"Con los negocios sucede lo mismo que con el baile; hace indispensable que las personas bailen al mismo compás"
Johann Wolfgang von Goethe
En días pasados me regocijé bailando, con una excelente amiga. Una odontopediatra de una gran capacidad profesional y probada desde el punto vista humano: Lilia Colina, tiene 70 años y parece disimularlos, ya que, su trato es tan afable y parece andar en la flor de la vida. Apenas iniciamos el agradable momento de danzar motivados por el ritmo caribeño de la salsa, dejó en evidencia una dificultad muy común de algunos bailadores, no se mueve hacia la izquierda. Sin embargo, disfruté el momento al máximo, y el parejo quien no pierde la oportunidad de gozar en esos momentos, terminó de danzar con mi amiga, porque cualquier movimiento en la vida es para expresar alegría.
Le he buscado explicación al defecto de no girar a la izquierda, y ni siquiera en internet, donde, como dice un amigo: ¡Está todo y lo sabe todo! No he conseguido respuesta precisa, certera y convincente, dejándome en la misma de seguir bailando, como mi compañera de vida, sin pararle a la misma dificultad de mi amiga, porque entonces tengo que dejar de disfrutar el baile, una de las maneras más agradables de participar en cualquier fiesta o celebración. El baile, aparte de sensual, tiene una manera de acercarse a los humanos con tanto entusiasmo, como me paso hace varios años, con una mujer bailadora –pero no con todo el mundo– y apenas me vio, me dijo: "No importa, que seas comunista y yo adeca, pero no puedo bailar con toros"
En la vida la política tiene algo de parecido. Tengo 72 años, y todavía no tengo un enemigo–que sepa yo– y busco las maneras de comunicarme con cualquier humano, a pesar de las cantidades de dificultades, porque en la política se consigue de todo, hasta el amor, como me pasó con una pareja muy amigos. El adeco, ella comunista, muy bondadosa y resteada con el proceso, y se mantiene como si fuera a participar en un concurso de belleza. En días pasados me la consigue en una venta de verduras y no pude contener la curiosidad: ¿cómo haces para entenderse con un adeco? La respuesta la sabia, pero su expresión era muy interesante y escucharla en su voz, tenía una gran importancia: "El me respeta, y yo lo respeto en todo lo demás actuamos, como dos adolescentes"
Si, no hay respeto, no hay nada, ni siquiera en la relación familiar, porque muchas veces el dinero lo rompe todo, y familias que, parecían unidas terminan a cuchillo, ya que, no pueden dejar a un lado la fortuna creyendo que, en la vida el capital va a mitigar las penas o las penurias, que, se presentan en los vericuetos de la vida. Nunca olvido la expresión de una humilde mujer, quien al reír parecía vivir en una montaña de dinero, pero sencillamente quería estar buscando la felicidad en medio de una maraña, que significa el actual proceso bolivariano y cuando alguien se atrevía a preguntar: "Qué busca con los chavistas" Rápido respondía: "Y tú entregado sin moral a los gringos"
Por mi parte sigo respetando a todo aquel, que se atreve a mandarme mensajes llenos de odio, como el de un lector: Javier Sanz, quien me hizo llegar un correo ¡Malditos hijos de Putin! Por esa misma vía el amigo Enio Flores, me hizo llegar un recado tan cargado de equivocaciones, pero permite retarlo para buscar algún entendimiento; porque la verdad parece estar en el extenso libro del profesor Vladimir Acosta – a quien no conozco– EL MONSTRUO EN SUS ENTRAÑAS–. Pero, así, como bailo con una amiga con dificultades para girar a la izquierda, lo hago con estos desconocidos, a quien el veneno utilizado por el imperialismo los ha convertido en enemigos enfermizos de un momento difícil de la humanidad. Señores busquen sus conclusiones, a pesar de no girar a la izquierda.