Con mano decrépita el Tio Sam usa su látigo en el patio trasero

Traducción desde el inglés por  Sergio R. Anacona

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No fue fácil entenderlo. Esta semana, dirigiéndose a la Cumbre de Davos en Suiza, vía video conferencia, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo condenó a Rusia por interferir en las elecciones de Estados Unidos y en las de otros países.

Al día siguiente, Pompeo declaraba "ilegítimo" al líder libremente elegido de Venezuela y de paso avalaba a una oscura figura opositora como el "presidente reconocido".

Un golpe de estado está en marcha en Venezuela fomentado por Washington. El país de manera precaria se encuentra al borde de una guerra civil luego del temerario paso dado por Estados Unidos para deslegitimar al gobierno de Caracas.

Se trata de la interferencia de Washington en los asuntos soberanos de otra nación. Con mayúsculas.

Y aun así el gobierno de Estados Unidos y los medios de prensa tienen la desfachatez de acusar a Rusia de "interferencia". Que el mundo evalue a Estados Unidos por lo que es –los Estados Unidos de la arrogancia, los Estados Unidos de lo absurdo.

Venezuela enfrenta un presentimiento en las próximas semanas. Ya el país está padeciendo arrastrado a un caos económico –causado en no poca medida por las sanciones de Estados Unidos—y las persistentes manifestaciones callejeras, fomentadas durante años a través de la interferencia de Estados Unidos.

Si crece la violencia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha dicho "que todas las opciones están sobre la mesa", queriendo decir que una intervención militar de parte de Washington es posible. Este libreto de Estados Unidos para un cambio de régimen está muy gastado, es muy predecible y muy deplorable.

Rusia que es un aliado del elegido gobierno venezolano del presidente Nicolás Maduro, ha condenado la flagrante violación de parte de Estados Unidos. Moscú también ha lanzado una advertencia contra cualquier intervención militar de Estados Unidos, señalando que esta conduciría a una destrucción aún mayor.

Tal vez una mayor destrucción sea exactamente a lo que Estados Unidos está deseando. Después de todo la historia demuestra que cuando Estados Unidos no aprueba un gobierno extranjero entonces su habitual recurso para la acción es fomentar la inestabilidad y provocar un estado fallido lo cual posteriormente permite que Estados Unidos trate de imponer su dominio.

América Latina ha sido percibida por Washington como su "patio trasero" durante los dos últimos siglos. Si el Hemisferio Sur no se apega a la línea del Tío Sam entonces los países "recalcitrantes" son obligados a gritar "tío" bajo las penurias de ataques militares, subversión, escuadrones de la muerte y estrangulación económica.

La arrogancia imperialista de Washington hacia las naciones nominalmente independientes es asombrosa. Lo más infamante, Cuba desafía al patrón hegemónico de Estados Unidos implementando hace casi sesenta años un sistema político socialista y durante las últimas siete décadas esa pequeña isla nación ha sido sometida a un perverso embargo comercial como también a incontables agresiones militares.

Venezuela, por otra parte, escogió una vía democrática al socialismo durante los últimos veinte años a través de la elección del presidente Hugo Chávez. Washington jamás ha perdonado esta divergencia con su hegemonía y durante las últimas dos décadas ha impuesto sanciones y ha hostilizado a esta nación sudamericana.

La "amenaza del buen ejemplo" nunca es tolerada en el supuesto patio trasero de Estados Unidos. Cualquier desplazamiento hacia la democracia y hacia la independencia debe ser reprimido con puño de hierro absoluto. La acicalada retórica de Washington acerca de la ley y la democracia es solo un travesti de su verdadera tiranía.

Nicolás Maduro fue elegido por segunda vez en el mes de mayo del año pasado para servir como presidente del país (primeramente asumió luego del deceso en el año 2013 del presidente Chávez).

Nicolás Maduro ha prometido continuar promoviendo una forma socialista de gobierno. Estados Unidos ha estado agitando un golpe de estado en el rico país petrolero durante las últimas dos décadas mediante sanciones y financiando agrupaciones opositoras.

La reelección de Maduro obtuvo el 67 por ciento de los votos –aunque hubo una enorme abstención. Su gobierno es la autoridad legítima de Venezuela verificada por el Consejo Nacional Electoral. Luego de la inauguración de Maduro a comienzos del mes de enero, Estados Unidos ha incrementado sus esfuerzos para deslegitimar su mandato.

Ese paso dado por Estados Unidos culminó está semana con la descarada orquestación de parte de la Casa Blanca de declarar a una oscura figura de la oposición –Juan Guaidó—como el "presidente reconocido".

Washington de una sola vez declara nula e inválida la elección de Maduro e insta a los países latinoamericanos y a otros aliados igualmente a reconocer a la oposición como autoridad.

La política de Washington es la responsable de destrozar a Venezuela. El "experto en cambios de régimen" está una vez más abocado a esto habiendo causado recientemente muchísimo daño en Siria y en el Medio Oriente, Washington presume de un rol de árbitro en el destino de Venezuela.

Los vasallos de Washington además de otros sátrapas de manera desvergonzada están medrando detrás de su escandalosa interferencia en Venezuela. Varios gobiernos de derecha en América Latina, como era de esperar, brincaron al restallido del látigo del Tío Sam para unirse contra Venezuela, Gran Bretaña, Canadá y la Unión Europea han respaldado la usurpación de la democracia en Venezuela o de manera sumisa la han apoyado.

La Organización de Naciones Unidas, ONU y la Unión Europea, UE de manera poco enérgica han llamado a la "calma" y al "diálogo" en circunstancias en que esas organizaciones deberían de manera inequívoca condenar a Estados Unidos por infringir la soberanía de Venezuela.

No obstante, Venezuela no será derribada. Las fuerzas de la defensa del país están apoyando al gobierno de Maduro y el Ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, ha condenado la "agresión contra Venezuela". La Corte Suprema de Justicia de Venezuela ha declarado inconstitucional la pretensión presidencial de la oposición.

Venezuela cuenta en el exterior con el apoyo de varios países vecinos que incluyen a México, Bolivia, Nicaragua y Cuba.

Rusia figura como una importante potencia internacional que pide respeto por la soberanía de Venezuela y por la legitimidad del presidente Maduro. Otros países extranjeros que apoyan a Venezuela incluyen a China, Irán y Turquía que también han denunciado los ataques liderados por Estados Unidos contra Venezuela.

Es de la mayor importancia que el derecho internacional, la soberanía y el principio de la no interferencia sean respetados. Venezuela está demostrándole al mundo cuáles son en realidad los estados forajidos.

Estados Unidos y sus diferentes secuaces que incluyen a potencias europeas y a la OTAN han demostrado un absoluto desprecio por el derecho internacional y la soberanía. Solo tenemos que observar la abyecta agresión contra Siria, Afganistán, Irak, Libia, Somalia, Yemen y muchos otros países para comprobar la verdad.

América Latina exhibe horrible cicatrices causadas por el imperialismo norteamericano durante siglos. Nos estamos refiriendo a los golpes de estado, regímenes fascistas y escuadrones de la muerte que el Tío Sam prodigó.

Hoy en día el pueblo de Venezuela sufre una vez más la "benevolencia" del psicópata del Tío Sam del Norte.

No obstante, los eventos podrían demostrar que el Tío Sam es actualmente un viejo y decrépito tirano cuyos perversos designios ya no cuadran en la realidad multipolar del mundo actual.

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