Su importante punto de vista sobre la política comunicacional de la revolución bolivariana, lo registra el Diario Chávez Vive.
El filósofo mexicano Fernando Buen Abad recién fue entrevistado para el Diario Chávez Vive que publica la embajada venezolana en Nicaragua y sobre la política comunicacional de la Revolución Bolivariana se lanzó de profundidad y dijo que "Ya tendríamos que haber avanzado, pero seguimos en nuestros discursos mediáticos, concediendo, reproduciendo y dejando reproducir la barbarie consumista. ¿Cómo sortear estas trampas y salir de la máquina vaciadora de cualquier ánimo de transformación radical? Allí está la pantalla de Tves!!!, por ejemplo".
Lo cierto de todo, es que el académico, como lo aclaró en varias oportunidades, se repitió, esto es, volvió a decir lo que viene diciendo desde hace largo tiempo, al criticar la forma como se vine haciendo la comunicación e la Revolución Bolivariana. Así, dijo que Domina la comunicación "representativa", sobre la comunicación "participativa". Hay muchos nubarrones ideológicos, estéticos y semióticos inoculados -en nuestras cabezas y corazones- por la ideología dominante y ese galimatías aun no logramos resolverlo.
Una de las preguntas que le hicieron fue: ¿Por qué cuesta tanto convencer a los Gobiernos de izquierda o progresistas, la necesidad de trazar Políticas de Estado contundentes para luchar y vencer en el plano simbólico al monstruo cultural del Capitalismo?
Y así respondió Buen Abad:
- También los gobiernos progresistas se han desarrollado en el caldo de cultivo ideológico burgués y aunque lo Combatan no dejan de reproducirse algunas taras heredadas del capitalismo. No hay suficiente auto-crítica y tampoco hay diseño de políticas comunicacionales modelo, que trabajen sobre el corto, mediano y largo plazo porque, entre mil razones, hay muy poca gente formada para esas tareas y se les asigna muy poco poder y recursos para desplegar modelos revolucionarios. Todavía no es lo mismo la comunicación popular revolucionaria y emancipadora que la comunicación de los líderes gobernantes. Deberían ser lo mismo y lo serán, sólo, si se logra demoler los diques que separan un universo del otro. Todavía hay líderes que, en materia de comunicación, creen que es más importante su imagen, que las luchas de los pueblos y que la organización de fuerzas revolucionarias renovadas y renovadoras. Algunos le temen al aparato monopólico de los medios. Algunos no tienen formación básica en materia de comunicación, algunos creen que el uso y la costumbre resuelve todo. Todavía hay líderes que no comprenden el clamor mundial de los pueblos por hacer escuchar su voz sin intermediarios. Todavía no se comprende el grado del atraso que en materia tecnológica, jurídica, presupuestaria, educativa y semántica reina en el campo de la comunicación y todavía no hay un plan estratégico de Estado dispuesto a superar semejantes limitaciones. Todavía, por ejemplo, le debemos a Hugo Chávez, el Sistema de Medios Públicos que pidió en su exposición crítica del "Golpe de Timón".
Le preguntan al filósofo si cree que el Estado nacional posee un verdadero sistema articulador de la política comunicacional de la Revolución que no solamente llegue a las más amplias mayorías, sino que logre articular acciones para que esa política comunicacional cause impacto colectivo y ayude a generar conciencia colectiva para defender y hacer la Revolución y su respuesta fue la siguiente:
- Antes, hay que sacar cuentas correctas. Antes, hay que saldar un debate y una serie de explicaciones sobre TVES, sobre VIVE, sobre VTV... sobre cada una de las herramientas que ya existen, y sobre las que se han tomado decisiones que no las han convertido en el referente revolucionario que Venezuela necesita. Eso incluye a la Radio Nacional y a todos los medios impresos, editoriales e instituciones relacionadas directa e indirectamente como CONATEL y como CANTV. En cada caso hay mil razones -unas más válidas que otras-, para justificar su lentitud, sus tropiezos y sus retrocesos. Pero, hoy por hoy, no son la vanguardia comunicacional que fueron o que aspiraron a ser en otro momento y en no pocos casos han sido vehículo repetidor del discurso dominante, no sólo en los programas enlatados que trasmiten, sino también en los formatos narrativos a que recurren en casa. Defender la Revolución exige no engañarnos, exige crítica y auto-critica con lealtad a toda prueba y con información minuciosa sobre el porqué de cada problema. La Revolución no admite habladurías de "sabios", pero tampoco se construye con saliva.