La zona Atlántica viene acoplando sus estrategias tanto en el nivel militar como civil, desde la administración de Bill Jefferson Clinton se viene impulsando el establecimiento de bases norteamericanas en la costa de aquellos países del pacto de las américas y, aunque existe un acta fundacional entre Rusia y La Organización del Tratado Atlántico Norte,(OTAN), se busca un punto clave para extender un sistema de seguridad colectiva y teniendo un futuro crucial se busca tener un concepto judicial para asistir las democracias de estos Estados Suramericanos. Nadie debe reflejar debilidades o fragilidades ante la participación rusa y el nuevo orden militar emergente. Los rusos, vienen definiendo territorios a nivel suramericano y ofrece maquinaria y armamento militar para consolidar sus fuerzas en éste Continente virgen y bajo la mira de la OTAN, a través de las bases militares norteamericanas acantonadas en Colombia y Perú. Mientras que en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro Moros habla de paz, su gobierno es atacado por grupos anárquicos para desbaratar su economía y la tarea política es fuerte por la carencia de toda capacidad ofensiva de quienes ejercen una influencia direccional desde el Banco Central y las instituciones análogas.
El compromiso debe ser en conjunto y de carácter rotatorio, la idea es construir un Bolivarianismo estable y tener normas de comportamiento estables y tener muy clara, las líneas de poder, todavía hay criterios opuestos, tal como sucedió con la llegada de Ernesto De La Cerda a Bolivia.
Rusia, debe reflejar su realidad actual. Las congruencias ideológicas en Latinoamérica no son muy estables y cada dirigente desea gobernar su territorio parroquial sin estar preparado para ello, al igual que la clase obrera, el gran problema es la burbuja económica que infla los productos básicos y crea distorsiones en el mercado antes de llegar al consumidor.
Rusia, vende de todo. Plantas, submarinos, armas, gas y pescado de aguas frías, no les importa lo que índica Estados Unidos para que deje de hacerlo, necesita viajar a las nuevas tierras históricas para transformar la zona europacífica y euroatlántica, busca un status especial. Su gran problema es Ucrania y el cuido de Crimea.
No se quiere que la Alianza Atlántica degenere en una tertulia de temas profesionales al estilo de las Naciones Unidas, el Senado norteamericano, como instrumento de consejo y acuerdo, busca reafirmar el papel fundamental de la Alianza Atlántica para la política exterior estadounidense e insistir en que nada en cualquier otro documento restará valor al Consejo del Atlántico Norte como organismo supremo de la Alianza. La idea es muy clara, intervenir directamente el Sur.
Todas las administraciones aprenden por experiencia, como es lógico, pero los cambios de rumbo drásticos, especialmente en medio de una crisis, presentan el riesgo de parecer provocados por el pánico, de minar la credibilidad del Gobierno ante otros países y de desmoralizar a los bien intencionados dentro de la propia nación. Es más, muchos de los argumentos originales de Obama buscan tener su mérito. No cabe duda de que es fácil interpretar mal las interconexiones, es decir, demostrar que nunca pasará nada si existen relaciones mutuas entre todos los elementos. Pero el arte de la política ha de implicar un sentido del matiz. De allí la campaña por derogar el decreto firmado por Barak contra Venezuela.
Los soviéticos consiguen aislar áreas concretas de negociación norteamericana que los colapsa, tales como el control de armamentos, dentro de su política internacional, buscan un sistema para regular las tensiones que provoquen actos vandálicos. Y autoabsolverse de sus propias agresiones. Quienes creen en la importancia de las conversaciones entre Oriente y Occidente, deben sentir una especial preocupación por conseguir que la diplomacia no se convierta en una forma de guerra psicológica, que las conversaciones se mantengan en un ambiente de seriedad y que las obligaciones sean recíprocas. Distensión no significa necesariamente apaciguamiento.
La Alianza del Pacífico tendrá que aumentar su poderío convencional. No hay otra alternativa. Pero falta un programa serio que persiga esta finalidad a ambos lados del Atlántico.
Estados Unidos, ante las preocupaciones estratégicas soviéticas busca oponerse a las pretensiones de Moscú de estar en el Continente Sureño. Desea asumir una actitud compresiva, pero, decreta un nivel de guerra y le da una irreversibilidad a la historia, su patente de corso es asegurarse la energía y socavar el placer de los pueblos en la estabilidad.
En combinación con los conflictos centroamericanos, esto podría absorber las energías de Estados Unidos en el hemisferio occidental, deteriorando sus tradicionales vínculos con Europa y sus importantes relaciones con Asia. Y podría socavar los nexos con Latinoamérica, que históricamente han constituido el tema más consistente de la política exterior de Estados Unidos.