifrar las perniciosas intenciones del imperio norteamericano y sus
acólitos para con nuestra patria venezolana. Nuevamente los poderes
imperiales y sus cancerberos consideran que Venezuela es uno de sus objetivos
futuros para invadir. Es la misma dinámica milenaria de las potencias
para acobardar a los pueblos en su justa liberación. Hay que ver el
descaro de los halcones y sus perros de caza, refiriéndose a nuestro
pequeño pero noble país, gigante en dignidad y soberanía. En definitiva
la principal preocupación del imperio es que la patria venezolana se
consolida cada vez más en su visión y actitud soberana, especialmente
cuando se ha certificado a nuestra nación como la primera reserva internacional
de petróleo del mundo, con aproximadamente 300 mil millones barriles;
lo que amerita fortalecer nuestra defensa y seguridad ante las apetencias
de esta maquinaria de guerra y gran glotón consumidor de hidrocarburos.
Lo más neurálgico es que esta situación difícilmente cambiará en
las próximas décadas, porque los pronósticos económicos no son nada
halagüeños para las naciones imperiales de Europa y Norteamérica.
Nosotros respetamos al pueblo de los Estados Unidos y de la Comunidad Europea con
sus problemas y circunstancias; no obstante solicitamos a la ONU en su
precaria vocería, dejen que los pueblos del mundo vivamos en concordia.
En julio de 2011 conmemoramos hermosamente el Bicentenario de nuestra
independencia. Después de 300 años de dominación colonialista, en
ese momento epopéyico una generación asumió el liderazgo de todo
el pueblo con los matices sociales tan diferentes y contradictorios
de esa época. Era cierto que en la colonia, las profundas divisiones
de clase atentaban con el espíritu de independencia; de hecho las más
crueles batallas se dieron entre llaneros y esclavos nacionales contra
la misma población caraqueña y oriental que abrazaban las ideas independentistas.
La visión del Padre Libertador y su sensibilidad social captó estas
profundas divisiones, y orientó el devenir de la lucha. Inexorablemente
la humanidad avanza hacia mayores niveles de participación e inclusión.
Es necesario que se construya un nuevo pacto ético de la humanidad
y que realmente se sustenten en una cultura de la paz y la vida. La lucha
por la fuerza y la razón nunca podrá justificar la destrucción y
la muerte de los seres humanos y los pueblos, la floresta y la fauna.
La voz del humilde Pastor de Galilea sigue vigente por la construcción
de una civilización centrada en el amor y una cultura de la paz. Tenemos
suficiente moral para exigirle a las Naciones Unidas y a todos los países
firmantes de las resoluciones guerreristas, que nunca habrá justificación
imperial para atacar y matar a ninguna población. Todos los barriles
de petróleo y todos los millones depositados en los bancos del mundo
no justifican la muerte de una sola vida; para Venezuela no es cuestión
de apariencias, el clamor de nuestra patria es por la paz y libre auto
determinación de los pueblos. Los abuelos aborígenes se batieron como
los buenos contra la invasión europea, para luego convivir en relación
multiétnica con nuestros ancestros afro descendientes. Por supuesto
que no fue una historia rosa, ni angelical, menos de avenencia o conciliación.
Nuestro legado de hermandad y amante de la paz como pueblo mestizo,
se ha construido a partir de sacrificios y dificultades, de cruentas
guerras y abominable matanzas, de dominación y luchas, de confrontación
primigenia contra invasores, de dominación clasista, colonialista y
esclavista, de guerras civiles y de una esplendorosa emancipación y
ahora liberación. Tenemos un génesis republicano de lucha, solidaridad,
tolerancia y cooperación; somos un pueblo que no ha guardado rencor,
ni odios hacia nadie por nuestros trances, holocaustos y conflagraciones;
al contrario hemos tenido el talante y madurez para superar los insondables
prejuicios contra quienes han sido nuestros enemigos y adversarios.
Venezuela es una tierra de gracia y honor para abordar estos delicados
asuntos de conflictos bélicos sin ninguna vacilación; cimienta su doctrina
de Estado en la conciencia, ideas y acciones de nuestros libertadores
y ciudadanos ilustres como el valiente perpetuo Simón Bolívar, el
universal Miranda, el Abel de América Sucre, el maestro eterno Simón
Rodríguez, la heroica Luisa Cáceres entre centenares de hombres y
mujeres combatientes e insignes patriotas. Es una exigencia telúrica
legítima del polvo y barro de nuestros ancestros; Es un canto hierático
de la sangre derramada por amor a la libertad. Es nuestra Utopía, es
parte de nuestros sueños en esta convulsionada humanidad. Cada oficial,
soldado y marinería que surcan a diario el suelo y aire patrio, ríos
y mares, posee en su alma y espíritu, la sabia hierática de este pretérito
glorioso. Hoy en sus unidades, tanques, buques, submarinos y aeronaves
están prestos ante cualquier intención imperial. Eso lo sabemos, el
próximo enemigo de la patria vendrá por el mismo mar de la conquista,
con potentes naves como ayer. Somos una pequeña nación grande en dignidad
y soberanía. Ahora, aquí los estaremos esperando con la sabiduría
del tiempo, el espíritu de nuestros antepasados, con el favor y gracia
del Dios de los Ejércitos. Somos seres amorosos y pacíficos, mezcla
con herencia aborigen y magia africana. Somos hijos de libertadores
y no de opresores. ¡Viva la heroica resistencia patriota del pueblo Libio!
¡Viva la autodeterminación de los pueblos! ¡Viva la patria bolivariana!
¡Viviremos y Venceremos!