Califican además de «irresponsable» el hecho que ciertos Estados –a pesar de ser firmantes del Tratado de No Proliferación nuclear– participen en «misiones nucleares conjuntas» y solicitan a esos Estados «el regreso a los territorios nacionales de todas las armas nucleares desplegadas fuera de sus fronteras».
Ese llamado concierne directamente a Italia y a los demás países europeos donde, en violación del Tratado de No Proliferación, Estados Unidos ha desplegado armas nucleares que esos países receptores podrían utilizar bajo las órdenes de Estados Unidos. De todo eso, los grandes medios de difusión no han dicho absolutamente nada. Están demasiado ocupados describiendo los esplendidos vestidos de la First Lady Melania Trump en las ceremonias sobre el desembarco de Normandía y de artistas de televisión. El estado de las relaciones entre Italia y Rusia es excelente. Al menos eso expreso el primer ministro italiano Giuseppe Conte cuando a recibido en Roma al presidente ruso Vladimir Putin. El mensaje es tranquilizador, hasta soporífico para la opinión pública. Se circunscribe, fundamentalmente, al estado de las relaciones económicas.
Rusia, país donde operan de 500 a 580 empresas italianas, es el 5º mercado extraeuropeo para las exportaciones de Italia y satisface un 35% de las necesidades de Italia en gas natural. Los intercambios –precisa Putin– fueron de 27 000 millones de dólares en 2018, pero en 2013 se elevaban a 54 000 millones. Así que se redujeron a la mitad por causa de lo que Conte llama el deterioro de las relaciones entre Rusia y la Unión Europea que condujo a las sanciones europeas … sanciones que en realidad se decidieron en Washington.
A pesar de lo anterior, hay entre los dos países una intensa relación a todos los niveles. Ese tono tranquilizador es el mismo de la visita de Conte a Moscú, en 2018, y también el que había utilizado antes, en 2016, su predecesor, Matteo Renzi, cuando estuvo en San Petersburgo, donde garantizó que la expresión "guerra fría" ha salido de la historia y de la realidad. O sea, continúa la farsa. En las relaciones con Rusia, Conte –al igual que Renzi en 2016– se presenta únicamente bajo su condición de jefe de gobierno de un país miembro de la Unión Europea, mientras disimula el hecho que Italia es miembro de la OTAN, alianza militar bajo las órdenes de Estados Unidos, país que Italia considera su aliado privilegiado. Así que a la mesa Italia-Rusia sigue sentándose como convidado de piedra el aliado privilegiado tras cuyas huellas siempre marcha Italia.
El gobierno de Giuseppe Conte declara que el estado de las relaciones con Rusia es excelente a pesar de que apenas una semana antes volvió a acusar a Rusia, en la sede de la OTAN, de haber violado el Tratado INF –basando esa acusación en pruebas supuestamente proporcionadas por Washington– y alineándose así junto a la decisión estadounidense de enterrar ese tratado para desplegar en Europa nuevos misiles nucleares de alcance intermedio que apuntarán hacia Rusia.
Un mes de julio, en la víspera de la visita de Putin en Italia, se publicó en Moscú la ley firmada por el presidente ruso para suspender la participación rusa en el Tratado INF, lo cual no es otra cosa que una acción preventiva antes de que Washington salga definitivamente de ese tratado, lo cual ocurrió días después. Putin advirtió también que, si Estados Unidos despliega en Europa nuevas armas nucleares cerca de las fronteras rusas, Rusia dirigirá sus propios misiles hacia los puntos de la geografía europea donde se despliegue ese armamento.
Así queda advertida hasta la propia Italia, que se prepara para recibir –a partir del año 2020– las nuevas bombas atómicas estadounidenses B61-12, que también equiparán a la fuerza aérea italiana… según lo que ordenen los militares de Estados Unidos.
Una semana antes de la confirmación del excelente estado de las relaciones con Rusia, el gobierno del primer ministro Conte confirmaba la participación de Italia en la fuerza de la OTAN que –con 30 navíos de guerra, 30 batallones y 30 escuadras aéreas– será capaz de desplegarse en 30 días, por orden de Estados Unidos y contra Rusia, a partir de 2020. También en función de amenazar a Rusia, varios navíos italianos participan en maniobras de guerra submarina de la OTAN, fuerzas italianas motorizadas forman parte del grupo de batalla de la OTAN en Letonia y la brigada blindada italiana Ariete ha realizado hace semanas ejercicios en Polonia mientras que aviones de combate italianos Eurofighter Typhoon están desplegados en Rumania y en Letonia. Todo eso confirma que la política exterior y militar de Italia no se decide en Roma sino en Washington, a pesar del soberanismo que tanto pregona el gobierno de Giuseppe Conte. Las relaciones con Rusia, al igual que las relaciones con China, se hallan sobre las arenas movedizas de la sumisión italiana a las decisiones estratégicas de Washington. Basta recordar como en 2014, por orden de Washington, se canceló el gasoducto South Stream pactado entre Rusia e Italia, anulación que significó para las empresas italianas la pérdida de miles de millones de euros… sin que nadie protestara en el gobierno ni en la clase política de Italia. Aunque la oposición sigue criticando al gobierno y a pesar de las divergencias existentes dentro del propio gobierno, no se levantó en el parlamento ninguna voz crítica cuando el primer ministro Giuseppe Conte presentó ante la Conferencia de Embajadores –realizada el 26 de julio– las líneas directrices de la política exterior de Italia, lo cual es muestra de que existe un amplio consenso entre los partidos.
Conte definió ante todo el eje alrededor del cual gira el lugar de Italia en el mundo:
«Nuestra relación con Estados Unidos sigue siendo cualitativamente diferente de la que mantenemos con las demás potencias porque se basa en valores, en principios compartidos que son la base misma de la República y parte integrante de nuestra Constitución: la soberanía democrática, la libertad y la igualdad de los ciudadanos, la defensa de los derechos fundamentales de la persona.» El primer ministro Conte recuerda así, no sólo que Estados Unidos es su aliado privilegiado, sino que también enuncia un principio: Italia toma a Estados Unidos como modelo de sociedad democrática. Se trata de una falsificación histórica de proporciones colosales.
En materia de libertad e igualdad de los ciudadanos basta recordar que aún hoy en día los ciudadanos estadounidenses siguen siendo censados oficialmente según la raza –o sea como blancos (divididos entre no hispánicos e hispánicos), negros, amerindios, asiáticos e indígenas hawaianos– y que las condiciones de vida promedio de los negros y los hispánicos (latinoamericanos en general de todas las razas) son ampliamente las peores. En cuanto a la defensa de los derechos fundamentales de la persona, basta recordar que en Estados Unidos más de 45 millones de ciudadanos (un 16%) viven en condiciones de pobreza y alrededor de 32 millones no cuentan con asistencia sanitaria mientras que muchos más son incapaces de enfrentar gastos como una larga quimioterapia para el tratamiento de un tumor. También en el plano de la defensa de los derechos de la persona, hay que recordar que miles de negros desarmados son asesinados impunemente por policías blancos.
En cuanto a la soberanía democrática, basta con recordar la serie de guerras y golpes de Estado que Estados Unidos ha orquestado, desde 1945 hasta nuestros días, en más de 30 países de Asia, África, Europa y Latinoamérica, con un saldo de 20 a 30 millones de muertos y cientos de millones de heridos (ver la investigación de James Lucas presentada por el profesor Michel Chossudovsky en el sitio web Global Research .
Esos son los valores compartidos en los que Italia basa su relación cualitativamente diferente con Estados Unidos. Y para mostrar cuán fructuosa es esa relación, Conte declara: «Siempre he encontrado en el presidente Trump un interlocutor atento a los intereses italianos.» Intereses que Washington considera legítimos… mientras que Italia se mantenga sumisa en el seno de la OTAN dominada por Estados Unidos, mientras que Italia siga a Estados Unidos de guerra en guerra, mientras incremente sus gastos militares –como exige Estados Unidos– y mientras ponga el territorio italiano a la disposición de las fuerzas y bases militares estadounidenses, incluyendo las fuerzas nucleares de Estados Unidos. Conte trata de hacer creer que su gobierno, usualmente definido como «soberanista» dispone de un amplio espacio de autonomía para dialogar con Rusia en base a la perspectiva de la OTAN de doble vía (diplomática y militar): perspectiva que en realidad sigue la vía única de una confrontación militar cada vez más peligrosa. Por cierto, según reporta el diario La Stampa , el embajador de Estados Unidos en Roma, Lewis Eisenberg, se comunicó telefónicamente con el vicepresidente del consejo de ministros, Luigi Di Maio, a quien Washington considera el más confiable, para exigirle aclaraciones sobre las relaciones con Moscú, específicamente en el caso del otro vicepresidente del Consejo de Ministro, Matteo Salvini, cuya visita a Washington se caracterizó –a pesar de sus esfuerzos– por un resultado decepcionante.
No se sabe si el gobierno de Conte logrará pasar el examen. Lo que sí se sabe es que se perpetúa la tradición según la cual en Italia el gobierno siempre tiene que obtener la aprobación de Washington. Eso confirma nuestro grado de soberanía democrática.