Con esa tramposa oligarquía colombiana hay que andar con las paraparas bien abiertas, pues al menor descuido no pierden ocasión para asentarnos puñaladas traperas. Por ello decimos que sean Conservadores, Liberales o disidentes, a la postre todos están cortados con la misma tijera y hieden a miasma.
Revisando un poco la historia de estos últimos siglos, vamos a encontrar que entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe existen fuertes vínculos de clase que los lleva a comportarse de igual forma en cualquiera de las circunstancias. Ambos provienen de esas mismas raíces de la historia de traiciones contra los sueños bolivarianos, además de no disimular su grotesca voracidad cuando coyunturalmente hayan existido posibilidades de extender sus fronteras en nuestro territorio. ¿Acaso son puros inventos cuando mencionamos los 108.000 km2 que Eleazar López Contreras cedió a Colombia el 5 de abril de 1941?
Y como perro que come manteca siempre mete la lengua en tapara, no debería causarnos extrañeza que sea Juan Manuel Santo, ex funcionario de Álvaro Uribe, quien ahora con su cara muy lavada salga con nuevas tretas para justificar de manera farisaica lo injustificable. ¿Quién se tragaría el cuento chimbo que esa corrompida economía colombiana es prospera, autosuficiente y que no requiere de esos bienes y servicios que por vía del contrabando llega al mercado del vecino país, ocasionándoles a nuestras amas de casa serios problemas de desabastecimiento en rubros que son indispensables para la dieta diaria? ¿O que dicho de otra forma pudiéramos decir que cachicamo trabaja para lapa? ¿O es que también las estadísticas mienten cuando señalan que hemos sido invadidos por inmigraciones masivas que huyen despavoridas de esa guerra intestina que azota a los colombianos desde el infame días que la oligarquía ordeno asesinar a Jorge Eliecer Gaitán en 1948?
Ojalá Juan Manuel Santos (que por cierto ni siquiera hace honor a su apellido), algún día le remuerda un poco la conciencia, si es que aún le queda; y reconozca que gracias a la economía de los venezolano le hemos podido sacar la pata del barro a esa burguesía que dejo de sembrar café para dedicarse al cultivo de la cocaína y la mariguana, flagelo que seriamente está destruyendo a la sociedad norteamericana. Con razón dicen que los politiqueros colombianos siempre la ponen mal a la entrada o a la salida.