Pa(z)lestina

Indudablemente, los nombres de los pueblos a lo largo de la historia desaparecieron por muchos motivos. Algunos de estos se desvanecieron por razones desconocidas, entre otras, cuando el pueblo conquistador decide cambiarle los gentilicios como una forma de afianzar el domino sobre sus vasallos. Si a un originario de las tierras que bañan el mar Caribe, el río Orinoco, el Amazonas le hubiese preguntado, hace setecientos años, por Venezuela, Colombia o Ecuador, es inverosímil pensar que ese natural tuviera noción de dicho nombres. Supongo que esos territorios tenían una denominación en el idioma o en el dialecto de los primeros habitantes, con un gentilicio que nada tiene que ver con los actuales. Así desaparecieron los pueblos mayas, chibchas, cuibas, caribes, cuicas, cumanagotos, entre tantos, consecuencia de la conquista española y portuguesa.



Con la llegada de los indignos conquistadores españoles, en muchos casos, le cambiaron el nombre a la región y le colocaron los que traían del reino de España y por tal razón muchas ciudades de América las bautizaron con las de las urbes o regiones de la península. Así por ejemplo aparece en el nuevo mundo ciudades como Barcelona, Santa Fe, Mérida, Puerto la Cruz, Santiago de León, Nueva Granada, Cartagena, entre otras denominaciones. Lo mismo ocurrió en Europa con las incursiones periódicas de los imperios persas, heleno, otomano y romano. En África los invasores le colocaron el nombre a los países según su criterio, hasta se llegó el cinismo de colocarle a un país el nombre del usurpador inglés Cesil Rhodes, es el caso de Rhodesia hoy Zimbabue y Zambia; Zaire el antiguo Congo Belga una heredad de Leopoldo, rey de Bélgica.



Nada nuevo ocurrió en Asia y África, de estos continentes desaparecieron los nombres de diferentes pueblos, como es el caso de los cananeos, filisteos, fenicios, arameos, babilonios, etruscos, cartagineses, sumerios...



En el año 1917 se firmó la declaración de Balfour, un compromiso adquirido entre el ministro de relaciones exteriores del Reino Unido y el banquero inglés Rostchild. Bajo este acuerdo se les entregaba a los sionistas y a los intereses de grupos económicos partes del territorio de Palestina, un pueblo árabe milenario. Se procede de esta manera la eliminación progresiva del pueblo palestino, tal como lo hicieron antiguamente los pueblos conquistadores en otras regiones.



Se funda de esta manera un estado confesional, tomando como referencia un texto donde se destacan innumerable mentiras y sobre un criterio netamente racista: la existencia de un pueblo elegido por dios. Imposible tener a La Biblia (El viejo Testamento) como un testimonio histórico-geográfico para admitir la existencia del estado de Israel, dado los innumerables engaños registrados en esta obra milenaria. Es indispensable recordar la ficción de la creación del mundo en siete días, la existencia de Adán y Eva, el diluvio, entre tantas argucias de las que se valieron los sacerdotes para conquistar sus ignorantes acólitos.



No es una novedad, en los países invasores, la de apropiarse poco a poco de los terrenos de un país asediado por las armas. De este modo se observa, ante la mirada impasible de la ONU y de los pueblos del mundo, como Israel se está apoderando de los terrenos ocupados, construyendo edificios y casas para los israelís. Si el gobierno sionista continúa erigiendo ciudades a ese ritmo, con el tiempo de Palestina no quedará ni el recuerdo.



Parece que el mundo no tiene en cuenta que el 29 de noviembre en 1947 las Naciones Unidas votaron por el reparto de Palestina en un Estado árabe y un Estado judío, pero lamentablemente el poder económico ha impedido la constitución del primero. Israel se ha apoderado de más de 50 % del territorio palestino y imposibilitando, en alianza con los codiciosos poderes económicos, la conformación del Estado Palestino, infringiendo así el acuerdo del organismo internacional. Peor aún, no hay institución que obligue a Israel a someterse a lo concertado. Vemos que por una vía jurídica e injusta a los residentes de una parte de Palestina se les proscribió su gentilicio.



Lo que está viviendo actualmente la franja de Gaza, no es nada nuevo, se repite todos los años y el genocidio no para. Se bombardea con alevosía criminal destruyendo, no solo las edificaciones y los sembradíos, también se está acabando con un pueblo que tiene el derecho de vivir en paz en una tierra que le pertenece. El mundo se mantuvo atento de los resultados del mundial de fútbol mientras que el criminal de guerra y genocida Netanyahu bombardeaba la franja de Gaza, un territorio donde mueren civiles, entre ellos, mujeres, ancianos y niños palestinos.



La destrucción de una gran parte de civilizaciones (América, Asia, África y Australia) se debió a los ricos, blancos, cristianos y europeos cultos y después, a este cuarteto se incorporaron los norteamericanos. Sin pretender ser antisemita, de nuevo estamos en presencia de acto genocida por parte de los sionistas con intereses económicos vinculados a tacañas corporaciones cuyo único fin es servir del custodio de los consorcios petroleros internacionales en la zona árabe.



Israel es uno de los países mejores armados del mundo, parte de estas máquinas mortales se las facilita el gobierno de EEUU para masacrar con alevosía criminal a un pueblo palestino desarmado. Basta de muertos, basta de la ignominia criminal de intentar la desaparición física del pueblo palestino. Los pueblos del mundo no pueden permanecer impasibles ante la amenaza del estado sionista de acabar con Palestina.



Palestina merece vivir en paz, no peritamos su ocaso.


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Enoc Sánchez


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