El nacionalismo y el populismo, le han hecho mucho daño a Europa y España. Pero, ambas conceptualizaciones necesitan ser compatibles para lograr la prosperidad y reconstruir de nuevo a Europa. Los griegos y españoles tienen que decidir muy bien por donde debe encaminarse el país. Apostemos, desde Venezuela por un futuro estable para éstos países que dependen indirectamente del Vaticano, las frustraciones deben quedarse atrás.
La derecha internacional, revive uno de sus peores momentos en la historia, se enreda en términos populistas con fenómenos fuera de toda normalidad para atacar a cualquier nación del mundo. Formula bloques psicológicos para propagar antivalores a las comunidades, pero, el pueblo asume con conciencia su propio reto y desecha lo que ellos desean implementar. Venezuela, concibe una libertad de apertura, libre competencia en el mercado bajo una reglamentación de Ley y promueve sus propias oportunidades.
Los efectos de éste ejercicio democrático y socialista, busca su propia transición para los cambios sociales necesarios, allí ésta la Misión Vivienda, Barrio Tricolor dando sus pasos junto a la Misión Nevado. Son los Derechos Humanos en ejecución para recuperar cada posibilidad del país y, la idea es un socialismo pluralista, donde todos los venezolanos tengamos plena participación.
La Unión Europea debe dejar sus dudas, los expertos griegos deben ganar tiempo, no puede haber retroceso, todo debe llegar a un pensamiento común, donde el pueblo español y griego tengan un solo sentir común, es fundamental tomar en cuenta el aspecto biológico y genético.
Es el tiempo de los grandes Centauros, como Simón Bolívar, el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa y Hugo Chávez Frías. Hombres útiles como Antonio José de Sucre, Pablo Neruda, Vicente Gerbasí y Andrés Eloy Blanco
Los jóvenes deben liderarse junto al pueblo, dinamizarse hacia la gestión pública y llegar por vocación a un alto nivel de gerencia. Cada país, tiene intereses entrelazados, pero existen elementos fundamentales para marcar las relaciones internacionales en las zonas atlántica y pacífica, todos deben convalidar una posición positiva y absolutamente democrática, la patria. Europa y España, deben mirar junto a los griegos, el concepto marxista de conexión con los subsistemas productivos y cumplir con esos parámetros a las cuales pertenecemos.
España, como imperio dejó de marcar el destino de éste nuevo Continente, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón se encontraron en el Sur a un pueblo aborigen rebelde que junto a un ejército patriota en sus luchas en el tiempo nos proporcionó plenas libertades políticas. La nobleza europea y los religiosos conformaron una gran tribu para llevarse a La Corona Hispánica todas nuestras riquezas. En sus colonias inventaron las revueltas, hoy guarimbas para desconocer a sus gobernantes tradicionales y elegidos por las comunidades y en ese andar, asesinaron a miles de sureños que, hoy exigen respeto por sus ancestros. La Iglesia, sirvió de enclave para legalizar documentos fraudulentos y desató la Monarquía Española una guerra civil ampliada para configurar la futura España y desplazar la vieja concepción del imperio romano a través de Las Cruzadas.
Allí esta Grecia, luchando con viejos fantasmas que sembraron un conjunto de antivalores entre el pueblo para ver aniquilada su economía. La derecha es una espada de muerte para los pueblos que aman la libertad.
Se debe tener una visión propia de las relaciones internacionales y donde deberíamos estar ubicados en la constelación global de la política.
El proceso de emancipación de las colonias españolas iniciado a comienzos del siglo XIX* culminó durante la segunda década de esa centuria, poniendo término al control ejercido por España en el Nuevo Mundo. En 1898, sus últimos bastiones en el continente --Cuba y Puerto Rico -- serán arrancados de sus manos por Estados Unidos cayendo luego bajo su tutela.
Una vez que se puso fin a los lazos de los países latinoamericanos con España, terminando el monopolio comercial que ésta última tenía, fueron mayoritariamente compañías inglesas y luego norteamericanas las que establecieron un neto predominio en América Latina.
La preponderancia inglesa que reemplazó al rígido monopolio español, se manifestó a lo largo del siglo XIX por el auge del comercio británico en las antiguas colonias españolas. Desde entonces fueron barcos ingleses los que atracaron en los principales puertos americanos tales como Veracruz, Buenos Aires, Valparaíso y El Callao, La Guaira y Puerto Cabello.
Se trataba de una supremacía comercial que no buscaba el predominio político directo, aun cuando Inglaterra ya había tratado de obtener su propio espacio en el Nuevo Mundo, utilizando para ello la agresión armada: a la toma de Buenos Aires en 1806 le siguieron otros tantos desembarcos en territorios caribeños, incluso, la fundación de un fantasmal "Reino de Mosquitía" en la costa atlántica de Nicaragua y Honduras y la ocupación en 1833 de las Islas Malvinas, pobladas desde 1929 por colonos argentinos.
Inglaterra pudo imponerse en América Latina durante la primera mitad del siglo XIX a pesar de las pretensiones de Francia y de EEUU, que deseaban obtener también su cuota de influencia en la región.
Francia no pudo hacer frente con éxito a Gran Bretaña y debió inclinarse ante el poderío de la Royal Navy, al mismo tiempo que trataba de ganar o conservar territorios en algunos puntos del continente, particularmente en la Antillas, Guyana o México. Este último país, siempre había llamado la atención de los franceses y el primer conflicto franco-mexicano tuvo lugar durante la Monarquía de Julio con ocasión de la rocambolesca "guerre des gâteaux" en 1838. Más seria fue la intervención de Francia y de las potencias europeas en 1861, intervención que terminó con la derrota y fusilamiento de Maximiliano de Austria en Querétaro, en 1867.
El proceso de expansión territorial de los EEUU comenzó desde fines del siglo XVIII. Siendo la frontera "elástica" hacia el Oeste, adquirieron diversos territorios entre 1792 y 1821 (1).
Este proceso se prosiguió más hacia el oeste y hacia el sur, donde la voracidad de la Unión se tragó grandes regiones del "middlewest", obtenidas por vía de la cesión o la compra de éstas a las potencias europeas. Compra o cesión que por cierto se hicieron a espaldas de la población autóctona -- "los pieles rojas" -- que fueron expulsados de sus tierras o exterminados. De esta manera los EEUU acrecentaron de manera significativa su territorio inicial.
A pesar de la posición de no intervencionismo oficial anunciada por George Washington en su "Mensaje de adiós" de 1796, los EEUU soñaron desde el primer momento con apoderarse de los territorios contiguos a aquellos de la Unión. Así ocurrió con La Florida.
Un vasallo del rey de España, Pedro Menéndez de Avilés, había fundado la ciudad de San Agustín en septiembre de 1565. La península fue ocupada a su vez por los ingleses entre 1763 y 1783. Los EEUU afirmaban por su parte que la frontera sur iba hasta el paralelo 31, pero España ocupaba efectivamente hasta el paralelo 33 y había una seria disputa en el Mississipi, cuya navegación estaba bajo control hispano debido al monopolio que ejercía la corona española sobre esta vía fluvial.
En 1811, aprovechándose de la presencia de las tropas de Napoleón en España, el Congreso norteamericano votó una resolución en la cual declaraba tener la intención de ocupar La Florida.
El texto es bastante explícito acerca de la naciente vocación intervencionista norteamericana: "Estados Unidos, en las circunstancias especiales de la crisis actual no pueden ver sin graves inquietudes que una parte cualquiera de estos territorios pase a manos de cualquiera potencia extranjera... Su propia seguridad le obliga a proveer en ciertas contingencias a la ocupación temporal de dichos territorios...que continuarán en sus manos, sujetos a futuras negociaciones."(2)
En 1818 el general Andrés Jackson ocupó definitivamente La Florida y al año siguiente España aceptaba vender a la voraz Unión, un territorio casi tan grande como Inglaterra, por la bagatela de 5 millones de dólares...
Pero la codicia de los EEUU no se limitaba solamente a La Florida. El embajador español de la época, Luis de Onís, alertaba a su gobierno sobre las ambiciones del gobierno norteamericano:
Hacia el fin del siglo XIX esta política de expansión les permitió la formación de un vasto territorio y después de la guerra de Secesión -que desvió la atención y los esfuerzos de los norteamericanos sobre sus problemas internos -- los EEUU tratarán de establecer su predominio político y económico en América Latina, reemplazando la hegemonía inglesa y lanzándose en un proceso de desarrollo e industrialización que los ubicará en el siglo XX a la cabeza de los países capitalistas.
En estas líneas quisieran narrar la historia de las intervenciones de EEUU en América Latina, intervenciones que le proporcionaron numerosos y riquísimos territorios y que acrecentaron el poderío del país que llegaría a ser la primera potencia del planeta y la punta de lanza del capitalismo mundial.
Paralelamente a este proceso, se fue desarrollando un fuerte sentimiento antinorteamericano, no sólo en los países directamente afectados y que habían sufrido expoliaciones por parte del "hermano mayor del Norte", sino que también en las otras naciones hispanoamericanas. La política intervencionista norteamericana se manifestó desde muy temprano en América Latina. Aunque tenía un adversario de envergadura en este campo -Gran Bretaña-, los EEUU siempre miraron con codicia los territorios que durante tres siglos habían estado sometidos a España y que a comienzos del siglo XIX -- luego de su independencia -- conocieron largos períodos de anarquía, como resultado de las luchas intestinas que se desarrollaron en casi todas las jóvenes repúblicas.
Por cierto, Washington siempre ha tenido gestos conciliatorios del lado norteamericano, sumados a su actitud negociadora en un tema como el de la deuda externa y el Fondo Monetario Internacional, tan ríspido para un gobierno de transición como el de Bignone, tuvieron un indudable impacto en la diplomacia argentina, que también adoptó una actitud cautelosa hacia Estados Unidos, aunque sin abandonar la retórica tercermundista. Así, los funcionarios argentinos no dejaron de reclamar la soberanía argentina en Malvinas, pero lo hicieron omitiendo en los foros internacionales toda referencia ofensiva directa a Washington. Y esa lucha prosigue, igual que nosotros con el Esequibo.
Lo cierto, la IV Flota apunta hacia el Sur y Colombia y el Perú son sus cómplices. Al igual que Francia lo fue para España, Libia y Grecia, nadie es amigo de nadie.