Macri, desea acabar con el proteccionismo en Argentina y en un discurso desde el parlamento sus expresiones revelaban los desaciertos cometidos por quienes ejercieron la presidencia desde Buenos Aires en períodos anteriores. Pero, a su vez, anunciaba un período de plena bonanza económica. Desde 2015, se sentía con poder y fuerza, festejando con otros mercados su posición neoliberal, pero sus precisiones y el desconocimiento del campo político lo llevaron a un nivel de inmadurez económica que lo llevó a concordar con el Fondo Monetario Internacional, luego que el presidente Hugo Chávez Frías ayudó al Estado Argentino, liberar su antigua hipoteca.
Jamás ha comprendido la influencia de los Kirchner en el mercado mundial.
Revirtió la orientación económica de sus predecesores, liberó el tipo de cambio monetario, redujo los impuestos a las exportaciones, eliminó trabas en las importaciones y selló un largo contencioso compromiso con países de la alianza que permitió a quienes administran los fondos de inversión acceder a Argentina nuevamente a los mercados financieros internacionales.
Todo esto mientras se aplicaba a reducir ligeramente el déficit fiscal y la inflación y a eliminar gradualmente los subsidios a los transportes públicos y servicios básicos (luz, agua, gas, electricidad).
Un conjunto de medidas que se tradujo finalmente en un crecimiento económico del 2,9% en 2017, después de una dura recesión el año anterior.
Como broche de oro, Macri había logrado dividir la oposición y reforzar la presencia del oficialismo en el Congreso, gracias a una victoria arrolladora en las legislativas parciales de octubre.
Todo esto le hacía augurar un futuro inmediato resplandeciente. No contaba, sin embargo, con la subida de las tasas de interés en Estados Unidos. Una decisión de la Reserva Federal que ha puesto bajo presión las monedas de las economías emergentes, al atraer un enorme flujo de capitales hacia el dólar, pero que hasta el momento solo en el caso de Argentina ha desencadenado una crisis financiera.
En tan solo un día, , el peso argentino se devaluó un 9% —en lo que va de año su depreciación acumula ya un 20%—. Así, desde fines de abril, el Banco Central se ha visto obligado a deshacerse de más de cinco mil millones de dólares y a operar varias subidas consecutivas de la tasa de interés, que pasó del 27,25% al 40%, para defender (sin mucho éxito) su moneda.
Ante la estampida de capitales, y para tranquilizar a los mercados, el Gobierno ha decidido solicitar de "manera preventiva" un rescate al Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, ha anunciado que buscará reducir el déficit fiscal este año hasta un 2,7% del PIB (cuando inicialmente se preveía una reducción que lo dejará en el 3,2%), mediante un amplio recorte de gastos (sobre todo en la obra pública) de más de 3 mil millones de dólares.
Por lo pronto, el acudir al FMI parece contar con el aval de los mercados, puesto que la Bolsa ha experimentado dos días consecutivos de alza después del anuncio del pedido de rescate. Sin embargo, estas turbulencias financieras han dejado al descubierto la fragilidad del modelo económico implementado por Macri, que cuenta con dos agujeros negros: la inflación y el endeudamiento.
Si bien es cierto que el Gobierno argentino ha logrado contener la inflación, esta no deja de ser sumamente alta al rondar el 25%, siendo la segunda del continente después de Venezuela. Un dato poco reconfortante. Por otra parte, en estos dos años, el país austral ha ido sufragando su gasto público mediante la deuda, a razón de 30 mil millones de dólares anuales. Algo que, siempre y cuando se mantenga la carestía del dólar, se vuelve inviable.
De repente, el horizonte de Mauricio Macri se ve ensombrecido por nubarrones que amenazan con tornarse más densos en los próximos tiempos. De firmarse el rescate, el Ejecutivo contará ciertamente con liquidez suficiente hasta fines de 2019 (año de elecciones presidenciales) para mantener los muebles a salvo. No obstante, en un país donde gran parte de la población asocia el FMI al default de 2001, resultando ello en la crisis económica más grave de la historia reciente de la nación, el acercamiento con el organismo internacional no se hará sin cierto costo político.
Sobre todo, que queda por ver qué condiciones pondrá la instancia financiera a cambio del rescate.
Hasta ahora Macri se había esforzado en aplicar su plan de reformas paulatinamente, consciente de que no posee la baza social y política suficiente para ir más rápido. No es de descartar que un plan de ajustes draconianos se salde con un estallido social, si se tiene en consideración la fuerte resistencia que suscitó a fines de año la reforma del sistema de jubilaciones.
Por lo pronto, las negociaciones con el FMI han galvanizado a la oposición peronista, hasta ahora debilitada y dividida. La recriminación por parte del kirchnerismo era de esperar. En cambio, lo preocupante para el mandatario es la reprobación mostrada por los sectores del peronismo que le han permitido en estos años sacar adelante sus leyes en el Congreso.
Al no poseer el control de las dos cámaras del Legislativo, el Gobierno debe pactar continuamente con la bancada del peronismo no kirchnerista y con los gobernadores de las provincias –la mayoría de ellos también peronistas–. Con el drástico recorte anunciado en la obra pública, además de los ajustes que habrían de llegar de la mano del FMI, la capacidad de negociación de Macri se verá seguramente menguada.
Así, en apenas dos meses, el discurso inaugural de marzo parece una esperanza sepultada. ¿Lo peor está por pasar?
El gran problema argentino, es que en el pasado reciente jugaron a lo prohibido y se entrelazaron en una pugna populista para atraer simpatías hacia el nuevo despertar que constituía Cuba hacia el mundo.
Una guerra, entre lo ansiado y prohibido. Nadie, quería renunciar al último sueño ofrecido por Fidel Castro Ruz, antes de fallecer, un soñador que se ha convertido en la verdadera pesadilla norteamericana y cuya resistencia a morir, lo llevo a ser una figura centralizada del mundo asiático y suramericano.
Los países del Sur, exigen granos en sus despensas para distribuirlos entre la población. Miguel Díaz, Canel supervisó en días recientes, los programas de trabajo agrario y de ganadería para incentivar la producción industrial de alimentos y de bebidas. La única vía de solventar las necesidades primarias a la población cubana y, el excedente vendérselo a Latinoamérica a cambio de productos de infraestructura social y empresarial. La idea es que todo residente de la isla, debe trabajar para producir y allí no se pagan pensiones, un tema que es del agrado de Macri, quien desea aminorar al pensionado argentino que se traga el 74% de los ingresos del Estado.
América Latina, cuenta con un clima propicio en la incentivación del campo agropecuario. Simplemente, los políticos, desde las plenarias en el parlamento, no han sabido administrar las divisas y todo se direcciona al lucro personal. Desde Cuba hasta La Patagonia (Argentina), la causal de que no haya papas, habichuelas, boniatos, vegetales no es por la pésima administración de los directores de economía o el bloqueo económico y financiero, sino, es por la iniciativa ciudadana que no quiere laborar, sino que el Estado los proteja, hasta ser parásitos de la dependencia pública.
Citan los organismo internacionales, como algunas causas de este desabastecimiento generalizado, "la precariedad de la propiedad sobre la tierra, dada en usufructo temporal y siempre reversible, la dependencia estatal para adquirir capital e insumos necesarios a la producción, la obligatoriedad de los campesinos a asociarse a pseudo-cooperativas o empresas estatales para hacer todas las gestiones, las prohibiciones a importar y exportar de manera directa y a asociarse con capital de la diáspora o extranjero".
Es menester, cambiar y promover los registros en el régimen de producción y comercialización agrícola. Transformación del sistema de producción agrícola basada en la propiedad privada y del Estado, pública y la libertad empresarial para poner fin a la hambruna generalizada en los países del Sur por conceptos de los aranceles norteamericanos, puestos en vigencia desde el gobierno de Barak Obama
Argentina, debe esforzarse más en producir, se hundió en marcha del populismo y no llenar de nuevo Las Pampas de ganado lanar y en el pasado, exportó mucha carne a países como Venezuela que agotó su ganado vacuno y caprino. En una alianza caprichosa de índole comercial.
Los cubanos, no hay que envidiarles, su economía es la mejor del mundo por su disciplina ideológica y participación en problemas comunes y afines. Su presidente Diaz-Clane mandó a revisar los precios agrícolas, porque debe haber una baja de los mismos y una motivación plena a sembrar, no debe haber marchadores y huelguistas, sino gente dispuesta a trabajar y los ancianos necesitan es protección social, no dinero para festejar, el Estado velará por su protección y refugio.
Hay que dejar la propaganda mal intencionada, los cubanos ¿no somos idiotas? Menos los latinos. Así se expresó el presidente cubano.
Argentina, debe retomar su ruta.