Entre esa oligarquía violenta de Álvaro Uribe y la que pica o pisa pasito de Juan Manuel Santo, su única diferencia esta en los matices y nunca en el fondo del asunto. Conociendo los antecedentes de la accidentada relacione con el país vecino, no debería sorprendernos que ambas rancias oligarquías sufran del mismo mal expansionista. Y la razón estriba en que ya el café y la droga dejaron de ser los rubros suficientes para satisfacer esa glotonería crematística que los distancio de Bolívar, y que ahora hace que uribistas y santista se conformen agarrando aunque sea fallo del negocio petrolero, en caso de que llegara a producirse una eventual ocupación militar de las potencias occidentales en territorio venezolano.
De modo que dependiendo del resultado de esta segunda vuela para la elección del inquilino de Nariño el domingo 15 de junio, también dependerá que se acelere o postergue las oscuras pretensiones santanderistas, que Páez en 1830 neutralizo porque también le gustaban los centavos y por ello se negó a compartir el botín de guerra.
Sin que nos quede nada por dentro por no ser escaparate de nadie, admitimos que lo más triste de este drama que parte el alma a cualquier patriota, es saber que todavía existan nacionales que les importe un pepino nuestra integridad territorial, y que por frustración política prefieran asociarse al enemigo que trata de patear nuestra soberanía nacional. Y frente a esta apremiante realidad, no queda otra que profundizar la gran alianza cívico-militar, así como también redoblar esfuerzos para la pronta creación de un ejército multinacional, entre aquellos países interesados en superar el subdesarrollo y garantizar el debido respeto a la autodeterminación de los pueblos.
Aunque nuestra vocación sea de autentico civilista, de esos que de veras amamos la vida y la paz, sin embargo a veces nos provoca desempolvar el decreto de guerra a muerte del Libertador ¿ O es que acaso la paciencia no tiene limites, o pretenden vernos la cara de bolsas?
De tal manera que así resulte una perogrullada, cabe recordar deberemos que liberales o conservadores colombianos siempre la ponen a la entrada o la salida, pero que a la final terminan poniendo tremenda plasta. Ya lo decía Juan Vicente Gómez a comienzo del siglo pasado: “Al vecino ni tan lejos ni tan cerca. Ni tan lejos porque no conviene que se entere de nuestras intimidades. Ni tan lejos porque tampoco conviene tener al lado a un enemigo.