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Italia, cerca ideológicamente a Europa, con el islamismo y doctrinas capitalistas

*Mauro, encarcelado entre rejas por desobediencia al clasicismo

La mecanización de la mano de obra, nos esta llevando a un paralelismo anarquizoide en las fuentes del campo laboral y, un antagonismo con las sociedades liberales del mundo moderno que, nos lleva a un arraigo a la tierra como fundamentación ética para la supremacía para el ideario nacionalsocialismo. Los germanos fueron uno de los primeros iniciadores de esa identidad que, creó un antagonismo con las sociedades liberales del mundo moderno.

En el contexto de esta argumentación, cobra sentido la observación de Marx, siempre lamentada desde la izquierda, sobre el papel modernizador de Inglaterra en la India, publicado como artículo en 1851 en el New York Times.

«Porque no son ustedes, caballeros, los que nos juzgan. Ese enjuiciamiento lo dictamina la eterna corte de la historia. (...) Podrán pronunciarnos culpables mil y una veces, pero la diosa de la eterna corte de la historia sonreirá y hará trizas el alegato del fiscal y la sentencia de esta argumentación, defienden las ideas de Mussolini, aunque reconocen que en el pasado se cometieron "errores".

El gran problema para Roma, (Italia), son las sedes, por centenares de un colectivo europeo en formación junto a inmigrantes militantes del islam que, cuenta en su haber con centenares de jóvenes, quienes ya constituyen un colectivo de ultraderecha que, se extienden con mayor rapidez. En la frontera con Eslovenia hay una diversidad de ellas, junto a poblados como Udine o Gorizia.

"Que haya o no inmigrantes en una localidad no es determinante para que nosotros decidamos abrir una sede", afirma Daniele Di Stefano. Según dice, aquello que hace decantar la balanza es la demanda de los jóvenes. "Para ellos, nosotros somos su única esperanza", asegura convencido. De hecho, ésa es la fuerza de CasaPound, según el sociólogo Emanuele Toscano, que junto al investigador Daniele di Nunzio publicó en 2011 el libro Dentro y fuera de CasaPound, tras hacer un seguimiento de sus militantes durante un año y medio. Es decir, los acólitos de CasaPound no son cuatro trasnochados nostálgicos del pasado, sino jovencitos de entre 16 y 30 años que apenas han visto un retrato de Mussolini.

"La música juega un papel crucial", argumenta Toscano. "CasaPound tiene un grupo de música, Zetazeroalfa, y utiliza códigos culturales e incluso la misma música que la izquierda", sigue relatando el sociólogo. "Muchos jóvenes van a sus conciertos no porque sean fascistas, sino porque simplemente les gusta el ambiente", añade.

Las letras de las canciones de Zetazeroalfa podrían gustar a cualquiera. Por ejemplo, el estribillo de su conocida canción Amor desesperado dice así: "Te sientes solo en este camino, pero no hay noche sin mañana, ¡porque luchar es un destino!". O su canción Kriptonite, con un ritmo pegadizo que haría bailar al más apático, habla así de la propaganda política: "Somos aquellos que encontramos demente tu continua propaganda de mierda". En definitiva, son canciones reivindicativas que encantarían a cualquier inconformista.

Pero CasaPound va mucho más allá. Es todo un entramado: tiene pubs, gimnasios, un club de motos, un grupo de protección civil, una emisora de radio, e incluso una ONG que antes trabajaba por una minoría en Birmania. "Los jóvenes empiezan a servir birras en el pub, después van a la radio... Poco a poco se van implicando", resume Toscano.

Así CasaPound ha construido su red. Ha ocupado el vacío dejado por los antiguos centros sociales. Eso unido al hecho de que ha roto esquemas. Por ejemplo, con la ocupación de casas, algo normalmente vinculado a colectivos de izquierda. Pero eso sí, las casas que ha ocupado han sido siempre para familias italianas. Ni una extranjera.

"En este edificio viven dieciocho familias", afirma el vicepresidente de CasaPound en referencia a la sede de la asociación en Roma. "La mitad son nuestras familias, y las otras, personas que no tenían dónde vivir", detalla. Según asegura, las propias familias necesitadas recurren a ellos. "El fascismo en Italia no es un obstáculo para la gente como en el resto de Europa. Aquí todo el mundo sabe que, por ejemplo, el sistema de pensiones fue creado por Mussolini. Hay una buena concepción del fascismo, se vincula a obra pública y Estado social", declara.

Sería más completo hablar de una naturaleza mágico-religiosa. Al dominar un mito se conoce el origen de las cosas o de los seres, lo que otorga un «poder» sobre ellos que permite afrontar los avatares de la realidad, sean la curación de enfermedades, asegurar cosechas o una cacería abundante o librar guerras exitosas.

Los regímenes fascistas tenían que causar una impresión de empuje dinámico («revolución permanente») para cumplir esas promesas. No podían sobrevivir sin ese impulso resuelto y embriagador hacia delante. Sin una espiral incesante y creciente de retos cada vez más audaces, los regímenes fascistas se arriesgaban a caer en algo parecido a un autoritarismo tibio. Con ella se dirigían hacia un paroxismo final de autodestrucción. (Paxton, 2005:175).

Mientras que el comunismo, a pesar de los lamentables excesos cometidos en aquellos países que trataron de aplicarlo, tiene propósitos muy altruistas: nada más y nada menos que la liberación de la humanidad de la injusticia social y de las condiciones de penuria en que se ha visto forzada a vivir a través de los siglos. Desde luego, es esta una distinción basada sólo en la fe, y obvia la incómoda pero incontrastable verdad de que durante los años veinte y treinta del siglo pasado el fascismo y el nazismo fueron movimientos sumamente atractivos para aquellos que buscaban la justicia social. Por muy embarazoso que sea, los europeos de hoy tienen que reconocer que millones de sus compatriotas sucumbieron en el pasado a los cantos de sirena fascistas, no porque fuesen ellos intrínsecamente perversos, sino porque el mensaje les prometía justicia y bienestar. Es decir, se percibían como propuestas ¡bien intencionadas!

En este orden de ideas podría argumentarse que el fascismo italiano, en la medida en que se vio obligado a buscar apoyo en los factores de poder existentes –el Rey, los militares, el poder económico– tiene un tinte conservador, a diferencia de la experiencia nazi, mucho más revolucionaria en tanto que se propuso destruir el sistema existente. No obstante, muchos pronunciamientos de Mussolini no avalan esta hipótesis: propugnaba, igualmente, hacer una revolución fascista, si bien las fuerzas que pudo aglutinar a su favor podrían no haber sido suficientes para garantizar su permanencia en el poder sin las alianzas antes referidas. Quizás fuese esa correlación de fuerzas no del todo favorable lo que llevó a que el fascismo italiano no mostrase los rasgos totalitarios del régimen nazi, pese a las pretensiones del propio Duce.

Una expresión particular de este enfrentamiento con todo lo que significa la modernidad es, valga la paradoja, vertiente del llamado pensamiento «posmodernista». Uno de sus más conocidos portavoces en Venezuela, el sociólogo Rigoberto Lanz, propugna, entre otras cosas, «relativizar» el conocimiento científico –quizás el principal aporte de la civilización occidental al mundo moderno–, exaltando otros «saberes», producto de experiencias populares, que serían igualmente válidos. El conocimiento científico convencional sería más bien un componente de la superestructura ideológica de dominación, una especie de «sentido común» que atraparía a los ciudadanos de hoy en paradigmas que impiden trascender a otras formas de pensar y de ver el mundo. En este sentido no sería éticamente «neutro», por lo cual se justifica explorar nuevas fuentes de conocimiento que sirvan para fundamentar la necesidad de un cambio «revolucionario». Para ello es menester «de-construir» las categorías del pensamiento imperante o hegemónico y reinsertar los elementos de información considerados válidos en un nuevo marco valorativo que fundamente el nuevo orden que se propone.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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