He leído tanto sobre las guerras en el planeta que en oportunidades me siento como un veterano. No un experimentado guerrero a favor de estos lúgubres eventos, sino por el contrario, un asceta curtido en la lucha contra toda forma de violencia.
Actualmente se discute si estamos viviendo la Tercera Guerra Mundial, tal aseveración dista de la verdad, todavía nos mantenemos en la Primera Guerra Mundial que nunca acabó. Esta conflagración comenzó hace siglos, cuando el hombre fuerte y ambicioso, acompañado de otros bárbaros se empeñó en apoderarse y saquear los bienes ajenos. Algunos versados afirman que la beligerancia más antigua acaeció en el 2450 a.C, conocida como las Guerras Sumerias en la antigua Mesopotamia, lo que hoy es Irak. Este conflicto se desató entre dos ciudades-estados: Lagash y Umma, dado que el rey del primero ansiaba tener supremacía sobre la zona. Como se ve, los vecinos del errabundo planeta azul no han cambiado nada.
Pasado el tiempo las orgías de la muerte no pararon, simplemente porque la codicia de los hombres se eternizó en el espacio y en el tiempo. La sociedad siempre ha sido mártir de alguna que otra guerra en cualquier lugar del planeta y en cualquier siglo, antes o después de nuestra era. Por ejemplo en el siglo V a.C se desataron las Guerras Médicas, las Guerras del Peloponeso, las Guerras sicilianas; en el siglo II a.C estallaron las guerras Celtíberas, las Guerras Sirias, la guerra romano-siria, las guerras Púnicas… Si escojo algún siglo de nuestra era destaco por ejemplo: en el siglo I d.C se desarrollaron entre tantas, la guerra judeo-romana, la conquista romana de Britania, la rebelión de los bátavos; en el siglo VI d.C despuntan la guerra la guerra Gótica, la guerra romano sasánidas, entre otras. De lo anterior colijo que cualquiera sea el lugar del planeta y en cualquier periodo, alguna zona de la Tierra estuvo sometida a los embates de la fatídica violencia bélica.
El hombre fuerte acompañado de un ejército poderoso siempre tuvo un motivo para agredir a otros. Por ejemplo las Cruzadas fue una conflagración fragmentada en nueve episodios. Se inició en 1095 y culminó en el 1291, su justificación fue la liberación de los lugares santos de la dominación musulmana. En verdad, esta no fue más que una excusa, el verdadero motivo fue de tipo económico y expansionista de los aristócratas europeos. Nada nuevo bajo el sol.
No me quedaría espacio para enumerar todas las guerras suscitadas en nuestro planeta, el cual, lamentablemente, ha tenido que soportar las agresiones colonialistas de los sórdidos poderosos en su afán de obtener las riquezas fuera de sus fronteras. Un ejemplo de una guerra entre pillos, es el caso de la guerra de los Bóeres (1880-1881, la primera). Esta se disputó entre el Reino Unido y los granjeros blancos de origen nederlando-germánico, llamados también "afrikáneres". Los imperialistas ingleses reclamaban para si las tierras robadas y saqueadas por los segundos en lo que es hoy Suráfrica y Namibia.
Quién iba a pesar que los cultos británicos desatarían una guerra, la del opio (1839-1842), contra otra nación. Solo por el interés de obligar a los chinos a consumir el alcaloide sembrado en la India y comercializado por la compañía de las Indias Orientales perteneciente a la realeza británica. Como se nota, una razón bien infame para someter a una nación a las embestidas de la destrucción guerrera.
La humanidad fue avanzando de guerra en guerra, de conflicto en conflicto y en la medida que se inventaban armas más poderosas la barbarie se hacía patente en las naciones conquistadas. Así se llegó a la Primera Guerra Mundial, la llamada Gran Guerra (1914-1918), cuya justificación fue el asesinato en Sarajevo del archiduque de Austria-Hungría, Francisco Fernando. En verdad, el motivo cierto de esta conflagración fue de tipo económico y político: el reparto de África entre los imperios occidentales que dominaban el mundo. No se habían enfriado los millones de cadáveres, ni disipado la humareda de la destrucción de las ciudades europeas, como secuela de la barbaridad entre los aliados imperiales y la triple entente, cuando los cultos ricos, blancos y cristianos imperialistas se prepararon para desolar el planeta al declarar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En verdad, no solo fue una batalla entre soldados, fue la ofensiva contra los pueblos, contra la civilización, contra los jóvenes, contra las mujeres, contra los niños y contra los ancianos quienes al final fueron las víctimas de esta atrocidad.
Supuse que después de mis lecturas sobre las brutalidades y la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad había aprendido la lección. Presumí que más de cincuenta millones de muertos, de las ciudades destruidas y las inhumanas secuelas del uso de dos bombas atómicas por parte de EEUU, eran razones suficientes para que más nunca tuviera que leer una página sobre una maldita guerra. Crasa equivocación.
La ambición y la avaricia de los hombres no se detienen, a pesar de que los recursos del planeta cada día van menguando, resultado del continuo abuso de la explotación desmesurada de las riquezas enterradas y de las que emanan por encima la tierra. Los muertos y la destrucción de ciudades, consecuencia de las guerras, no sirvieron de experiencias. Durante el siglo XX no pararon las conflagraciones entre países, todas propiciadas por los siniestros consorcios fabricantes de armas mortales de todo tipo. Tales industrias están ubicadas en las potencias europeas y en EEUU. Los herederos de las victimas de estas conflagraciones recordarán la guerra de Argelia, la guerra civil española, la guerra del Chaco, las guerras Chechenas, la guerra civil de Guatemala, la guerra de Corea, la guerra de indochina, el conflicto armado de Colombia, las guerras del Golfo, la guerra fría, la guerra del Yom Kipuur, la guerra de Yugoslavia, la guerra ruso-japonesa, la guerra de Vietnam, la guerra Irán-Irak, la guerra de independencia de Angola, la guerra civil dominicana, la guerra civil durante el mandato de Palestina, la guerra Indo-Paquistaní…difícil enumerarlas todas, son tantas que es imposible nombrar los cientos de conflictos suscitados en el siglo pasado, solo por las ambiciones económicas y políticas de unos pocos y sanguinarios avaros, quienes se creen los dueños del planeta.
Llegó el siglo XXI y la codicia de los tacaños aumentó. Las sórdidas transnacionales de las finanzas, la agroindustria, los fabricantes de armas, los políticos sinvergüenzas, las autoridades eclesiásticas, los dueños de los medios de comunicación, los empresarios de las industrias de alta tecnología… aspiran repartirse los pocos recursos del planeta. Los ruines capitalistas aguardan para prorratearse el botín planetario que queda, en menoscabo del magullado globo. Porque para estos nefastos mercachifles la gente no cuenta, solo la riqueza.
Los vientos de guerra no han dejado de soplar sobre la Tierra, esto lo demuestra lo que está sucediendo en Siria, Libia, Yemen, Afganistán, Ucrania, Sierra Leona…Mientras existan recursos naturales sobre y dentro de la tierra, mientras estén presente políticos inescrupulosos como Obama, Rajoy, Ángela Merkel, Macri, Temer, Uribe, Almagro, Cameron, Hilary Clinton, Christine Lagarde ….entre tantos bribones(as), mientras existan consorcios fabricantes de armas, mientras los gobernantes no se percaten que lo prioritario es el hombre, los vientos de guerra nunca dejaran de aventar la faz de nuestra codiciada orbe.
Pero la barbarie no solo es consecuencia de los guerreros. Hoy por hoy, de esta ferocidad son culpables los dueños de las agroindustrias que producen alimentos transgénicos, las empresas de alimentos que acaparan los productos para elevar los precios y de esta manera hambrear a los pueblos, los medios de comunicación de masas que falsean la realidad, los dueños de las agencias de publicidad que inventan necesidades para vender mercancías, entre tantos usureros cuyo único interés es enriquecerse a costa de la miseria ajena.
Lo que actualmente está aconteciendo es lo que ha vivido la humanidad desde siempre. Es decir, la primera y única guerra mundial que no ha parado desde que se inició en algún lugar remoto y en una era perdida que ya ni la gente recuerda. No estoy seguro si dentro de cien años existirá el planeta Tierra o un trozo de esta, en el supuesto de que alguna desolada isla, en el medio de un océano, hubiese subsistido a la debacle de varias bombas atómicas. En este caso, quizás sus habitantes recordarán un hermoso, errabundo y desafortunado planeta azul según lo escrito en un libro sobre la trágica historia de una desbastadora guerra.
De la palabra humano se derivan poéticos y hermosos vocablos como humanidad, humanismo, humanista, deshumanizado, inhumano, pero también solo a ellos se debe la existencia de la palabra barbarie, una expresión resultante de las remotas aciagas prácticas de gente desmemoriada. Es tiempo de barbarie. Lee que algo queda.