Putin mueve sus estrategias para consolidarse en el Arco del Mediterráneo y el control del Mar Negro hasta Alemania

El imperialismo ruso, busca dignificarse desde el tiempo zarista. En 1937, durante una recepción organizada en ocasión del 20° aniversario de la revolución de octubre, José Stalin hizo un brindis muy especial. Como anotó en su diario un testigo ocular, Georgi Dimitrov, al hacerlo Stalin explicó que los zares habían "hecho una buena cosa: reunido un inmenso Estado que llegaba hasta Kamchatka" y "nosotros, los bolcheviques, lo hemos consolidado y fortalecido en un Estado, uno e indivisible". En consecuencia, "cualquiera que busque separar una parte o una nacionalidad es un enemigo, un enemigo jurado del Estado y de los pueblos de la URSS. Y nosotros destruiremos semejante enemigo, incluso si se trata de un viejo bolchevique; destruiremos toda su parentela, su familia. Destruiremos sin piedad a cualquiera que, por sus actos o sus pensamientos –sí, sus pensamientos– amenace la unidad del estado socialista. ¡A la destrucción completa de todos los enemigos, de ellos mismos y de sus parentelas!"

En la actualidad, se esta en una guerra con Ucrania en escala global y, cada país menor o subdesarrollado en el Medio Oriente, busca preservar sus territorios que han obtenido apenas unos treinta, (30) años atrás para lograr su independencia, esto, incluye a los Estados o ciudades que comprenden Mesopotamia, Asiria hasta Turquía- Egipto. Es claro que, Vladimir Putin junto a La Gestapo, (Kremlin), busca imponer en su lucha el renacimiento del Imperialismo Ruso en plena decadencia en que se encuentra, incluso de desaparecer del escenario político e histórico. Recordemos que éste renacer conlleva años de lucha y esfuerzo para restablecer la industria y corredores agropecuarios, hoy, la política tiene un alto nivel económico.

Al imperialismo ruso siempre lo han guiado las ideas de "reunión de todas las tierras rusas" y construcción de una "Rusia, una e indivisible". Siempre ha sido tan específico como la misma formación social de Rusia ha sido peculiar durante sus fases sucesivas de desarrollo, comenzando por el Zarado de Rusia (1547-1721). Cuando Lenin teorizó "el imperialismo capitalista moderno", subrayaba que en Rusia el mismo era "más débil, pero en cambio era más fuerte el imperialismo militar-feudal". Calificarlo de feudal es, sin embargo, una simplificación excesiva. Probablemente a partir de mediados del siglo XVI, es decir, desde la época de Iván el Terrible, la formación rusa era esencialmente una combinación de dos modos de explotación precapitalistas diferentes. El primero, feudal, consistía en que los propietarios terratenientes extraían trabajo excedente a los campesinos en forma de renta. El otro, tributario, seguía el modelo del predominante en el Imperio Otomano por entonces el más poderoso, y consistía en la extracción del impuesto a los campesinos por la burocracia estatal. En el feudal, los campesinos eran siervos de los diversos terratenientes; en el tributario eran siervos del Estado.

En la Unión Soviética regía el dogma stalinista del desarrollo unilineal de la humanidad, con sólo cinco etapas. El modo de explotación tributario no tenía cabida, especialmente porque podía ser asociado (superficialmente, pero no sin razón) al dominio de la burocracia stalinista. Algunos historiadores soviéticos, sin transgredir formalmente ese patrón, hábilmente esquivaron la prohibición denominándolo "feudalismo estatal" o "feudalismo oriental", diferente del feudalismo "privado" o "occidental". Desde mediados del siglo XVII y casi hasta la abolición de la servidumbre en 1861, la tercera forma de explotación, y la más terrible para el campesinado, fue la esclavitud, incluida la trata de personas, hacia la que degeneró la servidumbre rusa.

Ninguno de esos modos de explotación representaba (contrariando hábitos discursivos supuestamente marxistas) un modo de producción, porque no subsumían formalmente o realmente las fuerzas productivas y, por tanto, no garantizaban su desarrollo sustentable y sistémico. Sin embargo, fue en base a esos modos de explotación que el Estado ruso, tan peculiar, se formó. Como observó Ruslan Skrinnikov –uno de los principales estudiosos de la oprichnina, que formada por Iván el Terrible desencadenó el primer Gran Terror en Rusia y en que el mismo se ahogó– "algunas de sus prácticas contenían, embrionariamente, todo el desarrollo subsiguiente de la monarquía absoluta burocrático-noble". En verdad, no sólo de ella, sino de todos los regímenes despóticos rusos hasta los siglos XX y XXI.

Otro historiador contemporáneo, Leonid Milov, desarrolla tesis muy importante sobre las peculiaridades del desarrollo histórico de la sociedad rusa. A partir del estudio de las condiciones naturales y climáticas de la producción, elaboró una concepción clave de la "historia de Rusia como sociedad con un trabajo excedente total mínimo". Las razones son: en comparación con otras sociedades agrícolas, una temporada de trabajos agrícolas muy corta en Rusia central, que, a causa del clima, iba apenas desde el inicio de mayo hasta el comienzo de octubre (en Europa Occidental, los campesinos no trabajan el campo solamente en diciembre y enero), y segundo, el predominio de suelos pobres en humus. Eso tuvo como consecuencias, "hasta la mecanización de este tipo de trabajo, baja fertilidad y, por lo tanto, bajo volumen de trabajo excedente total de la sociedad", lo que "creó en estas regiones las condiciones para la existencia, durante siglos, de una sociedad agrícola relativamente primitiva". Por lo tanto, "para obtener un resultado mínimo, era necesario concentrar tanto trabajo como fuera posible en un período de tiempo relativamente corto. La explotación campesina individual no podía alcanzar el grado indispensable de concentración de los esfuerzos laborales durante las temporadas de trabajo agrícola objetivamente existentes", por lo que su fragilidad "fue compensada durante casi toda la historia milenaria del Estado ruso por el muy gran papel de la comunidad campesina".

España con su brújula moral busca guiarse para ser precisa en acudir a los hechos, Pedro Sánchez sabe muy bien, que al otro lado de La Moncloa hay una oficina cuyo jefe es el antiguo mentor de Madrid, José Luis Rodríguez Zapatero que desea consolidarse junto a Latinoamérica y acreditarse testimonios de viejos líderes en una campaña abierta sin ocultamiento, donde el fascismo resulta más agresivo. El secreto en Madrid es la cocina y la paella, por eso los López se fueron a residenciarse cerca de la ciudad capital y se hacen buenos negocios y, en familia. Es la preservación de la amistad, algunos viajan al Oriente para comer buena carne y otros a Málaga, Madrid y Valencia, Salamanca y Sevilla para hacer buenos negocios a costa de Venezuela bajo el fuego de una buena cocina. Allá, todo esta claro, utilizan los colores de la masculinidad que son blancos y los colores de la femineidad que son negros, ahora, se la dieron por propagar el otro misterio que es el color rojo que en su transformación da pie para la introversión, todos prefieren verse en las imágenes del movimiento GBTLI+ y pasar por toyoteros.

Es literalmente así, España y el Vaticano como Estado lo ocultan todo y, deben sus testigos ser claros. Todos hablan de algo que no ha ocurrido, pero, saben que Putin va a llegar hasta Alemania, su papel es limpiar los territorios para restablecer el Imperio Greco- Romano, todo conlleva un orden moral. La izquierda solo especula porque no tiene poder, fueron execrados y están sometidos a un degaste público y político.

La caída repentina y totalmente inesperada de la URSS en 1991 reveló la naturaleza del Estado, creado en base al Gran Terror de Stalin. Lo que Ucrania no consiguió durante el colapso del Imperio Zarista, pudo alcanzarlo durante el colapso de la Unión Soviética. Consiguió entonces separarse, como otras 14 mayores naciones no rusas. Al declarar su independencia nacional, asestó un golpe decisivo al imperialismo militar-burocrático ruso.

Restaurado sobre las ruinas de la URSS, el capitalismo ruso sigue dependiente del mismo monopolio extraeconómico del cual dependían los modos de explotación del pasado y, como ellos, es desnaturalizado por esa dependencia. El Estado ruso protege la propiedad capitalista, pero al mismo tiempo la restringe porque está sujeta a su coerción, al igual que la fusión de su aparato con los grandes capitales restringe y distorsiona la competencia entre los mismos. Es así que, bajo el peso de ese monopolio extraeconómico, en Rusia han tomado formas tanto el capitalismo oligárquico de Estado como el imperialismo militar-oligárquico.

La dirección central del partido bolchevique, liderada por Stalin, opuso a las aspiraciones a la independencia nacional una política de nacionalización lingüística y cultural de las repúblicas no rusas. De manera inesperada para sus promotores moscovitas, la política de ucranización se transformó en una prolongación de la revolución nacional ucraniana, que esta política reinició y notoriamente revitalizó. Duró 10 años, hasta 1932. El exterminio por el hambre (Holodomor) y el aplastamiento de la ucranización por el terror fueron ambos un acto constitutivo de la burocracia stalinista separada de la burocracia termidoriana que reinaba hasta entonces (y que después, durante el Gran Terror, sería exterminada por la burocracia stalinista) y un acto de renacimiento del imperialismo, esta vez burocrático-militar

Fue consolidado por la unificación de las tierras ucranianas (y bielorrusas) tras la división de Polonia por Hitler y Stalin y por la anexión de los Estados bálticos, realizada en 1939 y confirmada en 1944, durante la guerra victoriosa contra el imperialismo alemán. El gigantesco pillaje del potencial industrial de la zona soviética de ocupación de Alemania por la Unión Soviética, así como la dominación sobre los Estados de Europa del Este, jaqueados políticamente por la permanente amenaza de intervención militar, sellaron este renacimiento del imperialismo ruso.

Sin embargo, ese mismo monopolio ha sufrido una degradación enorme, aunque extremadamente desigual. Rusia ha mantenido su "monopolio del poderío militar" en la medida en que, después del colapso de la URSS, sigue siendo la mayor potencia nuclear del mundo con un enorme ejército. En cambio, su "monopolio de los inmensos territorios o las facilidades especiales para saquear" otros pueblos se ha deteriorado de una manera sin precedentes en la historia de Rusia. Como Zbigniew Brzezinski señaló tras el colapso de la URSS, las fronteras de Rusia retrocedieron dramáticamente: "en el Cáucaso hasta su posición de principios del siglo XIX, en Asia Central a la de mediados del siglo XIX y –lo que resultaba mucho peor y más doloroso– en el oeste a la de alrededor de 1600, poco después del reinado de Iván el Terrible". Y lo que es peor, "sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio eurasiático. Una Rusia sin Ucrania podría competir por un estatus imperial, pero se convertiría en un Estado imperial predominantemente asiático". Brzezinski tenía razón cuando escribía que "si Moscú vuelve a hacerse con el control de Ucrania, con sus 55 u más de millones de habitantes y sus importantes recursos, además del acceso al mar Negro, Rusia volverá a contar automáticamente con los suficientes recursos como para convertirse en un poderoso Estado imperial, por encima de Europa y Asia. Por eso es que el imperialismo ruso se ha lanzado a la reconquista de Ucrania, donde su propio destino está en juego.

A través de la OTAN, la estrategia militar expansionista de Estados Unidos sobre las fronteras de Rusia se ha mantenido inexorable desde 1999. Hoy es el turno de Finlandia y Suecia. Para compensar su debilitamiento como motor de la economía capitalista mundial y mantener su hegemonía desafiada por China, EU está tratando de trasladar el problema al campo militar, donde todavía mantiene superioridad sobre su rival asiático.

Con el beneplácito de la industria armamentista −que hace su agosto en Ucrania y Europa con el aumento exponencial de los presupuestos militares−, la estrategia de tensión impulsada por el Estado profundo ( Deep State, la estructura paralela secreta que dirige las políticas de inteligencia, defensa y la diplomacia de guerra de Washington) ha orillado a la administración Biden a escalar la guerra por delegación (" proxy" o subsidiada) contra Rusia y utilizar medios militares directos e indirectos contra su enemigo principal, China, en la región del Asia-Pacífico.

Biden, cuyos índices de aprobación continúan cayendo y podría vivir un desastre en las elecciones, necesita alcanzar una victoria en Ucrania, y es alentado por los neoconservadores para una intervención militar directa como requisito para "mantener el orden basado en reglas"; las de EU, por supuesto. Expertos militares han señalado que el suministro de armas a Ucrania no revertirá la guerra y Rusia prevalecerá, incluso si la OTAN se involucra de manera más directa. Debido a lo cual la apuesta por una escalada militar parece la única opción que le queda a Biden.

Durante su visita a Kiev a comienzos de mayo, el secretario de Defensa de EU, general Lloyd Austin, dijo que quería ver a Rusia "debilitada" para que "no pueda llevar a cabo el tipo de cosas que ha ejecutado al invadir Ucrania". Añadió que Ucrania puede "ganar" la guerra a Rusia si cuenta con el "equipo adecuado". Pero una "victoria" de Ucrania sólo sería posible derrocando a Putin y ejecutando un "cambio de régimen" y el consiguiente aislamiento completo de China.

En respuesta, el ministro del Exterior ruso, Sergei Lavrov, dijo que en esencia la OTAN está hoy en guerra con Rusia y el riesgo de una tercera guerra mundial es "serio, real y no se puede subestimar". A su vez, el vicepresidente ruso, Dimitri Rogozin, declaró que en el caso de una guerra nuclear los países de la OTAN serían destruidos en media hora. (Aunque sabemos que eso sería la destrucción segura de ambas potencias nucleares, de allí las " proxy wars".)

En ese contexto, el investigador Luo Siyi, de la Universidad Renmin de China, expuso que la guerra de Ucrania representa un cambio cualitativo en la política militar estadunidense, ya que al impulsar al régimen de Zelensky a ingresar a la OTAN y solicitar de armas nucleares, cruzó la línea roja de una Rusia con capacidades militares extremadamente poderosas; lo que implica que EU decidió correr ese riesgo.

Hasta ahora, EU no ha enviado tropas a Ucrania (sólo asesores de la OTAN y contratistas) y dejó claro que no quiere una guerra directa con Rusia que podría desencadenar una tercera conflagración en Europa. Pero como parte de una guerra de poder, desde el golpe de Estado en Kiev, en 2014, EU ha venido desplegando un sucio juego estratégico, militarizando y utilizando a Ucrania como peón, provocando de manera deliberada una guerra sangrienta entre dos pueblos hermanos.

A la vez, desde su llegada a la Casa Blanca, y mientras intensificaba sus acciones encubiertas contra Rusia, la administración Biden ha intentado vaciar la "política de una sola China" de manera provocativa, armando y entrenando al ejército de Taiwán (como antes EU/OTAN a Ucrania), y aumentando el despliegue de la armada de guerra estadunidense en el Mar de China Meridional. Lo que amenaza cruzar una línea roja de China más peligrosa que la de incorporar a Ucrania a la OTAN.

Egipto, es carente de recursos y Putin maneja hacía allá sus estrategias para controlar Tierra Santa y el Golán hasta llegar a Jerusalén, la idea es un cambio geopolítico total en el complicado puzzle del Medio Oriente, queda sin duda, su otra estrategia referente al arco del mediterráneo revitalizando la doctrina del pathos anticolonial, basada en la ayuda a los regímenes nacionalistas árabes en sus luchas contra la influencia occidental y, que tendrá su plasmación en renovados proyectos de cooperación económica y militar.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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