Cuando hablamos de “populismo” naturalmente no apoyamos esa noción clásica y repulsiva que tanto la derecha fascista o los “izquierdistas” conversos usan respeto de las medidas emergentes que asume el gobierno bolivariano, para solucionar problemas que enfrenta el país. Algunos analistas están atrapados o en el reduccionismo apocalíptico, otros inexactos hablan de “dadivas” para catalogar sospechosamente, junto a la derecha, a las exitosas políticas sociales de redistribución de la riqueza petrolera, emprendida desde Chávez y seguida por Maduro.
Sucede que la sociedad capitalista, ha experimentado un vaciamiento espiritual de todo rasgo humanístico, humanitario o hasta filantrópico, se quiere desplomar al Estado-nación. Toda reacción ante tanta barbarie es catalogada de “populismos”, para ejemplo el show de la guatemalteca Gloria Álvarez, en su infortunada visita al país. Pero, Caracas cuna de la epopeya de los pobres, ese 27 y 28 de febrero de 1989, fue la primera insurrección popular contra el neoliberalismo, dejó claro su reacción ante medidas de “depauperación” o paquetes económicos.
Este domingo España que tendrá elecciones municipales. Recordemos que el movimiento de indignados (15-M) fue también una reacción contra el neoliberalismo. No queda la menor duda que ese un pueblo se expresará contra: la depauperación de ese paquete de la Banca Europea; la disminución del monto de las pensiones; los desalojos de viviendas; las privatizaciones de bienes inalienables como la salud, educación, cultura, agua potable, luz solar y demás atrocidades del capitalismo financiero, que hizo claudicar al PP y PSOE.
¿Se re-editara su indignación pero en el voto? Pues sí, PODEMOS ya es alternativa de poder, incluso desde su nacimiento, como movimiento social polivalente, ayer 15-M hoy pueblo en marcha. Ese lo llamó Pablo Iglesias en su reciente discurso en Murcia: “populismo de izquierda”. Ahora, en bloque histórico gramsciano, aglutina a todos, contra la corrupción; el endeudamiento, la inequidad, el desempleo, el descalabro de la producción y el absurdo de una anacrónica monarquía “constitucional”.
