En su estrategia envolvente para revertir el avance del proceso de integración, el gobierno de Obama continúa moviendo sus piezas para devolverle a la OEA el protagonismo en el tratamiento de las controversias entre países de América Latina y El Caribe. Busca evitar la consolidación de la CELAC y la UNASUR como los espacios naturales para procesar las diferencias y asuntos relacionados con la seguridad y la paz regional. Eso explica por qué Santos, su aliado predilecto, inicialmente desechó la sugerencia de Venezuela de aceptar la mediación de la UNASUR y en su lugar propuso, sin éxito, que fuese la OEA el escenario para ventilar el impase fronterizo colombo-venezolano. De ahí que la cumbre presidencial realizada en Quito bajo los auspicios de los presidentes pro-témpore de la CELAC Y UNASUR, Rafael Correa y Tabaré Vásquez, fortalece el proyecto integracionista frente a las jugadas desintegradoras del imperio.
Con el retorno de la diplomacia y el diálogo bilateral se disipa un escenario de conflicto y vuelve la esperanza de encontrar un entendimiento intergubernamental, que apunte a la solución estructural del magno problema del contrabando y la criminalidad que afecta las condiciones de vida y de trabajo de ambos pueblos.
Los puntos acordados en Quito insinúan una ruta para que el diálogo aterrice en el diseño de políticas públicas comunes y en la aplicación de medidas concertadas eficaces, que ataquen el meollo del asunto. En particular, se aprobó la "realización de una investigación de la situación de la frontera". Si esta se hace con rigurosidad y de manera conjunta, permitirá disponer de una visión compartida de las verdaderas condiciones sociales, económicas, de criminalidad, ambientales y culturales que allí existen. Esta sería la base para sustentar las decisiones de corto, mediano y largo plazo que hay que tomar, contando siempre con la participación de los actores locales.
Más allá de los desajustes ocasionados por el cierre temporal de la frontera, esta medida colocó el problema del contrabando y la criminalidad en las dimensiones que realmente tiene. Solo el tiempo dirá si el esfuerzo valió la pena y si hubo voluntad política de ambos gobierno para tomar las decisiones estructurales, urgentes e indispensables.