Es bárbaro, lo que sucede a nivel mundial con los socialistas. La Canciller alemana y conservadora Angela Merkel, aspira concordar con los socialdemócratas de Martin Schultz una condición para gobernar y apostar a una clara integración europea.
Europa, se abate entre grandes escollos para enfrentar las crisis financieras provocada por los países que utilizan la paridad bancaria y en un supuesto repliegue nacionalista, el pueblo va a un tránsito de miseria y pobreza. Estos países, han mermado sus presupuestos por el populismo y el derroche y, vienen ocasionado una desinversión y fuga de capitales, donde se aúna la credibilidad
"Tiene que producirse un resurgir de la Unión Europea", exigió este jueves Martin Schultz, antiguo presidente del Parlamento Europeo, antes de retomar las negociaciones con la CDU/CSU.
Schultz quiere aprovechar la presencia de Emmanuel Macron en el Elíseo para que Berlín y París lideren una suerte de refundación del club europeo y, en particular, de la zona euro que profundice los cimientos del club y supere de manera definitiva las graves heridas dejadas por la crisis financiera.
El líder socialista confía en que esa apuesta europeísta convenza a sus bases de la conveniencia de pactar de nuevo con Merkel, posibilidad sobre la que deberán pronunciarse en un referéndum interno el 21 de enero.
Pero el euroentusiasmo de Schulz espanta a Merkel y sobre todo a su imprescindible aliado bávaro, Horst Seehofer. Las dificultades políticas de Merkel contrastan con la situación económica de Alemania que, según los datos publicados el jueves, registró un crecimiento en 2017 del 2,2%, la cota más alta en desde 2011, y un superávit de 38.400 millones (1,2% del PIB).
AM, ya se ha ganado un lugar en la historia de Alemania y de Europa. Falta por saber si será para bien o para mal. Con su cuarta victoria consecutiva en unas elecciones generales (el pasado domingo) se coloca entre los cancilleres más populares de la postguerra, junto a Konrad Adenauer, que logró imponerse cinco veces, o Helmut Kohl, que lo hizo en cuatro ocasiones.
Pero esas figuras son recordadas por la reconciliación europea y la reunificación del continente, mientras que Merkel corre el riesgo de ser juzgada por los historiadores como una de las grandes responsables de la brecha política, económica y social que amenaza con resquebrajar la Unión Europea desde el inicio de la crisis en 2008.
Merkel tiene ahora cuatro años por delante (si agota el mandato) para intentar recomponer su legado europeo. Y parece dispuesta a aprovechar la presencia de Emmanuel Macron a la cabeza de Francia para retomar el proceso de convergencia política y económica del continente, paralizado desde hace más de una década.
Desde la llegada de Macron al Elíseo, la canciller ha mostrado su intención de pactar con París algunos de los cambios necesarios para apuntalar la zona euro, amenazada por la creciente brecha económica entre sus socios, y la Unión Europea, rasgada por la salida de Reino Unido.
La canciller, que hasta ahora gobernaba con los socialistas, aseguró el lunes que sus planes para Europa "no han cambiado" tras unas elecciones que la abocan a un gobierno tripartito (con liberales y verdes). "No, no creo que cambie [la situación en relación con Europa]", señaló en su primera rueda de prensa tras la votación.
Macron presentará este mismo martes su plan para la zona euro, con la solemnidad, o pomposidad, que le caracteriza. El discurso tendrá lugar en el Anfiteatro de La Sorbonne, recinto centenario muy propicio para las grandes declaraciones. París no oculta que el objetivo de Macron es exponer sus demandas para que Merkel pueda tomarlas en cuenta durante la negociación con sus socios de gobierno.
Fuentes francesas ya han indicado que la meta final es convertir a la zona euro en una verdadera Unión monetaria, con los instrumentos necesarios (Fondo Monetario europeo, mecanismo de estabilización presupuestaria...) para evitar las devastadoras consecuencias de una crisis como la recién sufrida. Pero las mismas fuentes admiten que París ofrece flexibilidad sobre el calendario y el ritmo de las reformas, para ajustarlo a las necesidades políticas de Berlín.
Merkel parece condenada a entenderse con Macron si quiere frenar la peligrosa deriva política que ha tomado el continente. La canciller admitió el lunes su "responsabilidad personal" en la polarización de la política alemana, tras una votación que ha convertido al partido antieuropeo Alternativa para Alemania (AfD) en la tercera fuerza del Bundestag con más de cinco millones de votos y 94 escaños (de 709).
Pero la responsabilidad de Merkel va más allá de sus fronteras porque su liderazgo continental ha contribuido a la década perdida de Europa que ha dado alas a las fuerzas partidarias de disolver el club, unas formaciones con posibilidades de llegar al poder en Francia, Italia, Holanda, Finlandia o Austria y, tal vez a medio plazo, también en Alemania.
Merkel, alemana oriental que ingresó en la UE a los 35 años (con la unificación de Alemania), ha intentado reconvertir el club en una suma de Estados al margen del método comunitario vigente desde 1957, que otorgaba el papel de motor a la Comisión Europea.
El fiasco en la gestión de las sucesivas crisis de los últimos años lleva el marchamo de Merkel mucho más que el de Bruselas. Y la acción o, más bien la omisión, de Berlín puede rastrearse en casi todas las sacudidas que ha sufrido el club.
La canciller y su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, frenaron una y otra vez la respuesta a una crisis financiera que devastaba gran parte de la zona euro pero de la que Alemania salía indemne cuando no beneficiada.
Los coqueteos políticos de Merkel con David Cameron alentaron la aventura del ya ex primer ministro británico que acabó en el referéndum de 2016 sobre la salida del Reino Unido. Los dos maniobraron también, sin éxito, para evitar que el actual presidente de la Comisión saliera elegido como fruto indirecto del resultado de las elecciones al Parlamento Europeo en 2014.
La apertura de Berlín hacia los refugiados sirios, aunque justificada desde el punto de vista humanitario, también se llevó a cabo de forma tan descontrolada que resquebrajó la zona Schengen (todavía hay controles fronterizos en varios países, incluida Alemania). El reparto exigido por Berlín desató el malestar de los países del Este, acusados de insolidaridad a pesar de que Polonia, por ejemplo, ha acogido a 1,3 millones de refugiados ucranianos, un número superior a los sirios acogidos por Alemania.
Cuatro socios (Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre) han sido rescatados, con intervención del Fondo Monetario Internacional por exigencia expresa de Berlín. Y el corralito monetario, fenómeno desconocido en la historia reciente de Europa, llegó a Chipre y, más tarde, a Grecia, donde todavía sigue en vigor.
Ahora ese corralito, menea su cola en Venezuela.
El fuerte interés de los inversores europeos, lleva a estos convenios. Por el bitcoin y otras criptomonedas, ante la volatilidad de sus precios en los últimos meses, ha generado un dilema entre los bancos de negocios. Los analistas de estas firmas no se atreven a realizar recomendaciones de compra o venta de esas divisas digitales, ya que al no poder ser contratadas en un mercado regulado (salvo en el de futuros de Chicago), dar consejos les podría crear problemas con los supervisores.
Pero al mismo tiempo, ante las continuas llamadas y consultas de los clientes, las firmas de la City londinense no pueden obviar ese fenómeno. Así que sus analistas están explorando vías para hablar del bitcoin sin llamar la atención de los reguladores, mediante la búsqueda de correlaciones entre esta moneda y otros activos de los que sí pueden opinar. Eso sí, lo hacen con extremo cuidado. "El sector [de las criptomonedas] todavía está en su infancia e intentar ofrecer valoraciones o recomendaciones de inversión en cualquier capacidad no es nuestro objetivo", advierte el encabezamiento de una nota sobre bitcoin de un banco, curándose en salud.
Dentro de cada entidad, analistas de varios departamentos están siguiendo de cerca el boom del bitcoin. Los de divisas se mantienen atentos ante el potencial efecto que tendría la sustitución de las monedas tradicionales por las criptodivisas, que teóricamente sirven como medio de pago para transacciones privadas entre dos partes, sin tener que pasar por un registro central ni depender del efectivo emitido por los bancos centrales.
Los analistas del sector tecnológico, por su parte, intentan descubrir empresas que puedan aprovecharse del desarrollo de los sistemas que soportan las operaciones con las criptomonedas. Es el caso de Kodak, que se ha disparado en Bolsa al anunciar su deseo de entrar en ese negocio.
Otro mercado en vilo es el de las materias primas. No solo porque el bitcoin podría competir con el oro como activo refugio. Además, el alto consumo energético de los procesos informáticos necesarios para minar los bitcoins hace que algunos analistas anticipen un aumento de la demanda. Los de Nomura señalan la posibilidad de que el precio del carbón suba. Desde Morgan Stanley, por su parte, dicen que el consumo eléctrico de bitcoin equivaldrá en 2018 al de Argentina, y apuntan que empresas con producción de energía renovable como Iberdrola, Enel y Nextera pueden beneficiarse.
Pero de momento, hay poca evidencia de esas vías de contagio. Un estudio de Societé Genérale indica que el precio del bitcoin no ha seguido ninguna relación ni con las divisas, ni con las materias primas, ni con el oro y ni siquiera con otras criptodivisas.
Esperemos, que piensa Europa de esto. Merkel y Macron