El gran capital mundial impone una democracia condicionada, es decir, cada vez que el pueblo gana elecciones la burguesía se las arregla para anular sus resultados, propinando garrotazos mediáticos y parlamentarios, bellaquerías judiciales y otras fullerías. El voto popular no vale.
Lo vimos en el Paraguay, donde fue destituido el presidente Fernando Lugo. En Honduras, donde fue depuesto el presidente Manuel Zelaya. En el Brasil, donde echaron a la presidenta Dilma Rousseff. Lo estamos mirando en España, en donde derrocaron al Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, elegido por la militancia, porque la derecha felipilla decidió regalar el poder a Mariano Rajoy, o sea, a la burguesía franquista. Lo contemplamos en Grecia, donde el gobierno de la Coalición de Izquierda Radical Syritza, elegido popularmente, está aplastado por el totalitarismo bancario europeo. En los EUA el presidente George Bush fue elegido en unas elecciones aviesas. Pregúntale al candidato perdedor Al Gore, a ver si lo dejan o si tiene el coraje de explicar cómo perdió sacando más votos. Y eso para no hablar de Rómulo Gallegos, de Jacobo Árbenz, de João Goulart, de Salvador Allende…
Es decir, la democracia burguesa, como su nombre lo indica, solamente admite validez cuando manda la burguesía. Lo sospeché desde un principio.
En Venezuela se le ha complicado porque no tiene la fuerza necesaria. Cuentan que una vez a Stalin le explicaron que cierta política no sería aprobada por el Papa.
—¿Cuantas divisiones tiene el Papa? —preguntó el camarada Stalin.
La MUD llama a las calles; no así la feligresía, que solo sale a votar. Tampoco tienen divisiones, como no sea una hueste invasora, que se la pasan implorando en Washington. Y está visto que guarimba no tumba gobierno. Política sin fuerza es como lluvia sin agua. Nos han descargado con furia lo único que tienen: energía económica. Con eso ganaron las legislativas o, más bien, perdió la Revolución Bolivariana, por la abstención, porque la oposición tuvo apenas un crecimiento vegetativo.
Mientras no tenga fuerza, a la MUD solo le queda hacer el ridículo y promover la alta traición, su vocación más confirmada. Y para que todo tenga un aire de cómico esperpento, lo hacen para defender la democracia.