Muchos medios de comunicación burgueses, es decir, privados del capitalismo han tratado de hacer su agosto recordando la fecha inicial de la implantación de la tarjeta de racionamiento alimenticio en Cuba. Todos coinciden en un mismo sinónimo para identificar la tarjeta de racionamiento. Al hablar de ella la relacionan con la escasez de alimentos, con miseria social, con hambre, con pobreza, con sufrimiento, con crisis económicas insuperables, con negación del derecho de alimentación del pueblo cubano. Todo eso para concluir en que la revolución ha sido un fracaso, un retroceso en la historia de Cuba, una política de sometimiento del pueblo a la miseria y a la dictadura autocrática.
Recordar la tarjeta de racionamiento en Cuba es mucho más importante, para los grandes medios de comunicación privados del capitalismo, que ocuparse en criticar los genocidios que cometen los imperialistas en toda región donde sus mercenarios entran disparando argumentando que van a llevar libertad y democracia a otras naciones. Recordar el medio siglo de la tarjeta de racionamiento en Cuba es mucho más importante, para los medios de comunicación privados del capitalismo, que destacar y condenar la burda maniobra del gobierno de Estados Unidos de haber sacado clandestino al sargento que asesinó a diez y seis personas en Afganistán porque le dio su perra gana, por racismo, por considerarse superior a los afganos, por sentir asco por los afganos, por odio personal. Ha evitado la Casa Blanca que sea juzgado por los tribunales de Afganistán. Todo el mundo sabe que el imperialismo estadounidense tiene un salvo conducto para que ninguno de sus soldados, por muchos crímenes que cometan, sea juzgados fuera de Estados Unidos. Ha sido tan descarado y cínico el gobierno estadounidense en sus maniobras para salvar al asesino de la aplicación de justicia por un tribunal afgano que el propio Presidente de Afganistán, esencial aliado y epígono del imperialismo estadounidense, le ha solicitado al gobierno del señor Obama que retire sus tropas mucho antes del tiempo prometido para lo mismo en el 2014. Ya anunciaron públicamente que el sargento está loco y por eso, sin querer y de forma inconsciente, asesinó a mansalva a las diez y seis personas que completamente se encontraban indefensas. Así es como respeta el imperialismo los derechos humanos en las naciones donde invade para decidir arbitrariamente el destino de otros pueblos irrespetándoles su derecho a la autodeterminación.
Los imperialistas son expertos, gozan de una memoria prodigiosa para recordar fechas que puedan ser usadas para crear contradicciones y odios irracionales en otras latitudes y hasta en su propia interioridad con tal de favorecer sus políticas intervencionistas en los asuntos internos de otras naciones. Por eso recordaron el día 16 de este mes de marzo el medio siglo que cumple la tarjeta de racionamiento alimenticio en Cuba. No dicen absolutamente nada esos medios de comunicación que gracias a esa tarjeta de racionamiento nunca se ha muerto un cubano de hambre en medio siglo; jamás se ha acostado un niño o una persona cubana sin comer como sí acontece, por ejemplo, en los países más desarrollados del capitalismo; nunca se ha parado una institución que presta servicio público en Cuba por falta de alimentos; jamás han dejado a una familia cubana sin sus raciones de alimentos mientras que en las naciones imperialistas son miles de miles de familias que pasan hambre porque no tienen el bendito dinero para comprar los alimentos y tienen que mendigarlos. Nada de eso dicen los medios de comunicación privados del capitalismo en su interesado recuerdo sobre el medio siglo de haberse establecido la tarjeta de racionamiento en Cuba para que todo cubano y toda cubana tuvieran acceso a los alimentos.
Tal vez los estadounidenses y, posiblemente, mucha gente en este mundo no sepan, por ejemplo, que la aplastante mayoría del pueblo cubano no come langostas siendo un país exportador de esa apreciada, sabrosa y apetitosa carne de mar. Eso es verdad, pero también es verdad que con el dinero que entra por la venta de langostas a los países imperialistas es que se compra todo el caudal de leche en polvo que luego se transforma en leche líquida y garantiza que todos los niños y todas las niñas de Cuba tenga acceso gratis al preciado líquido alimenticio. ¿Qué pasaría, preguntemos, o qué sería más importante: que la infancia se quede sin tomar leche para que los adultos coman langostas o lo contrario? Por supuesto, una revolución socialista quisiera que la infancia tome leche y los adultos coman langostas, pero si eso no se puede lograr, por causas que no dependen de las voluntades de los revolucionarios, en un largo trayecto de la transición del capitalismo al socialismo, la revolución tiene el deber de decidirse por la política de garantizar que la infancia tome leche y que los adultos coman lo que esté al alcance de sus posibilidades en ese momento de su historia. Para que los pueblos coman súper bien en el capitalismo es necesario que se alcance el cielo con una escalera chiquita. Eso es una utopía. Sólo en el socialismo avanzado podrá la humanidad alimentarse bien y gozar de buena salud. Entonces, los medios de comunicación privados que no existirán para ese esa época, ya no podrán ocuparse de esas güevonadas de sacarle punta a tarjetas de racionamiento que tampoco existirán.