Intervención de Santiago Alba Rico en el encuentro con Fidel celebrado el pasado 10 de febrero |
Yo soy uno de esos europeos desamparados que desde hace muchos años viene apoyándose en Cuba, por las razones que usted acaba de resumir muy bien, porque es quizá el único país del mundo cuya política se basa en principios éticos, en un internacionalismo desinteresado y en una verdadera protección de los derechos humanos.
Pero en este caso yo no querría hablar como intelectual europeo, sino como árabe y norteafricano de adopción. Yo hace 20 años que vivo en el mundo árabe, primero en Egipto, ahora vivo en Túnez; he vivido allí la llamada primavera árabe, el arranque de estas revueltas que sacuden la región, y quisiera unirme un poco al llamamiento que ha hecho mi admirado amigo Atilio Borón, en el sentido de no olvidar a los pueblos que en el mundo árabe en estos momentos se están rebelando en nombre de los mismos principios que Cuba ha defendido siempre: la dignidad, la libertad, la justicia.Quiero insistir en que, quizá, se ha escuchado poco desde América Latina a esos pueblos, y a las fuerzas y organizaciones amigas, afines, progresistas. Recuerdo, por ejemplo, que hace apenas un mes y medio, entre el 14 y el 17 de diciembre, se celebró en Beirut una reunión de fuerzas y organizaciones marxistas del mundo árabe, allí participaron 22 organizaciones marxistas, entre ellas el Partido Comunista Libanés, anfitrión de la reunión; el Partido Comunista Sudanés, el Partido Comunista Egipcio, el Frente Popular de Liberación de Palestina, Vía Democrática de Marruecos, Voluntad Popular de Siria, Corriente de Izquierda Marxista iraquí, y otras fuerzas y organizaciones marxistas del mundo árabe.
Los debates que, desgraciadamente que yo sepa, solo están recogidos en árabe, son verdaderamente interesantes. Pero, en cualquier caso, se puede leer un comunicado que yo mismo traduje para rebelión.org, el comunicado final de esta reunión, en el que, por supuesto, se insiste como prioridad en los peligros que representa para el mundo árabe y para el Próximo Oriente, para el norte de África, una intervención extranjera, una intervención imperialista y neocolonial, pero no deja de apoyar todos estos movimientos populares que buscan transformaciones radicales en favor de un mayor nivel de libertad y de justicia en el mundo árabe.
Yo lamento que ninguna de esas fuerzas esté representada hoy aquí en este encuentro, porque me da un poco de vergüenza tener que ser yo, después de todo, un norteafricano solamente de adopción, el que trate de trasladar esa voz que yo creo que no se ha escuchado suficientemente.
Dicho esto, querría decir solamente dos cosas más: la primera, porque creo que a usted, Comandante, le interesaba en términos muy concretos el papel que ha jugado Internet en las revueltas árabes.
Algo que yo creo que es muy significativo es pensar en cómo hay una relación inversamente proporcional entre los precios de los alimentos y los precios de las nuevas tecnologías. En los últimos diez años, mientras en Egipto y Túnez, por ejemplo, el precio de los alimentos se podía multiplicar por cien, sin embargo, el precio de un teléfono móvil disminuía quince o veinte veces. De manera que hoy, si bien es verdad que el acceso privado a Internet en Túnez o Egipto es muy reducido, el número de móviles por habitante es enorme: en Túnez, 9 de cada 10; en Egipto, 8 de cada 10.
En cuanto a la televisión, la cobertura de televisión cubre todo el territorio nacional tanto en Túnez, como en Egipto; las zonas más pobres de Egipto o de Túnez, donde todavía, por ejemplo, no hay cocina y tienen que cocinar con leña de palma, o donde no tienen un cuarto de baño, sin embargo, tienen una antena satelital que les permite potencialmente a todos ver Al-Jazeera.
En ese sentido creo que Al-Jazeera y las cadenas satelitales han tenido mucha más influencia que directamente Internet; era muy curioso el seguir la revolución tunecina cuando se toma la Kasbah para derrocar al primer gobierno provisional, y, al mismo tiempo, todos los que estaban ocupando la Kasbah, a través de la televisión seguían las movilizaciones en la plaza Tahrir contra Hosni Mubarak.
En cualquier caso también, y para no infravalorar el papel que ha jugado Internet, hay que decir que si el número de ordenadores por casa es muy pequeño, solamente el 27 % de los tunecinos tienen un acceso privado a Internet, el número por ejemplo de perfiles en Facebook es muchísimo, muchísimo mayor; y Facebook sí ha tenido yo creo que una importancia decisiva en el contagio rapidísimo de estas protestas que empezaron en una zona del interior de Túnez y muy de prisa se contagiaron al resto del país.
Y, por último, muy de prisa, retomando algo que ha dicho, a mi juicio muy importante, Alejandro, cuyo apellido no sé y lo lamento porque quiero comprar su novela, es lo siguiente: creo que una de las consecuencias negativas de las revueltas árabes y de la inmediata intervención imperialista y neocolonial en la zona, es que eso ha hecho aumentar, para los que ya no creíamos en los medios hegemónicos, eso que Ignacio Ramonet llama la inseguridad informativa; por desgracia creo que tenemos que asumirlo. Dos medios poderosísimos que de un lado y del otro del mundo, allí donde realmente la resistencia antimperialista es mayor —hablo de América Latina y del mundo árabe—, ofrecían inicialmente una cobertura distinta y creíble de lo que estaba pasando en el mundo, han sufrido un descrédito que no podemos negar: hablo de Telesur y hablo de Al- Jazeera que, como recordaba el Comandante, se ha prestado a ser peón claro de los intereses de Qatar, y, por lo tanto también, de los intereses de Estados Unidos y de las potencias europeas.
Yo creo que hay que partir de ahí, hay que partir de un marco de credibilidad general muy erosionado, y eso nos plantea una gran dificultad; pero en todo caso nos plantea un desafío también, y es no olvidar algo que usted ha repetido siempre, Comandante, que es eso de: verdad, verdad; razón, razón; moral, moral.
Y, como decía Alejandro, no podemos considerar que la pura inversión de lo que dicen los medios hegemónicos va a producir la verdad, porque, parafraseando a un filósofo francés, digamos que los medios hegemónicos mienten tanto más cuanto que no mienten siempre, y son más peligrosos, porque, en efecto, también The Washington Post y El País, de vez en cuando dicen la verdad.
Jean Paul Sartre decía que el imperialismo usa la verdad cuando no tiene una mentira mejor, y es cierto, y, por lo tanto, tenemos que tener mucho cuidado. No basta invertir lo que dicen los medios hegemónicos para obtener la verdad; tenemos que ser muy rigurosos, buscar fuentes, las hay, solo que tenemos muy pocos medios, para tratar de averiguar qué es lo que está pasando en todos estos países.
En todo caso yo pediría, ya digo, no como europeo, sino como norteafricano y árabe de adopción, que se escuchara a esas fuerzas progresistas afines que existen sobre el terreno.
Muchas gracias.