Theodor Adorno, http://j.mp/uoB2L4
¿A qué civilización pertenece el linchamiento de Gadafi?
No me gusta demasiado el viejo antagonismo civilización/barbarie; en cambio me es más útil la diferencia establecida por Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie. Bárbaro es un exónimo peyorativo que usaban los griegos para decir que los extranjeros hablaban diciendo «bar-bar-bar», de donde también viene el exónimo berebere. Algarabía es la 'gritería confusa' de los árabes, según el Diccionario de la Real, y por ello merecen la muerte. El linchamiento de Gadafi viene de lejos.
Entenderemos por civilización en este artículo el saber a qué atenerse. Saber que si robo y voy preso tendré un juicio justo. Que solo el Estado tiene el monopolio de la violencia, que no hay crimen por nefando que sea que merezca un linchamiento que avergonzaría al mismo Ku Klux Klan. Insisto: ¿Quién me porfiará que se vale asesinar a alguien como a Gadafi? Casi se la hacen a Rodríguez Chacín. Sí: me porfiaría una bárbara, Hilaria Clinton, que se rio y no con su sonrisa plástica a lo MariCori o Piñera, sino con una risa fresca y sincera. Sí, la sinceridad puede ser sórdida. ¿Te gusta esa actitud? Si es así, te ruego civilizadamente no leerme más nunca. Cuentan pésimas lenguas que la princesa Herodías se rio de la pasión de Cristo. Tan nefando ejercicio le valió vagar por el mundo sin poder morir, como el Holandés Errante.
La clásica dicotomía civilización/barbarie se basaba en la premisa de que aquella es europea, blanca y de trato, y que los bárbaros son los mestizos; ni hablar de negros e indios. O de chinos. ¡Dígame árabes! O sea. Por eso no me gustan esos términos, pero no hallo otros en esta emergencia. Porque ahora la dicotomía se invirtió: la civilización no es solamente caucásica. No toda la gente blanca es bárbara, claro, porque también la hay Indignada que se queja de la barbarie de sus gobernantes, que a veces tienen genes africanos como un Nobel que yo sé, es decir, quienes inventaron perversidades como el «bombardeo humanitario», quienes exterminaron a Sirte con todo y vecindad para «protegerla» del «dictador» Gadafi. Pongo «dictador» entre comillas porque hasta ahora nadie me ha dado pruebas específicas de que Gadafi fuese eso. Y mire que he preguntado y mire que no me han respondido. Como dice Fidel: «Habrá que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia» (http://j.mp/u1vDzc). Fuere lo que fuere, ahora sus asesinos tendrán que cargar con él como mártir, como Allende, el Che, Lumumba, Caamaño, Mariana Pineda, Anacaona, Nguyễn Văn Trỗi.
Estamos frente a la barbarie. No allá lejos sino con el friíto de la puñalada en las costillas: la barbarie de negarse al Censo o a los bombillos ahorradores. La del decreto esperpéntico que nos propinó la escoria política en el Salón Ayacucho el 12 de abril de 2002, la máxima producción intelectual de la barbarie venezolana, ignorante, embrutecida. Está en: http://j.mp/qGJM5I.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com