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Los rusos celebraban (o celebran) cada 7 de noviembre un aniversario más de la Revolución que llevó al partido de Lenin al poder en 1917 para iniciar la construcción del socialismo. Esta Revolución llamada también de Octubre, porque según el calendario juliano se efectuó el 25 de ese mes, constituyó un acontecimiento político de mayor magnitud que la francesa por sus acciones radicales: se eliminó el poder hereditario consanguíneo con el fusilamiento del zar y su familia, se expropiaron todas las tierras, y el estado soviético pasó administrar desde la empresa económica más grande hasta el más humilde de los kioskos para vender una golosina, un cigarro o un llavero.
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La Revolución Bolchevique (del partido mayoritario) se entiende mejor y fácilmente a través de algunas obras literarias: "La Madre" (Gorki), la primera parte de "Tinieblas y amanecer" (Alexéi Tolstói), "El Don apacible" (Shólojov), "Esta es tu causa" (Yuri Guerman), "Así se templó el acero" (Ostrovski), "La guardia blanca" (Bulgakov), llevada al teatro con el nombre de "Los días de los Turbín", obra que el propio Stalin vio más de 50 veces, por considerar que así sucedieron los hechos de octubre; y yo, que no tengo que ver nada con el sátrapa, la vi sólo 2 veces.
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Mención aparte merece la novela corta de Bulgakov "Corazón de perro", prohibida por Stalin, y en la cual se muestra la puerilidad de lograr "un hombre nuevo" en un lapso breve. Leerla es entender lo que pasa en Venezuela. El mismo Lenin una vez dijo que la vida siempre es más complicada que las teorías sugeridas en los libros, por eso suponía que el surgimiento de un hombre nuevo solo sería posible a través de cientos de años de práctica y convivencia en una sociedad con amplias garantías económicas y sin limitaciones a la libertad de expresión.
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Unas breves biografías de los poetas Esenin , Mayakovski, Ajmátova y Tsvetáyeva nos dirán más de la Revolución Rusa que todos los enjundiosos tratados históricos.
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No estoy de acuerdo con los que denigran de la Revolución Bolchevique y la niegan totalmente como Plejanov, quien dijo que "es un error de la Historia". No, la Revolución Rusa constituyó un gran experimento de la humanidad, en el cual se demostró la inviabilidad absoluta de las ideas económicas de Marx.
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En el Manifiesto del Partido Comunista (1848) Marx y Engels hablan, entre otras cosas, de las leyes del desarrollo social, la lucha de clases y explican que la propiedad privada es la causa de todos los males y por lo tanto hay que abolirla. Veamos: "Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales sino aboliendo el modo de apropiación en vigor y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente".
El punto clave está en la palabra "destruir". Cualquiera sabe que eso es muy fácil. Lo difícil es el antónimo de ese verbo: "construir". Todos los países que se declararon socialistas (estrictamente alrededor de treinta) y aplicaron las idea de expropiación planteada en el Manifiesto terminaron en la ruina; y sólo pudieron revertir la inopia de sus habitantes devolviendo lo expropiado.
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Así lo entendieron Gorbachov y Yeltsin. Gracias a ellos se supo que no había traidores a la patria, sino gente que pensaba distinto. Los rusos todavía publican listas de ciudadanos rehabilitados.
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Así lo entendió Putin cuando decidió introducir una nueva fecha para celebrar: el Día de la Unidad Nacional (4 de noviembre) para aguarles la fiesta del 7 de noviembre a los pocos comunistas nostálgicos.
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Admiro a Putin, pero no por las mismas razones que lo admiran los de nuestro gobierno que creen que es "un camarada". No, Putin es todo lo contrario: un anticomunista que entendió que los problemas económicos de Rusia empezarían a resolverse con una economía de mercado, devolviendo todo lo expropiado, y vendiendo dólares en todas las esquinas de las calles de su nación. De esa manera acabó con el paralelo, la hambruna y los bachaqueros rusos. Deslindó la economía de la ideología. La respuesta que dio un experto chino al ministro Castro Soteldo es una prueba de lo que afirmo: el Estado no puede resolverlo todo, por eso la propiedad privada hay que respetarla para que ayude al Estado.
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Yo agradezco mucho a la Revolución de Octubre porque gracias a ella viví en Rusia durante los mandatos de Brézhnev, Andrópov, Cherneko y Gorbachov. Viví el socialismo real, la perestroika y la instauración del capitalismo. Conocí la grandeza de su pueblo, aprendí uno de los idiomas más hermosos, conocí algo de su literatura y de su cultura en general y hasta tengo una hija que lleva el nombre de la esposa de Marx.
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Creí en aquel proyecto y no me arrepiento; y hasta tengo un diploma con el rostro de Lenin con la reseña de que aporté un granito de arena en la construcción del comunismo cuando trabajé de obrero en Siberia y en Kazajistán. También limpié las calles de Moscú, de manera voluntaria porque así me lo enseñaron mis profesores y creíamos en la superioridad de una moral socialista. No sabíamos, entonces, de la existencia de Andorra ni de sus bancos.