El periodista Juancho Marcano llegó al conuco y lo recorrió, viendo con alegría las plantas del sembradío. Los chubascos habían dibujado diferentes sonrisas verdes en los rostros de las matas. Mientras que los conciertos de las aves, se oían en diferentes tonos, pero se escuchaban alegres, conjugados con el sonido del viento y las notas de unas leves garúas que empezaban a caer.
El perro Pipo buscó refugio bajo el techo vegetal que representa la mata de mango y ahí, después de breves saludos, empezaron a conversar:
"Te cuento, amiga, que estuve hablando con Juancho sobre una guerra que actualmente hay en el mundo y me dijo que es una cosa terrible, que no sólo mata hombres, sino que asesina y abandona perritos y gaticos".
La mata de mango no mostró gran asombro, dando a entender que conocía un poco el comportamiento de los hombres, por eso comentó: "No es de extrañar, que los humanos hagan ese tipo de acciones, pues si han sido capaces de desaparecer de este planeta diferentes plantas y animales, no es raro que se maten ellos mismos, y después dicen que ellos son los racionales".
Pipo escuchó callado y la mata de mango viendo esto, preguntó: ¿Y esa maligna guerra, también se mete con los árboles?
- Claro, amiga. Bueno por lo que entiendo sí. Pues por lo que me explicó Juancho, esa es una acción tan terrible que los hombres que participan en ella, cuentan con armas tan sofisticadas y de tanta tecnología, que una vez que la ponen a funcionar, son capaces de barrer construcciones enteras, independientemente que ahí habiten hombres, mujeres y niños. Por tanto, uno se imagina que si aquí cae una bomba, de esas explosivas, y de las que me habló Juancho, ni tú ni yo, ni las plantas ni los animales que están cercanos, escaparemos de la muerte, de la cual no tenemos culpa alguna, porque sucede y acontece, amiga, que en esos conflictos bélicos son muchos los inocentes que mueren.
- Qué desgracia, si más bien deberían morir solo los hombres, y no nosotros que no tenemos nada que ver con eso, dijo la mata de mango.
- Lo ideal, es que se acaben y se prohíban esas malditas guerras, y el mundo viva en paz, dijo Pipo, y salió en busca de Juancho que ya venía, pues la llovizna había pasado.