En circunstancias en que mono no carga a su hijo, sería ingenuo pensar que naciones industrializadas nadan en góndola. De modo que por los vientos que soplan, todo pareciera indicar que vienen tiempos de insospechable tempestad, pues se percibe en el escenario que retoñan esas contradicciones que motivaron la guerra imperialista de 1914-1918, conflicto que según Nicolás Lenin se origino cuando las potencias mundiales de la época se disputaron un nuevo reparto del mundo.
Ahora cuando las naciones industrializadas ven agotarse sus recursos naturales, el mundo occidental no lo piensan dos veces para volcar su mirada hacia los países del Tercer Mundo, hoy, cada vez más apetecibles por la abundancia de materias primas, tan indispensables para mover el aparato productivo de estos vetustos imperios que enfrentan el drama dantesco de una decadencia terminal.
Dentro de ese marco de angustia de EEUU y su socios del Mercado Común Europeo, a Venezuela le ha correspondido resistir con heroísmo a los embates de un sistema capitalista mundial que está en franco deterioro, y que además busca reciclarse en aquellos medios geográficos que aún se encuentran relativamente vírgenes. Por esta razón en nada debería extrañarnos que la inherencia de la CIA y el Pentágono sea ahora cada vez más frecuente y descarada, y que la mal llamada oposición sea cada vez más incondicional al servicio de las pretensiones del imperialismo. Por lo pronto, historiógrafos y demás científicos sociales están atentos al desarrollo de los acontecimientos para luego emitir su juicio.
Para quienes hemos leído un poco de historia, en verdad reconocemos que no quisiéramos estar en el pellejo de quienes hoy se comportan como apátrida, porque cuando se produzca el juicio final quedara comprobado que queman más las hogueras de la historia que las del propio infierno.