En el libro El Establisment: y Cómo se salen con la suya, que aborda el fenómeno de formación de los grupos de poder en Gran Bretaña, desde la originaria sociedad Mont Pélerin, hasta los modernos think tank, y que configura la historia de las castas políticas a través de una serie de entrevistas, realizadas en lujosos lugares y a personajes que parecen sacados de una antología fantástica de la opulencia y la exquisitez financiera, Owen Jones, revela la lucha que se libra en la democracia occidental, al respecto uno de los entrevistados: El rey de la blogosfera, el influyente y derechista Paul Staines, confiesa al quejarse de la democracia «No me da los resultados que yo quiero, y además los pobres votan para robar a los ricos, lo cual no me parece una manera justa de hacer las cosas […]. Y es que la democracia, cuando el derecho a voto es universal, siempre lleva a que los que no tienen nada roben a los que sí tienen.»
La investigación de Jones es singular y sirve para una reflexión del carácter real de la Democracias Occidentales, y el papel que en ella juegan los poderes financieros. Al respecto es bueno recordar que el recién elegido presidente del imperio más poderoso del mundo: Donald Trump, forma parte de esa casta que se conoce como la plutocracia imperial, es un legítimo representante de la burguesía industrial que fue desplazada, y que trata de abrirse camino nuevamente, recuperando sus territorios industriales.
Trump ganó en lo que se conoce como el medio oeste un cordón tradicionalmente demócrata, pero que ha sufrido por el impacto de la caída del empleo. Su triunfo tiene mucho que ver con el descontento social que se incubo en esos sectores, y que se expresó electoralmente. Pero su candidatura que inicialmente parecía una locura, y a la que nadie en su sano juicio arriesgaba un billete roto, fue posible por el razonamiento de fondo que viene haciendo la
plutocracia, sobre la necesidad de que los ricos dirijan los gobiernos, porque para ellos es absurdo que un pobre que no ha formado riqueza, se erija a través de unas elecciones en las que ellos solo son convidados, porque deciden los pobres, en el gran repartidor de esa riqueza.
Este razonamiento ha intentado posesionarse en los últimos años con candidaturas como la de Collor De Mello en Brasil, Sebastian Piñera en Chile, Mauricio Macri en Argentina, el Magnate Noboa en Ecuador, en los Estados Unidos, el multimillonario Ross Perot, intentó hacerse con el gobierno, fuera de los partidos tradicionales, alcanzando un 19% de la votación.
Tal vez sea casualidad que en el año 2002 el golpe de estado contra el comandante Chávez, fuera encabezado por el presidente de FEDECAMARAS, Pedro Carmona Estanga, la aparición en el panorama político de Maria Corina Machado, y Capriles Radonsky emparentados con grandes elites empresariales.
Venezuela alberga una de las más grandes riquezas petroleras y gasíferas del mundo. Bajo el razonamiento imperial de la plutocracia, no es descabellado pensar que los ricos estén preparándose para tratar de asumir el gobierno, eso puede explicar el radicalismo tan ortodoxo de Leopoldo López y muchos otros.
Hace tiempo el Presidente de Venevisión, y uno de los empresarios más influyentes y poderosos de América, insinúo la posibilidad de su candidatura a la presidencia. Cuando se analiza que muchos de los problemas económicos son producto del boicot, y el saboteo de la burguesía financiera que creció con el Gobierno de Pérez, y las tradicionales familias que han tenido la distribución y producción de alimentos por más de 100 años, es fácil llegar a la conclusión de que los ricos venezolanos también tienen su gallo tapado.
El triunfo de la trompeta Trump va a envalentonar a la plutocracia de América, uno de sus seguros impactos a mediano plazo va a ser abrir
la posibilidad de que el Magnate multimillonario Lorenzo Mendoza, sea el candidato por consenso de la oposición venezolana.