Las arremetidas neoliberales

Si revisamos la forma de actuar de los malos es decir, los poderosos, nos daremos cuenta que estos han utilizado diversas cruentas prácticas para apoderarse de lo ajeno. Lo viejos despotismos se valían de los recursos del gobierno, es decir del imperio, de la religión y de su gentilicio para subyugar a los pueblos y adueñarse de las riquezas. Por ejemplo, el Imperio Romano se escudó en la autoridad imperial, con el apoyo de los sacerdotes paganos y en el gentilicio romano para hacer valer su autoridad a lo largo de todas sus posesiones en el resto del mundo conocido. No cabe duda, como los estados sometidos estaban muy alejados de Roma se necesitaban de gobernantes encargados de velar por los intereses de su verdugo. Aquellos no eran más que cipayos que doblaban sus rodillas ante el emperador. Todo por la gloria de Roma.

Pero los viejos imperios cambiaron de rostro y sustituyen al emperador o cónsul por un rey o reina, pero de manera similar, el objetivo era el mismo: conquistar nuevos territorios para anexarlos a la monarquía, subyugar a los conquistados, robar los recursos de los pueblos usurpados y una nobleza que vivía del trabajo de los siervos. En el caso de la monarquía hispana se valieron del gentilicio de Castilla y Aragón, de la religión católica al servicio de la monarquía y de los recursos de esta para apropiarse del nuevo mundo. Con las consecuencias de las que todavía hoy, en el siglo XXI, somos víctimas. Y todo en el nombre de la gracia de dios.

El ser un rico súbdito del Reino Unido era suficiente para organizar una caterva de desalmados para acudir a cualquier región del planeta y apoderarse de esta. Para ello contaba con la aprobación y los recursos del reino, la aquiescencia de los pastores evangélicos y la autosuficiencia del rico, blanco y cristiano inglés. Esto fue un motivo sobrado para que la monarquía inglesa se haya apoderado y colonizado el 25 % de los territorios del planeta, repartidos entre África, Asia, América y Oceanía. Y todo por la gloria del rey o la reina de turno.

Los dos párrafos anteriores no es más que un sucinto compendio de las actuaciones de los dueños de las riquezas. Lo mismo sucedió con los absolutismos persas, francés, bizantino, otomano, mogol, inca, maya, azteca, entre otros, cuyo único interés era conquistar territorios ajenos para que la clase noble, los malos, vivieran sin trabajar.

Durante siglos las conquistas se realizaron por la vía de las armas, el país imperial fabricaba los artilugios de la muerte para mantener su economía, las cuales eran utilizadas para atacar con sevicia los países que iban a conquistar. Evidentemente, el gasto en la fabricación artículos de las máquinas mortíferas se compensaba con los las ganancias obtenidas con los robos y saqueos de territorios, la mano de obra esclava o barata y los mercados cautivos. Los recursos naturales robados eran exportados hacia el país invasor los cuales regresaban a la colonia o "protectorado" como productos manufacturados para ser vendidos a precios excesivos. Era la hegemonía del italiano, del español, del inglés, del francés, del alemán, del portugués, del japonés, del otomano, del austrohúngaro…que dominaron el mundo por el solo hecho de estar envestido por un gentilicio por la gracia de dios. Fueron ellos los que sometieron el planeta por los siglos de los siglos. Esto permitió que una clase poderosa se enriqueciera y por lo tanto la otra, la avasallada, se empobreciera. Así fue como los países del norte se desarrollaron a costa de la penuria de los pueblos del sur.

En la actualidad los imperios cambiaron de fisionomía, el capitalismo tomó un nuevo rumbo, y los malos, los empresarios (industriales, banqueros, terratenientes, agroindustriales, narcotraficantes, fabricantes de armas, corporaciones mediáticas y todo rico con pesuña) se unieran, no en un gentilicio y tampoco se arroparon bajo el manto de una forma de gobierno. Ahora los malos actúan protegido por una túnica llamada globalización amparada por otra forma de tiranizar, el llamado neoliberalismo. Es decir, en esta nueva manera de avasallar a los pueblos cabe todo bicho con garra con tal que posea dinero. Puede ser estadounidenses, francés, inglés, neozelandés, chino, suizo, turco, ruso, alemán, mexicano, brasilero, es decir cualquier persona que disponga de capital para hacer más billete y engrosar a la fila del 1 % de los ricos que son dueños de las riquezas del planeta. Ya el gentilicio no importa, lo que incumbe es la posesión del vil dinero, puede ser dólares, euros, yenes, también se aceptan lingotes de oro, pozos de petróleos, minas de diamantes, toneladas de estupefacientes, fábricas de armas….o accionistas de las avaras corporaciones que los agrupan para explotar los recursos ubicados en cualquier parte del planeta.

Como el mundo ha cambiado, los métodos de los amos del dinero también han mutado. Ya no utilizan los descarados golpes de estado para derribar un presidente que deserte de los lineamientos dictados por las avaras corporaciones. Tampoco se utiliza la guerra tradicional para atacar a los gobiernos, ahora esgrime métodos sofisticados para aparentar que siguen los dictados de la constitución en los países donde acaban con los gobiernos elegidos democráticamente. Es la llamada guerra de cuarta generación, una forma disimulada de violentar todas leyes nacionales e internacionales y de disfrazar la intervención militar descarada de potencias económicas que protegen los intereses de las usureras corporaciones económicas.

En la guerra de cuarta generación da la impresión que se vale todo. Es una guerra asimétrica y de aparente baja intensidad. En esta se utiliza la guerra sucia con el apoyo de los medios de comunicación al servicio de los malos; también la mentira es un gran apoyo para el logro de los objetivos; el terrorismo es un elemento que figura entre los planes para acabar con los gobiernos que no sean vasallos a los intereses de las corporaciones; la propaganda malsana e insidiosa; las redes sociales son perfectas aliadas de los malos para falsificar la realidad; los paramilitares y los sicarios son sus mejores cofrades, sin dejar de lado las ONG financiadas por USA, las jerarquías eclesiástica al servicio de los dueños del dinero, los grupos económicos dispuestos a conspirar cuando ven sus intereses en peligro. A todo lo anterior se debe agregar los ediles como servidumbres de las empresas trasnacionales; jueces venales vendidos a los intereses de los magnates; algunos militares traidores con pagas extras de su sueldo proveniente del extranjero; políticos serviles que viajan al exterior (EEUU, Colombia, España y Panamá) para hacer efectiva la retribución pecuniaria por la traición. Debo agregar a otros personajes quienes se envilecen ante sus amos, simplemente para acrecentar sus fortunas sin importarles los compromisos con sus electores.

En la guerra de cuarta generación no es que no se utilizan las armas, a estas se recurren en última instancia en caso de que los recursos utilizados por la supuesta vía blanda no den resultado. En este caso se esgrime cualquier razón para una invasión, como por ejemplo un motivo humanitario, o una mentira como el empleo, por parte del gobierno que se desea derrocar, de armas químicas o biológicas de destrucción masiva; la supuesta violación de los derechos humanos; el presunto incumplimiento de leyes internacionales o cualquier mentira que justifique la presencia militar de la ONU, de la OTAN, de la OEA o cualquier institución creada por los poderosos para defender sus intereses.

Lo relatado no es un invento de quien suscribe este artículo, basta evocar lo sucedido en Irak, Libia, Afganistán, Honduras, Paraguay y actualmente el golpe de estado anunciado en Brasil. Tampoco es nada nuevo las tentativas imperiales de derrocar a los presidentes de Siria, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Venezuela y todo aquel presidente que desatienda los mandatos de las miserables corporaciones.

Quizás en algún escondrijo jurídico de los códigos o en la Constitución venezolana se podrá encontrar uno o varios artículos, tal como lo usó el imperio para derrocar a Gadafi, Zelaya, Lugo y Dilma y que tanto alardea el Departamento de Estado de EEUU, para aplicárselo a los Diputados de la AN para despojarlos de su inmunidad. Tal sanción es ineluctable, dada la cantidad de delitos que se evidencian en sus aciagas intervenciones. Inmunidad no es impunidad.

En verdad, las nuevas arremetidas de los neoliberales no son más que vulgares golpes de estado disfrazadas de constitucionalismo.



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Enoc Sánchez


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