Camaradas: mataron a Rosa y a Carlos

Lenin, haciendo referencia y en defensa de Rosa Luxemburgo, dijo en una oportunidad: “A veces las águilas vuelan más bajo que las gallinas; pero las gallinas jamás podrán elevarse a la altura de las águilas”. Rosa Luxemburgo nació un 5 del mes de marzo de 1870 y fue asesinada un 15 del mes de enero de 1919. Sin duda alguna, ha sido hasta el sol de hoy la más brillante y prolífera mujer del pensamiento marxista, y una de las más insignes de las luchadoras revolucionarias que conozca la historia humana en todos sus tiempos.

Rosa Luxemburgo fue una consecuente militante marxista, teórica muy creadora de una vasta y rica obra de literatura revolucionaria, destacándose, entre otras, las siguientes: “Reforma y Revolución”, “Huelga de masas, partido y sindicato”, “La acumulación del capital”, “La revolución rusa”, “El socialismo y la Iglesia”. Activó en el Partido Socialdemócrata de Alemania hasta 1914, cuando se opuso a la participación de los socialdemócratas en la Primera Guerra Mundial, por considerar que se trataba de una guerra entre imperialistas. Ella y Kart Liebknecht, fueron los principales fundadores de la Liga Espartaquista, grupo marxista que da origen al Partido Comunista de Alemania.

Dicen que Rosa Luxemburgo fue la primera mujer que se graduó de doctora en Alemania. Ella nació con un defecto físico que la discapacitó para toda la vida. Sin embargo, eso jamás constituyó un obstáculo para proponerse y cumplir con grandiosas y exigentes tareas revolucionarias. Muy Joven, ya graduada de bachiller, tuvo que huir de Polonia a Suiza para evitar ser detenida, donde estudió filosofía, historia, economía y matemáticas al mismo tiempo. Fue compañera de estudio de Anatole Lunacharsky y de Leo Jogiches en la Universidad de Zurich. Fue cofundadora –con Jogiches- del Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia. Posteriormente se casa –por un necesario acuerdo entre camaradas- con Gustav Lübeck para poder obtener la ciudadanía alemana, pero su verdadero romance fue siempre con Leo Jogiches. Participa activamente en el ala izquierdista del Partido Socialdemócrata Alemán. Su elevado nivel de conocimientos y su retórica le permitieron convertirse en una verdadera líder revolucionaria. Mantuvo siempre una lucha implacable contra los reformistas y revisionistas de la socialdemocracia alemana.

Conoció a Lenin en 1907 en Londres durante el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. En el Segundo Congreso Socialista Internacional, celebrado en Stuttgart, logró que se aprobara su resolución de que todos los partidos obreros europeos debían unirse para evitar la guerra. Junto con Jean Jaurés expusieron la idea de que si estallaba la guerra imperialista, los obreros europeos debían declarar una huelga general. Cuando aquella estalló en 1914, Rosa Luxemburgo organizó manifestaciones contra la misma y llamó a los soldados que no obedecieran las órdenes militares. Fue acusada de incitar a la desobediencia contra la ley y el orden de las autoridades. En una reunión de socialistas en julio de ese mismo año, sostuvo que el sentimiento nacionalista de los partidos obreros era más fuerte que su conciencia de clase. Ante el apoyo que brindó la socialdemocracia al gobierno alemán, aprobando subsidiar la guerra con bonos de guerra y el compromiso del partido de no hacer huelgas, Rosa Luxemburgo, adolorida por dentro y por fuera, pensó en el suicidio como una protesta contra el revisionismo.

Junto con Kart Liebknecht, Clara Zetkin y Franz Mehring, crean la Liga Espartaquista, sacando publicaciones ilegalizadas o clandestinas firmadas como Espartaco, en homenaje al gladiador tracio que luchó por la liberación de los esclavos de Roma. Rosa Luxemburgo se puso el seudónimo “Junuis”, tomado de Lucius Junuis Brutus, catalogado como el fundador de la República de Roma. Rechazaron el “alto al fuego” acordado entre el partido y el gobierno alemán y trataron de organizar una huelga nacional contra la guerra. Ella y Kart Liebknecht fueron detenidos y condenados a dos años y medio de prisión. En la cárcel escribió “La Revolución Rusa”, donde criticó a los bolcheviques y, especialmente, a Lenin y Trotsky por el concepto de dictadura del proletariado, aunque ella nunca dejó de utilizarlo. En la cárcel escribió su más famosa frase: “La libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensen diferente”. Por lo demás, son hermosísimas las cartas que Rosa Luxemburgo le escribió a Luisa Kautsky. Si hemos de citar un párrafo, para comprobarlo, tomemos ese que dice: “… cuando el mundo entero se sale de quicio, lo único que me preocupa es saber el qué y el por qué de lo que ocurre, y desde el momento en que sé que he hecho lo que tenía que hacer, recobro la tranquilidad y el buen humor. Ultra posse nemo obligatur” (Nadie está obligado a más de lo que puede).

Al salir de la cárcel continuó con sus actividades políticas. Participó activamente en la frustrada revolución de 1919 en Berlín, aun cuando ella había alertado que no era prudente lanzarse a esa aventura. Los socialdemócratas en el gobierno ordenaron una sangrienta y brutal represión contra los revolucionarios. Rosa Luxemburgo y Kart Liebknecht cayeron presos y fueron torturados hasta la muerte. El cuerpo de la primera fue lanzado a un río y el del segundo, enterrado en una fosa común.

Dicen que las últimas palabras que se le escucharon a Rosa Luxemburgo antes de su muerte ejecutada el 15 de enero de 1919, fueron las siguientes: "El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota. ‘¡El orden reina en Berlín!’ ¡Estúpidos secuaces! Vuestro ‘orden’ está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!”.

Este artículo, cuyo título es: “Camaradas: mataron a Rosa y a Carlos”, versa casi todo sobre la primera sencillamente por ser mujer y, además, por merecerlo infinitamente. De Kart Liebknecht, si queremos medirle su grandeza de revolucionario aunque poco conocía de dialéctica, baste con decir que Lenin, en una oportunidad, ante los miembros del Comité Central del Partido Bolchevique, los amenazó diciéndoles que prefería quedarse sólo con Liebknecht que con cien bolcheviques como  ellos.



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Freddy Yépez


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